
Pedro Sánchez, en un acto con pensionistas.
La ómicron silenciosa parece lo mejor que le podía pasar al Sánchez contemplativo, o sea algo que le puede aportar aún más paz a su paz. Sánchez ya no va a tener que gripalizar el bicho, que es como mandarle el médico del pueblo, con su maletín con serrucho de veterinario del Oeste, en vez de mandarle virólogos, emergenciólogos, buzos desminadores, organizaciones internacionales y vacunas en lecheras industriales. Sánchez ya no va a tener que doblegar más curvas (¿quién doblega las curvas ahora, que no está Simón para acariciarlas con la mano, como a un borreguito o a una gallina, hasta que caían hipnotizadas?). Sánchez ya no va a tener que delegar en la cogobernanza, que le hacía parecer un sustituto de Luis Enrique. No, un virus indetectable acabaría con el problema. En realidad no es así, esta variante sólo elude un tipo muy específico de test PCR. Pero yo me imagino a Sánchez fantaseando con eso, como fantaseando con que habla con Biden por su teléfono de Pocoyó.
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