La entrevista en este periódico de Francisco Carrión a Bucharaya Hamudi, el número dos de la autodenominada República Árabe Saharaui Democrática, que no existe como tal porque no ha sido reconocida internacionalmente pero sí es una realidad política para el Frente Polisario y para los saharauis que siguen resistiendo el intento de Marruecos de hacerse con el control y la soberanía del Sáhara occidental, es un retrato perfecto no sólo de las posiciones de los saharauis sino de la situación en la que ha quedado España tras su claudicación ante Rabat.

A nadie se le escapa que, además de haber abandonado sus responsabilidades como potencia administradora de un territorio que un día perteneció a España, nuestro país no ha obtenido nada a cambio de esa renuncia que es en el fondo una rendición sin condiciones.

Tiene toda la razón Bucharaya Hamudi, un hombre que se crió e hizo sus estudios universitarios en España, que habla nuestro idioma como cualquier español porque nuestro país era el vínculo más hondo y más vigoroso que el pueblo saharaui mantenía con las demás naciones del continente europeo, cuando describe con precisión de cirujano el papel que ha jugado el Gobierno español en este lamentable episodio.

Acierta cuando dice que deberían ser las autoridades marroquíes las que deberían haber acudido a Madrid en agradecimiento por la cesión obtenida

Acierta cuando dice que, dado el contenido de la carta enviada al rey de Marruecos deberían ser las autoridades marroquíes las que deberían haber acudido a Madrid en agradecimiento por la cesión obtenida.

Y no se equivoca cuando asegura que en esa carta y en el comunicado que se hizo público posteriormente no se incluye absolutamente ningún compromiso por parte de Marruecos en favor de los intereses españoles. Solamente se contempla la asunción por parte española de las reclamaciones marroquíes.

Ése es un hecho, como lo es el que España no ha obtenido nada a cambio de su claudicación que no sea la impresión de que las relaciones del Gobierno de Madrid y el de Rabat van a mejorar en los próximos meses o quizá años.

Pero de lo que no le cabe al número dos de la República Saharaui, como no nos cabe a quienes miramos el cambio drástico impuesto sin consultar a nada ni a nadie por Pedro Sánchez es que, como él mismo dice: “Por desgracia para España, todo esto es pan para hoy y hambre para mañana, porque esto ni siquiera va cambiar la política de agresión y chantaje marroquí sobre Ceuta y Melilla ni la emigración ilegal [...] No entendemos por qué este Gobierno ha hecho esto. ¿A cambio de qué? A cambio de nada, a menos que haya otra cosa que no conozcamos”.  

Lamentablemente no parece que haya nada más que el deseo urgente de evitar nuevas extorsiones por parte de Marruecos en forma de oleadas de inmigrantes en las costas canarias, ceutíes o andaluzas y la apertura de la frontera con Melilla además de la reanudación del tráfico marítimo entre los puertos españoles y marroquíes a uno y otro lado del Estrecho.

Lo que hace Hamudi en esta entrevista es denunciar un hecho que el Gobierno de Pedro Sánchez es el único en desmentir con la pretensión de que tenga éxito su versión de que nada ha cambiado en la posición española respecto del Sáhara.

Que se lo digan a Argelia que, además de llamar a su embajador en Madrid, ha cambiado inmediatamente de socio principal favoreciendo a Italia y dejando con un palmo de narices la inicial pretensión de España de convertirse en un centro de operaciones -lo que ahora se llama “hub” porque si no se utiliza un término inglés parece que no se habla con precisión-  y de conexión para el suministro de gas a Europa.  

En fin, todos los que tienen una opinión sobre lo sucedido, todos sin  excepción, consideran lo mismo: que el Gobierno español ha dado un giro de 180 grados en su política sobre el Sáhara a cambio de unas migajas y de nada más.

En ese sentido Pedro Sánchez y Manuel Albares no van a poder colarle su versión más que a los muy dispuestos de antemano a comulgar con las ruedas de molino que el presidente les ofrezca como si fueran grageas. 

España no es, o no pretende ser, una república bananera

En lo que se equivoca el señor Hamudi es en pedir que el recién nombrado presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, modifique la posición oficial de nuestro país si llegara a presidir el Gobierno en el futuro. 

Eso no es posible, la política exterior de un país no se puede cambiar de la noche a la mañana y vuelta a empezar. Es decir, un país serio no puede hacer lo que ha hecho Pedro Sánchez. Pero, una vez cometido el error, no es admisible que venga su sucesor y desdiga lo ya dicho.

Eso ni es responsable, ni es propio de un país solvente y ni siquiera es posible porque lo que se ha reconocido por parte española con este movimiento es nada menos que la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. 

Estamos hablando de cuestiones mayores con las que no se puede jugar, y España no es, o pretende no ser, una república bananera. Por eso ha sido tan irresponsable la decisión del presidente del Gobierno. Lamentablemente, esto no tiene marcha atrás, coviene que no nos engañemos.