Por el Congreso han vuelto a volar coños, coños casi tejerinos, acharolados y cuarteleros. La verdad es que no está claro que Tejero dijera eso de “se sienten, coño”, pero ese coño apócrifo o prestado se quedó para siempre en el techo del Hemiciclo, junto con los agujeros de bala, como arañas anidadas. El caso es que ahora ese coño sonoro, acuevado, prisionero y encapotado como un fantasma de la ópera ha sido invocado por Pablo Casado, que tiene poca suerte eligiendo las invocaciones, las metáforas, la gente y el barbero. Las cosas de los ochenta, los guardias civiles de los ochenta y hasta los coños de lozana andaluza de los ochenta no se pueden sacar del contexto o uno puede terminar pareciendo el marqués de Leguineche con su colección de pelos de coño. Pero la cosa parece que iba de revival, que hasta Yolanda Díaz citó la Biblia como Evita Perón y para ir al Vaticano se viste igual que Hernández Mancha.

El coño de aquel infame 23-F, coño alegórico y membranoso, como un murciélago de escudo de ciudad, coño apalomado de voladizo y bebedero, parecía descender sobre el hombro de Pablo Casado como aquella milana bonita también muy ochentera. “¿Qué coño tiene que pasar en España para que asuma alguna responsabilidad?”, le preguntaba Casado a Sánchez como un mozo de gallera. La verdad es que aquel coño no venía del Golpe ni venía de los antepechos del Congreso ni venía del mus, sino que Casado usaba una frase del propio Sánchez, de 2015: “¿Qué coño tiene que pasar en este país para que Rajoy pise la ribera del Duero?”, dijo entonces. Pero quizá lo que puede decir en un cañaveral un Sánchez meritorio, todavía con maleta de cuadros y Peugeot latero, no lo debe decir el líder de la oposición en el Congreso, donde sacar ese coño es como sacar un sable.

Sánchez sigue pensando que la moderación es hablar suave, tan suave y cariñosamente como le habla él a Bildu o a los sediciosos

Un coño en el Congreso es una mala elección, siquiera tomando la frase de otro. Casado parece que ahora todo lo toma de otros y además lo toma mal. O no sabe qué tomar o aprovechar de sí mismo ni de los demás. Toma los ruedines y el guion que le da Egea, sin más, pero no sabe aprovechar a Ayuso o Cayetana. Ni siquiera parece saber aprovechar sus propios talentos, que los tiene, y él, que hace tan buenos discursos sin papeles, se tenía que agarrar a un coño como se agarra la portera o como se agarra el chapuzas, con la rabia del hopo o del martillazo. No era el de Casado un coño quevedesco, tudesco; ni era un coño berlanguiano, de toisón; ni era un coño de Cela, coño graznador de señora en mecedora; ni era el coño nadiusko y estepario del destape, ni era el coño de la Bernarda ni era el quinto coño español; ni siquiera era el coño de Sánchez, coño de niñato. Ese coño de Casado, por donde fue dicho, por donde fue invocado, era el coño que se coló una vez en los discursos como las metralletas se colaron en la democracia, o sea el coño o papo más feo que podría mencionar un político.

Si Sánchez ya acusa de “crispación” a Casado simplemente por llevarle la contraria, por no “arrimar el hombro”, ese hombro como de enterrador o desenterrador que quiere Sánchez que le arrimen a su Frankenstein, imaginen lo que le pareció al presidente ese coño aleteante sobrevolando el Congreso igual que un pollo preconstitucional. Ese coño de Casado, que pidió como idea prestada o como agresividad prestada, ahora que se empeña en demostrar sólo dudas y apocamiento, no fue buena elección, fue incluso peor elección que la metáfora del talent show. Eso sí, como insulto a las Cortes, que es como lo calificó Sánchez, a mí me parece mucho más grave y elaborado cerrar el Congreso como una mercería de vacaciones o encadenar inconstitucionalidades como muñequitos de papel de inocentada. Sánchez sigue pensando que la moderación es hablar suave, tan suave y cariñosamente como le habla él a Bildu o a los sediciosos, esa moderación de miel en el culo.

Casado había dicho “coño” y había sonado como una bandada de pájaros tras un cañonazo, allí en ese Congreso donde se conserva cada discurso y cada eco y hasta aquellos agujeros de bala que se han quedado ahí como esa costumbre japonesa de embellecer con oro lo roto. No fue una buena elección, ni siquiera cuando Casado ya no sabe qué hacer ni qué decir para que hablen de él y cualquier cosa parece buena para atraer la atención. Fue mala elección por el sitio y porque la izquierda se ha vuelto puritana, vuelve a medir las minifaldas en los toros (más en los toros), y vuelve a medir las palabras que matan más que los hechos (coño les molestará más como apropiación cultural que como grosería o recuerdo aciago).

Han volado los coños en el Congreso, como almohadillas de los toros de esta política vecindona. Por ahí arriba supongo que se habrán juntado con los querubines de la izquierda que ahora es puritana y beatona, que Yolanda Díaz citó los Evangelios, aquello del rico y el ojo de la aguja si no me equivoco. Como si en la izquierda no hubiera ricos, gordos como camellos y finos como hilos de seda, pasando por donde haya que pasar. El coño fue una mala elección, como ponerse tricornio o ponerse bañador de Borat, que cualquier día lo hace Casado para que no se hable de Ayuso. Pero ni siquiera así, ya ven, se habla de lo que dijo Casado, sino sólo de ese coño de pura virgulilla española. Lo de este hombre ya es gafe.

Casado dice tacos en el Congreso, coños que vuelan a pedales como coños de costurera, o coños de cuerpo de guardia donde todo termina en coño. No, no estuvo bien. Más que nada porque el volar pajarraco de esos coños en el Congreso estropeaba el volar esponjoso de los querubines de la izquierda, apoyados sobre jueces, sobre Bildu y sobre Esquerra como sobre una venus. Y, sobre todo, el vuelo del primer querubín que es Sánchez, que habla suavecito ahí posado en nubecillas de inconstitucionalidades y en espejos de diosas que salen de la subasta del país y de la democracia. Entre un coño y un querubín, la cosa está clara, ¿no?

Por el Congreso han vuelto a volar coños, coños casi tejerinos, acharolados y cuarteleros. La verdad es que no está claro que Tejero dijera eso de “se sienten, coño”, pero ese coño apócrifo o prestado se quedó para siempre en el techo del Hemiciclo, junto con los agujeros de bala, como arañas anidadas. El caso es que ahora ese coño sonoro, acuevado, prisionero y encapotado como un fantasma de la ópera ha sido invocado por Pablo Casado, que tiene poca suerte eligiendo las invocaciones, las metáforas, la gente y el barbero. Las cosas de los ochenta, los guardias civiles de los ochenta y hasta los coños de lozana andaluza de los ochenta no se pueden sacar del contexto o uno puede terminar pareciendo el marqués de Leguineche con su colección de pelos de coño. Pero la cosa parece que iba de revival, que hasta Yolanda Díaz citó la Biblia como Evita Perón y para ir al Vaticano se viste igual que Hernández Mancha.

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