El presidente de la Junta de Andalucía anunció este lunes la convocatoria de elecciones autonómicas para el próximo 19 de junio. Era algo que se daba por hecho. Desde hace días se venían barajando distintas fechas para unos comicios que suponen un adelanto electoral de seis meses sobre la fecha en la que formalmente concluye la legislatura.

Juanma Moreno Bonilla ha esgrimido el argumento de que este adelanto técnico permitirá al gobierno que salga de las urnas elaborar un presupuesto para 2022 que desbloquee la situación actual: la oposición en bloque tumbó las cuentas públicas para este año, lo que obligó a prorrogar el presupuesto de 2021.

Sin embargo, la razón de mayor peso para explicar este adelanto es la oportunidad política. Las encuestas dan al PP una media de 45 escaños, lo que, de producirse, daría la posibilidad a dicho partido de gobernar en solitario, ya que toda la izquierda sumaría un máximo de 43 escaños. Vox, con 20 escaños, según esa media de sondeos, tendría dos opciones: o votar contra Moreno Bonilla en la investidura, o permitir un gobierno del PP en solitario, tal y como sucedió en Madrid tras la victoria de Isabel Díaz Ayuso.

Es una apuesta arriesgada ya que el margen para lograr ese objetivo es pequeño y podría darse la circunstancia de que, finalmente, el PP tuviera que echar mano de Vox para gobernar, algo que no le hace ninguna gracia a Núñez Feijóo.

Sin embargo, aquí y ahora, para Moreno Bonilla el peor riesgo sería no asumir ningún riesgo.

El tiempo juega en contra de Moreno Bonilla en dos variables:

1ª Vox podría subir en su expectativa de voto, lo que haría más difícil la opción de gobernar en solitario.

2ª Los partidos a la izquierda del PSOE tendrían tiempo para limar sus diferencias y presentar una candidatura única, lo que daría a la izquierda más opciones de sumar más escaños que el PP.

El riesgo, por supuesto, es que a Moreno Bonilla le pase como a Fernández Mañueco en Castilla y León. Pero en el caso de Andalucía hay diferencias importantes. Sobre todo, en las formas. Mientras que en Castilla y León el vicepresidente del gobierno, Francisco Igea (Ciudadanos), se enteró de la convocatoria cuando hacía una entrevista en Onda Cero, en Andalucía, Moreno Bonilla no ha desairado a su socio y convocó a Juan Marín a la reunión de urgencia del consejo de gobierno en San Telmo para que fuera partícipe de la decisión.

El presidente andaluz quiere aprovechar el pico del PP en las encuestas, el estancamiento del PSOE y la división de la extrema izquierda para poner a Vox en la misma tesitura que en Madrid

El PP se va a quedar con casi todos los votos de Ciudadanos. En las elecciones de 2018 el partido naranja logró un magnífico resultado alcanzando 21 escaños (a sólo cinco del PP), mientras que, según las encuestas, ahora podría quedarse en sólo uno. Si se diera esa circunstancia, Moreno Bonilla, que ha mantenido una relación fluida con Marín en estos más de tres años de gobierno, podría ofrecerle un puesto en el ejecutivo. No hay, por tanto, guerra sucia ni se van a producir los ataques a degüello que le lanzó Igea a Mañueco en plena campaña electoral en Castilla y León y que le supusieron al líder del PP un cierto desgaste.

Sin embargo, el elemento clave para esta convocatoria es el estancamiento de la izquierda. El PSOE, que ha sufrido las consecuencias de la guerra interna teledirigida por Ferraz para derribar a Susana Díaz, no sólo no sube, sino que podría incluso bajar un escaño desde el peor resultado de su historia. Con ello se demuestra que el Partido Socialista ha vivido durante muchos años gracias al clientelismo, que ha ejercido sin pudor desde un gobierno patrimonializado. La culpa, o al menos no toda la culpa, de este encefalograma plano político no es de Juan Espadas, el ex alcalde de Sevilla y candidato a presidir la Junta, sino de una forma muy particular de ejercer el poder. En sólo una legislatura Moreno Bonilla ha demostrado que Andalucía tiene mucho más potencial de crecimiento que el que le proporcionaba el presupuesto público y el paternalismo de unos dirigentes políticos que creían que el PSOE nunca sería derrotado. Los escándalos de corrupción que se generaron durante decenios de hegemonía socialista ahora pasan factura. No es extraño que uno de los filones de crecimiento de Vox esté en pueblos y ciudades pequeñas donde tradicionalmente ha ganado el PSOE.

Si el PSOE tendría que reflexionar sobre lo que le va a ocurrir en su tradicional granero de votos, lo de la extrema izquierda es de traca. Los seis partidos que componen el batiburrillo a la izquierda del PSOE todavía no se han puesto de acuerdo en qué hacer. Han creado una marca, Por Andalucía, pero Podemos no quiere que su marca se diluya en la coalición y aún no ha dado su visto bueno. Tampoco tienen candidato y, de nuevo, Podemos e IU, que sigue conservando fuerza propia en Andalucía, pugnan por poner a uno de sus hombres al frente de la candidatura. Total, que ese bloque podría pasar de los 17 escaños que logró en 2018 a 11 como mucho en los comicios de junio.

La cita andaluza sería una ocasión de oro para que Yolanda Díaz diera forma a su "espacio político". Sin embargo, la vicepresidenta aún no ha decidido cuándo se pondrá manos a la obra. Los andaluces tendrán que esperar a una nueva cita.