El año en el que acabamos de entrar dista mucho de ser el plácido camino por el que el Gobierno a la altura del pasado verano se disponía a transitar. Y con él la mayor parte de los españoles que consideraban que, una vez aprobados los Presupuestos Generales del Estado -el único obstáculo que podía alzarse en el horizonte previsible, no cabía más que recorrer el último tramo de la legislatura por un terreno mayormente llano, sin curvas y con pocas cuestas.

Nada de eso va a pasar. El año se anuncia encrespado y lleno a rebosar de incógnitas inquietantes. La primera, la del Covid, que nos ha cogido a todos por sorpresa cuando nos estábamos preparando para celebrar las Navidades "como antes" y que, de un mandoble, nos ha obligado a regresar a los peores tiempos de la pandemia, con el miedo colgando de cada decisión, de cada cita, de cada suspensión de reuniones familiares, de cada renuncia.

La variante Ómicron se coló en nuestras vidas por sorpresa y a traición y ahora nos encontramos con que los contagios nos cercan con una proximidad desconocida hasta ahora. Y, salvo las noticias de apariencia a las que nos abrazamos para conservar una brizna de esperanza, que dicen que esta nueva cepa causa más número de infecciones pero más leves en términos generales, no sabemos en realidad por dónde nos va a llevar esta nueva variante ni cuánto tiempo va a durar esta ola, ni si las vacunas recibidas van a ser capaces de aguantar su poder inmunitario el tiempo suficiente como para que los efectos del virus se mantengan dentro de los niveles que ahora conocemos.

Casi todo en torno a este virus es una pura incógnita que está dañando el equilibrio emocional de muchas personas, la salud mental de otras , la economía sobre todo de las pequeñas y medianas empresas y la estabilidad laboral de millones de españoles. No es sólo la infección, es también los desastrosos efectos que causa en toda la vida de las sociedades.

¿Estamos ante el final de la pandemia, como algunos de atreven a aventurar? La verdad es que nadie lo sabe.

Y a esa incógnita fundamental que condiciona la vida de todos nosotros, se suman otras de distinta índole, más conocidas por los ciudadanos pero no por eso menos inquietantes para la vida de los españoles. La primera en términos cronológicos es el destino final de esa reforma laboral que se presentó por el Gobierno de coalición como una derogación "radical" e "histórica" y se ha quedado en un mero retoque que ha dejado intactas la mayoría de las medidas puestas a punto por la exministra de Trabajo Fátima Báñez bajo el gobierno de Mariano Rajoy.

Los socios de Sánchez ya han mostrado su contrariedad por lo modesto de la reforma laboral, que dejan pendiente de un hilo"

Los socios de Pedro Sánchez ya han mostrado su enorme contrariedad por lo modesto de la reforma acordada con los agentes sociales y no está claro que pongan sus votos al servicio de la convalidación en el Congreso del decreto aprobado en el último consejo de ministros del año que acaba de terminar.

Eso dejaría la reforma laboral pendiente de un hilo porque, aunque los socios obtuvieran del Gobierno la promesa de tramitar el decreto como proyecto de ley, cosa que de momento no ha sucedido, la introducción de una sola modificación supondría, lo ha advertido el presidente de la CEOE Antonio Garamendi, que la patronal a la que él representa se descolgaría del acuerdo pactado.

Por lo tanto, si eso sucediera así, la reforma laboral que se presentara ante Bruselas llegaría coja de una pata fundamental para la estabilidad del cambio pretendido. Difícil lo tiene el Gobierno, que va a poder contar con el probable voto a favor de Ciudadanos, que ha celebrado públicamente el acuerdo a tres bandas conseguido, pero con el casi seguro voto en contra del PP a pesar de que distintos sectores dentro de ese partido son partidarios a día de hoy de la abstención, habida cuenta de que la mayor parte de la reforma laboral del PP bajo Mariano Rajoy ha quedado intacta.

Pero Pablo Casado lo ha dejado sin embargo muy claro en los últimos días: su No está garantizado. Lo que le falta al presidente del PP es dar una explicación amplia y solvente de las razones de su voto negativo. Algo que aclare con detalle las razones últimas de ese voto en contra.

Treinta días tiene el Gobierno, hasta finales de enero, para convalidar ese real decreto-ley. Un tiempo en el que tendrá que negociar a uña de caballo con sus socios para compensarles por otra vía, dado que la de las modificaciones le está vedada por la amenaza de la CEOE, que consiguió in extremis la aprobación del acuerdo pero con la significativa y amenazante abstención de organizaciones tan poderosas y tan influyentes como Ceim, la confederación empresarial de Madrid; Foment del Traball, la principal patronal de Cataluña; Asaja, la organización de Jóvenes Agricultores o Anfac, la asociación española de fabricantes de automóviles.

¿Están en el aire estos retoques a la reforma laboral acordada con los agentes sociales? No. La verdad es que sería muy exagerado decir eso. Pero que el Gobierno va a tener que sudar para sacarla adelante, de eso no cabe la menor duda.

Otra incógnita añadida para empezar el año: las elecciones en Castilla y León que el presidente Alfonso Fernández Mañueco convocó por sorpresa cuatro días antes de la Nochebuena. Los sondeos le acercan a, pero no le garantizan, la mayoría absoluta. Enfrente tiene al candidato socialista, Luis Tudanca, que fue el ganador de las anteriores elecciones pero no pudo gobernar porque Ciudadanos acabó pactando un gobierno de coalición con el PP.

Ahora las tornas han cambiado y es poco dudoso que, si tuvieran la oportunidad de conformar una mayoría de gobierno, Francisco Igea, el candidato electoral de Ciudadanos, indignado con la "jugada" de Mañueco que ha dejado a su partido colgado de la brocha, intentaría pactar con el PSOE a poco que su jefa, Inés Arrimadas, se lo permitiera.

Pero esa hipótesis, la de un pacto PSOE-Cs de gobierno efectivo, parece bastante remota aunque ésta va a ser una campaña bronca en la que todos los ataques y las acusaciones de corrupción van a estar dirigidas contra el candidato popular. El 13 de febrero sabremos hasta qué punto la decisión de Mañueco de disolver las Cortes y convocar elecciones anticipadas le ha salido bien o sencillamente regular. Y "regular" significaría que necesitara imperiosamente a otro partido, por ejemplo a Vox, para formar gobierno.

En esa apuesta también se juega mucho Pablo Casado, cuyos cálculos a día de hoy cuentan con una victoria clara en Castilla y León y con otro éxito similar en Andalucía para, sumando Galicia, Madrid y Murcia. donde el PP ya gobierna, consolidar su liderazgo de cara a disputarle el poder a Pedro Sánchez en las próximas elecciones generales.

Las victorias en Castilla y León y Andalucía son peldaños con los que Casado cuenta para aproximarse a la cima del poder"

Porque otra de las incógnitas que han de resolverse este año 2022 recién estrenado es la de la convocatoria electoral en Andalucía que todos damos por hecha para el próximo mes de junio pero que podrían también celebrarse en octubre. Y como ya está dicho más arriba, esa victoria electoral de Juan Manuel Moreno Bonilla, que los sondeos dan por segura aunque existe la duda de hasta dónde logrará acercarse a la mayoría absoluta, es otro de los peldaños con que cuenta Pablo Casado para ir aproximándose a la cima del poder.

Estas son las perspectivas del presidente del PP que, sin embargo, ha retrocedido en apoyos populares por causa de su inexplicable y autolesivo enfrentamiento con Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid que obtuvo el primer éxito electoral rotundo después del hundimiento en escaños y en moral de la tropa padecido en las elecciones catalanas de febrero del año que acaba de terminar.

Parece que las hostilidades se han rebajado, no está claro si es en razón de las fiestas de Navidad o en razón de las inminentes elecciones en Castilla y León. Pero es cierto que hace días que los medios de comunicación no recogen declaraciones ni gestos que alimenten la batalla entre Génova y la Puerta del Sol. Lo que está fuera de duda es que ese enfrentamiento ha estado y sigue estando en la base de la pérdida de apoyos de los electores a la opción de Pablo Casado como futuro presidente de gobierno.

Otra incógnita más, ésta situada a la izquierda del PSOE, a la "esquinita" que Yolanda Díaz despreciaba públicamente hace ayer dos meses en una entrevista radiofónica. Y es la relativa precisamente al destino político que le espera a la actual ministra de Trabajo y vicepresidenta segunda del Gobierno.

De momento cuenta con una alta valoración por parte de la opinión pública, según recogen todos los sondeos. Pero sólo con eso no se va a ninguna parte. Este año 2022 será el que desvele definitivamente los perfiles concretos de la apuesta política y sobre todo electoral de la señora Díaz.

De momento no tiene partido y el que se supone que debería tener porque fue señalada por el dedo del líder supremo de Podemos, Pablo Iglesias, como su sucesora en la cabeza del cartel electoral de su formación política, no parece muy en sintonía con ella. Más bien se perciben claros signos de creciente desconfianza por parte de las filas podemitas.

De hecho, hasta el momento ella no ha dicho que fuera a aceptar ese nombramiento. Es notoria además su falta de sintonía con la secretaria general de los morados, Ione Belarra, y su nula relación con la otra ministra del partido y pareja de su antiguo secretario general, Irene Montero.

No es arriesgado pensar que Díaz, aunque vaya a contar con Podemos, no va a apoyarse en ese partido como soporte principal de su proyecto"

De manera que no es arriesgado suponer que, aunque vaya a contar con Podemos en su apuesta política de futuro, no va a apoyarse en ese partido como soporte principal de su proyecto. Cuenta, eso sí, con el apoyo de los sindicatos UGT y especialmente CCOO, pero tampoco con eso se puede poner en pie una opción política con posibilidades ejecutivas. Las perspectivas políticas de Yolanda Díaz es, por todo eso, otra de las incógnitas que habrán de despejarse en el curso de este año.

Y, para acabar este somero resumen de algunas de las cosas más importantes que están pendientes de resolverse en 2022, el destino final del rey Juan Carlos I. Fue a comienzos de diciembre cuando saltó la sorpresa.

Porque, cuando las diligencias llevadas a cabo por la Fiscalía para investigar las irregularidades patrimoniales del padre del Rey Felipe VI estaban a punto de ser archivadas sin que se presentara ninguna querella contra él ante el Tribunal Supremo, y cuando el decreto de archivo estaba siendo ya redactado, la Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, sorprendió a todos firmando la prórroga de todas las líneas de investigación del rey emérito hasta el próximo mes de junio.

Eso vuelve a poner en estado de espera la decisión del viejo rey de regresar a España, algo que puede hacer cuando quiera porque no hay norma que le impida entrar y salir libremente de su país pero que no ha hecho aún porque está pendiente de quedar definitivamente exonerado de cualquier acusación para regresar a casa.

Su salida de España -a instancias del Gobierno aunque aceptada por el Rey- fue uno de esos monumentales errores que siguen sin ser resueltos adecuadamente por las autoridades de nuestro país. Y el tiempo corre en su contra y en la de todos los españoles porque Juan Carlos I, que fue Rey de España en los tiempos inciertos de la Transición que él pilotó con extraordinario acierto y evidentes riesgos, cumple pasado mañana 84 años, edad más que suficiente para contar al menos con la seguridad de morir en su país.

Estas son, en síntesis, algunas de las incógnitas con las que nos recibe este año que acaba de empezar y al que pedimos las certezas que no nos proporcionó su antecesor. A ver si hay suerte.