La ministra de Trabajo se ha convertido, desde que fue ungida por Pablo Iglesias en la aciaga noche del 4 de mayo, en una referencia obligada para todas las fuerzas políticas, no sólo para la izquierda.

De la fuerza que tenga su movimiento dependerá en gran medida que el PSOE pueda aspirar a seguir gobernando y, por tanto, que el cambio de ciclo que apuntan los sondeos, con un PP que iguala o supera a los socialistas, no se concrete precisamente por la aparición en el panorama político de un nuevo actor, distinto y más robusto que Unidas Podemos.

Es un personaje a seguir y escuchar lo que dice con atención, sobre todo cuando habla en un medio amigo, como ayer lo hizo en Radiocable. En esa conversación, Yolanda Díaz demostró tener una gran confianza en sí misma, autoestima lo llaman ahora. No tuvo empacho en apuntarse en su cuenta personal la cifra de paro de noviembre: "Ahora hay menos paro que cuando yo llegué al Gobierno". Más adelante, se arrogó una importante modificación en la legislación laboral también en primera persona: "Yo derogué el despido cuando los trabajadores están enfermos"...

La ministra de Trabajo quiere crear un movimiento transversal: "Los partidos son percibidos como obstáculos por la ciudadanía española"

Venida arriba, la ministra de Trabajo dejó entrever que vio antes que nadie en el Gobierno el peligro que se nos venía encima con el Covid-19. "El 4 de marzo presenté una guía de prevención y, dentro y fuera del Gobierno, se me llamó alarmista". Esa declaración ha sido utilizada por el PP para pedir explicaciones al Gobierno que, pese a todo, mantuvo las convocatorias de manifestación el 8-M.

No creo que la sangre llegue al río. Pero ese desliz revela una cierta propensión a apuntarse medallas que puede acarrearle más de un disgusto. Pese al buen concepto que tiene de sí misma, confiesa: "Estoy abrumada. Soy tímida y gallega".

Lo importante, naturalmente, era saber qué nos decía de su proyecto político. Llegados a ese punto, Díaz dijo algo importante: "No me gusta nada que se me etiquete como un proyecto a la izquierda del PSOE. Yo trabajo para la sociedad, no quiero estar a la izquierda del PSOE. Le regalo esa esquinita al PSOE. Trabajo para una mayoría social".

Es decir, que su idea trasciende del ámbito de Unidas Podemos. Quiere competir con el PSOE de tú a tú y aspira a la "transversalidad". Machaca una y otra vez: "Esto no va de partidos. Los partidos son herramientas". Y remacha: "Los partidos son percibidos como obstáculos por la ciudadanía española".

No se pierdan lo que viene ahora: "Yo no quiero unir a la izquierda. Quiero que esté todo el mundo. No hay nada más emocionante que cambiar la vida de la gente".

Se ha propuesto viajar por toda España a partir de enero -se supone que con la contra reforma laboral ya aprobada- para... "escuchar". "Voy a escuchar y luego pensaré lo que hacer colectivamente". "Hay que abrir un gran conversatorio" (no confundir con conservatorio).

"Algunos amigos me dicen que eso es muy naif, pero no lo es. La que tiene que hablar es la gente".

Resumamos. Su movimiento está más verde que una lechuga. No quiere contar con los partidos, pero no va a poder prescindir de ellos. Un "movimiento" suena a algo muy populista, un poco franquista. Eso de unir a todos, no parece posible en una sociedad en la que hay intereses distintos, diferentes ideologías, y tanta, afortunadamente, diferencia.

Escuchar está muy bien, pero un dirigente político no es un confesionario. Tenemos que saber qué es lo que piensa Díaz: al menos eso es lo que le van a demandar sus hipotéticos votantes.

Los primeros que le van a hacer la vida imposible son los partidos a los que ella pretende ignorar ¡No olvidemos que ella está en el Gobierno en representación de UP y que Iglesias la catapultó con su propuesta para que liderara la candidatura de este partido a las próximas elecciones!

No pongo en duda sus buenas intenciones. Pero el infierno está empedrado de buenas intenciones.