No lo tiene nada fácil el inminente presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. Se va a hacer cargo de un partido que sale de una situación traumática en la medida en que sus dirigentes y la mayor parte de sus bases consideraron necesario y conveniente para esa formación política prescindir en el plazo de ocho días, es decir, de un plumazo, del equipo director. 

Un equipo que había sido elegido en otro congreso extraordinario -como éste que mañana se inaugura en Sevilla- para dirigir al partido después de otro trauma previo, como fue la abrupta salida del gobierno de Mariano Rajoy a través de la primera moción de censura que se cierra con éxito en la historia de la reciente democracia.

Es decir, que Feijóo recoge a un PP muy zurrado, muy baqueteado en la política y con una carga judicial todavía sin cerrar. Y lo que se encuentra es a unos militantes y a unos directivos ansiosos por sacar la cabeza de debajo del agua y volver a respirar como antes respiraban. Esa responsabilidad enorme es la que todos ellos, sin excepción, han puesto en las manos del todavía hoy presidente de Galicia.

Se enfrenta Feijóo a la tarea hercúlea de demostrar a los suyos que su esperanza y sus anhelos tienen razón de ser y van a ser colmados en un tiempo relativamente breve que no puede ir más allá de la próxima convocatoria de elecciones generales.

Del acierto en la composición de su nuevo equipo depende en gran medida que todos o al menos la mayoría queden conformes y con la sensación de que con esa gente se puede llegar lejos. Por eso es tan importante para él no cometer ningún error de bulto en la designación de sus generales. Y eso es algo que no puede tener por seguro.

Feijóo tiene la difícil decisión de optar por respaldar el Gobierno en esta situación de haber constatado ya que Pedro Sánchez engaña al que se le ponga por delante

Fuera del partido y de su vida orgánica, la situación a la que se enfrenta el nuevo presidente del PP no es mejor sino todo lo contrario. España está atravesando una crisis monumental que viene de lejos y que se ha agravado con la invasión rusa de Ucrania pero que no tiene su origen en ella. La inflación ya pasaba del 6% cuando Putin empezó a bombardear aquel país, de modo que nuestros problemas simplemente se han agravado con la guerra pero no han nacido con ella.

Núñez Feijóo tiene ante sí la difícil decisión de optar por respaldar el Gobierno en esta situación a pesar de haber constatado ya, y eso que aún no ha llegado al cargo, que Pedro Sánchez engaña al que se le ponga por delante.

De hecho, en la reunión celebrada en la isla de La Palma se comprometió por escrito con todos los presidentes a acometer una bajada de impuestos y ya quedó claro ayer que no tiene la menor intención de cumplir ese compromiso.

Lo explicó con toda claridad la vicepresidenta Nadia Calviño en la rueda de prensa del consejo de ministros del martes de esta semana: todos los impuestos que se podían bajar se han bajado ya y no hay nada más que hacer en este campo.

El primer dilema al que se enfrenta el líder gallego es el de fijar una posición creíble y aceptable para sus votantes en relación con el paquete de medidas anticrisis presentado por el Gobierno. Aún tiene casi un mes para fijar una posición pero lo que decida va a resultar definitorio de la actitud del PP en esta etapa que ahora se abre.

Si votara que no, tendría que explicarlo muy bien porque la acusación de que su mandato es un calco del anterior período bajo la presidencia de Pablo Casado sería la inmediata acusación descalificatoria que recibiría de parte de la izquierda. Y no sería fácil hacer entender sus razones a una población que está muy necesitada de respuestas sólidas y efectivas y para lo que no está es para peleas entre partidos.

Probablemente la posición más prudente sea la de abstenerse en la votación después de haber hecho al Gobierno todas las consideraciones críticas que crea que deben hacérsele.   

Pero eso tiene una traducción en votos a su derecha y es que Vox sigue creciendo a costa del PP según recogen todos los sondeos.

Feijóo no puede, no debe, elaborar sus mensajes políticos mirando de reojo al partido de Santiago Abascal

Alberto Núñez Feijóo no puede, no debe, elaborar sus mensajes políticos mirando de reojo al partido de Santiago Abascal pero tampoco puede pensar que, a estas alturas de la legislatura, puede ignorar a ese partido y comportarse como si no existiera.

Porque existe y además de ser su inmediato competidor en el ámbito de la derecha, puede ser también la formación política que permita al Partido Popular sumar la mayoría necesaria para presidir el Gobierno de España. Dr modo que es obligado que lo tenga en cuenta y mida con mucho cuidado la estrategia que podría devolver al PP una parte de los votos que ya se han ido a Vox.

Es muy estrecha y extraordinariamente sinuosa la senda que tiene que recorrer quien a partir de este fin de semana va a ser el nuevo presidente de uno de los dos partidos preparados para ocupar el poder en nuestro país. La gymkana le está esperando.