Se desmarcó hace unos días Alberto Feijóo anunciando la creación de un comité de sabios para asesorar al PP. Bien. Sabios empresariales, añadió. Ya estamos. Recuerda a Rajoy; o para ser exactos, a la indolencia intelectual y la pereza ideológica de Rajoy; o, con más precisión aún, a la indolencia intelectual y la pereza ideológica de la derecha política liberal-conservadora en bloque desde que a los tories les endilgaron, con razón, el sobriquete de “stupid party”. Lo de Rajoy, no se crean, tiene solera. Ya se sabe, la derecha va de gestionar y de sentido común. Debería Feijóo haber añadido a los abogados del Estado, los contables o a los nunca bien ponderados notarios -sería facilón sacar a relucir ahora a los registradores de la propiedad-.

Está claro que Feijóo quiere llevar el carro del PP a la Moncloa por inercia para, con los bueyes del poder, demostrar que se puede gobernar por el bien común y hacerlo, además, bien. Que fue la jugada de Rajoy y a lo que iba también Casado.

Yendo a lo práctico, que es lo liberal-conservador y pepero: desde que Pablo Casado se descalabró, Feijóo se ha encontrado con la guerra de Putin en Ucrania, el giro copernicano de Pedro Sánchez con el Sáhara y los peores datos de inflación desde que Aznar aprendía caligrafía.  Ahí es nada. Y España, además de con todo lo anterior, también se ha encontrado con el silencio de Feijóo. El silencio es entendible y muy pragmático, claro. Debe andar Feijóo en lo importante, poniendo orden en el PP y, además, el gobierno de Sánchez ya se hace la oposición a sí mismo. Para qué interferir si ya están concentrados en ponerse la soga entre ellos.

A estas alturas España se merece saber qué es el PP y el PP necesita decirse a sí mismo qué le da sentido. Y con esos bueyes, igual Feijóo tiene futuro

La mejora con respecto a Casado, no se crean, es notable. Casado opinaba lo mismo y por eso, ausentes otros asideros, andaba a salto de mata, improvisando sobre la marcha; más pendiente de Vox que del PSOE y sus confederados. Feijóo, más maduro, más sensato y más responsable, prefiere estarse calladito a improvisar. Que él no es Vox, a fin de cuentas, está claro. Menos claro, no obstante, está que sí es y que sí representa al PP.

Cosa fácil, dirán algunos: el PP aspira, por ejemplo, a preservar la riqueza y la diversidad de la nación española mediante reformas del Estado autonómico que garanticen la igualdad de todos los españoles; el PP aspira a una España más rica y próspera y por eso propone un Estado más fuerte y menos intervencionista que permita a los empresarios y autónomos crear más riqueza, mejor distribuida y en un mercado lo más libre posible; el PP aspira a una España más justa y más moral que trate a los inmigrantes como víctimas de una tragedia y que ocupe el lugar que le corresponde en un marco internacional que exige unas fuerzas armadas más fuertes. Esto, así al pronto y sin calentarse mucho el cráneo. Obsérvese el tonillo a programa electoral redactado en Nuevas Generaciones del párrafo.

Más al caso, sépase que todo eso, escrito en condiciones y desarrollado en detalle, lo tiene Feijóo encima de la mesa, como lo tenía Casado, por triplicado. Escrito por intelectuales, esas criaturas tan exóticas y tan generalmente inútiles para casi todo el mundo. Excepto para los partidos políticos; para estos los intelectuales son los bueyes que les deben llevar al poder, cuando el poder está al servicio de una idea de bien común y de un programa de gobierno moderadamente decente.  

A estas alturas España se merece saber qué es el PP y el PP necesita decirse a sí mismo qué le da sentido. Y con esos bueyes, igual Feijóo tiene futuro.


David Sarias Rodríguez. Profesor de Historia del Pensamiento Político en la Universidad Rey Juan Carlos.