Feijóo ya es presidente del PP, o más padre que presidente, que ya saben que él ha traído la adultez al partido como si trajera el tabaco y el Interviú. Pero también Rajoy era adulto, incluso era su único mérito, un mérito que demostraba comiendo caramelos de abuelo en el Congreso y hablando con refranes y sentencias de barbero, y ya ven cómo resultó aquello. Política para adultos se llama el libro de memorias o humores de Rajoy, ese Rajoy que, como un adulto, se fue a la güisquería dejando a Soraya con su gran bolso de folclórica para sustituirlo en la moción de censura. Cosas de la política adulta. Más cosas de la política adulta: para distanciarse de Vox, Feijóo les dedicó un “dejemos de repartir carnés, de ser más español que nadie”. Antes había dicho esto: “Cómo no voy a querer a los vascos, si tengo un hijo con el 25% como mínimo de su genética vasca”. Sí, ese sinsentido de repartir carnés cuando la nación es cosa genética, científicamente cuantificable. Esto debe de ser la adultez y, claro, la moderación.
Feijóo es padre del PP como padre de un anuncio de seguros
Feijóo es padre del PP como padre de un anuncio de seguros, o sea que tiene la adultez como papel, no como mérito. Feijóo es el nuevo líder del PP como podría ser el médico canoso de un anuncio de suplemento de fósforo. Hay gente que da el perfil de padre, o de médico, o de dentista, y cierta baronía goda del PP ha decidido que el partido necesitaba ahora un padre, no a otro Riverita, ni a un intelectual, ni a un misionero, ni a un guerrero del antifaz, ni a la Mujer Maravilla. Pero eso no hace a Feijóo adulto ni moderado. Si se fijan en la manera en que pretende desmarcarse de Vox, llegamos a la conclusión de que a un partido nacionalista quiere combatirlo siendo nacionalista, hasta con un 1% de margen de error en la pureza genética, y a un partido populista quiere combatirlo quedando bien en todas las plazas donde hable, como un cantante de orquesta de verano, o sea siendo todavía más populista. Podría darse la ironía de que un bienqueda con pinta de novicio, o sea Casado, fuera sustituido por otro bienqueda con pinta de veterinario de su pueblo o de Arguiñano panregional.
Feijóo, en realidad, es presidente del PP porque no había otro, y me refiero a otro que encaje en ese perfil, que quede bien al lado de los niños en bicicleta o de los potes de berzas de cada provincia, o sosteniendo un tubo de antiinflamatorios en la mano con la seguridad y suficiencia del que sostiene un jamón. O alguien que quede bien en La Sexta o en El País, habría que decir. Y esto significa que su mérito es sólo responder a la desesperación de su partido, que busca a un líder como un director de teatro busca a su Hamlet, mirando cómo da con calavera, con fantasma o con dudas ojivales. Y Feijóo da bastante bien como contraste con el casadismo, el ayusismo, el cayetanismo y hasta con cualquier esperanza de ideología en el PP.
El PP parece que quiere volver a Rajoy, a esa adultez de dormirse sobre la sopa y a esa ideología de mirar el almanaque de la caja de ahorros. Cosas como la guerra cultural o el antinacionalismo como principio de ciudadanía irrenunciable se desvanecen ante ese modo de hacer de Feijóo de ir visitando ferias del maíz o así. Feijóo no es tanto una solución de compromiso o de emergencia, el abuelo que viene porque fallan las niñeras habituales, sino más bien ese comodín del pragmatismo un poco simplón o garbancero que sustituye a la convicción, a la ideología, a la razón y, claro, al riesgo y a la valentía. Eso de proclamarse adulto, aunque sin aclarar en qué porcentaje, como sí hizo con la vasquidad de su hijo, o de decir que allí caben todos, como en las mesas de padre en las que donde comen dos, comen tres; eso, decía, sólo es pereza política, esa pereza que recuerda a la pereza de Rajoy, dormido sobre el periódico como sobre la servilleta.
Ha dicho Feijóo, mostrando su dentífrico o su jamón de anuncio, que él está ahí para ganar, como si fuera Nadal, pero el PSOE andaluz también ganaba, es más, no hacía otra cosa que ganar, hasta olvidarse de gobernar. Ha dicho Feijóo que su PP tendrá “vocación pactista”, pero Sánchez también es pactista, todo lo pactista que haga falta en realidad, así que no sabemos si Feijóo va en esa línea. También ha destacado su fiabilidad como gestor público, volviendo a esa como tecnocracia de mostrador alto y reloj de cuco que, otra vez, recuerda a Rajoy. Lo mismo es un éxito, pero desde luego es una vulgaridad y casi seguro que será un coñazo.
Si se preguntan dónde está ese PP revoltoso, sepan que está en la mesa de los niños, que ahora el PP tiene padre
Feijóo ya es presidente, ha salido presidente donde salieron presidentes Aznar o Susana, en una Sevilla que siempre parece un palio de sol, para los dirigentes más folclóricos e incluso para los más sosos, tristes, mediocres o llovidos. Yo decía el otro día que el PP de Feijóo era un desván, pero se ha quedado en una especie de campeonato interregional de piragüismo, con Galicia y Andalucía ahí llevándose casi todo. Esto nos dice mucho, no tanto sobre lo que trae Feijóo, que ya lo sabemos, o sea esa llovizna gris de su tierra con la que se contentan allí y con la que quiere contentarnos a todos los demás, sino que nos dice mucho sobre lo que falta en este PP.
Viendo a Feijóo y a Moreno Bonilla paseando juntos en su especie de diarquía marisquera, viendo a su equipo de gestores de feria del pulpo y de pillería espetera (atentos a Elías Bendodo, que puede ser pringoso como Egea y rumbero como Susana), el personal lo que se está preguntando es dónde está todo ese otro PP que conocía hasta ahora, y que no era el de Casado. Sí, ese PP en el que los mayores talentos eran Ayuso, Cayetana y Almeida, gente que, entre otros errores, vicios e infantilismos, nunca sacaría el Rh vasco en un discurso. Si se preguntan dónde está ese PP revoltoso, sepan que está en la mesa de los niños, que ahora el PP tiene padre y se nota porque ha traído el porrón y la baraja.
La influencia política de Andalucía y Galicia está garantizada en la nueva dirección del PP. Este domingo, tras la celebración […]Feijóo ya es presidente del PP, o más padre que presidente, que ya saben que él ha traído la adultez al partido como si trajera el tabaco y el Interviú. Pero también Rajoy era adulto, incluso era su único mérito, un mérito que demostraba comiendo caramelos de abuelo en el Congreso y hablando con refranes y sentencias de barbero, y ya ven cómo resultó aquello. Política para adultos se llama el libro de memorias o humores de Rajoy, ese Rajoy que, como un adulto, se fue a la güisquería dejando a Soraya con su gran bolso de folclórica para sustituirlo en la moción de censura. Cosas de la política adulta. Más cosas de la política adulta: para distanciarse de Vox, Feijóo les dedicó un “dejemos de repartir carnés, de ser más español que nadie”. Antes había dicho esto: “Cómo no voy a querer a los vascos, si tengo un hijo con el 25% como mínimo de su genética vasca”. Sí, ese sinsentido de repartir carnés cuando la nación es cosa genética, científicamente cuantificable. Esto debe de ser la adultez y, claro, la moderación.