No sé si Petro es un comunista arrepentido, pero su propuesta de gobierno proviene de ese laboratorio. Muchos amigos colombianos me dicen que Colombia no es Venezuela y yo tampoco lo creo, porque nosotros repetíamos indignados que no éramos cubanos, y terminamos peor que ellos.

Pero si Colombia fuera como Venezuela, las primeras etapas estarían, como dicta el manual, caracterizadas por las palabras de Chávez: “Hay tiempos para recoger piedras y otros para lanzarlas” y eso significaría que Gustavo Petro comenzaría su mandato con unos cambios mínimos, por ejemplo, suavizará el tono con los militares y con Estados Unidos; a los adversarios los irá eliminando aplicándoles la máxima chavista de "un enemigo a la vez". Con estos pasos previos, buscará primero afianzarse en el poder controlando los poderes públicos y transformando las instituciones. Lo siguiente será politizar las estructuras públicas e industriales para después avanzar hacia la ejecución de los cambios mayores.

Buscará primero afianzarse en el poder controlando los poderes públicos y transformando las instituciones

Si Colombia fuera como Venezuela, las transnacionales, los industriales, los ricos y los inversionistas lo primero que harán será lo mismo de siempre, como en el póker: pagarán por ver. Colombia crecerá económicamente empujada por la inercia sin darse cuenta de que estarán gastando el inventario; nadie se imaginará que éste no será reemplazado hasta verificar las verdaderas intenciones del nuevo presidente. Y si llegara a existir alguna reposición, será siempre a mínimos para arriesgar lo menos posible. Las inversiones estratégicas y de desarrollo se paralizarán o se realizarán en otros países, como es obvio, hasta saber cuál será el impacto real y solo se invertirá lo necesario en mantenimiento para poder estar activos.

De entrada, si fuera como Venezuela, Petro no habría mentido porque todo está claramente explicado en su plan de gobierno: “detendrá los proyectos piloto de fracking,; el desarrollo de yacimientos costa afuera; y no se otorgarán nuevas licencias para la exploración de hidrocarburos, ni se permitirá la gran minería a cielo abierto”. Por lo tanto, se acabaron las inversiones en minería y petróleo. Esto logrará que se operen al mínimo las necesidades del estado y de recursos; comprometerán solo la poca capacidad de inversión; y en el caso del mantenimiento, será limitado a la capacidad actual hasta que ocurra el colapso en unos años. Porque no hay nada que más le guste a un socialista caribeño que comerse la vaca que le da leche todos los días. Para ellos no existe tal cosa como aprovechar los últimos veinte años que le quedan al mercado y nadie se dará cuenta en los primeros tiempos, porque Putin invadió Ucrania y se triplicaron los precios.

Intentarán copiar el modelo implementado en Venezuela por el chavismo, conocido como la “democratización de la tierra fértil”

Como Chávez, Petro tampoco ha mentido en su propuesta agroalimentaria, que es la misma de Venezuela, por eso ha dicho en su programa de gobierno que “regulará precio de los insumos agrarios; fomentará la agroindustria cooperativizada; y elevará impuestos a latifundios de tierras fértiles que no produzcan”. Por lo tanto, y a partir de allí, intentarán copiar el modelo implementado en Venezuela por el chavismo, conocido como la “democratización de la tierra fértil”. Todo lo que combine con "democratización” no es otra cosa que incentivar la lucha de clases donde el campesino irá contra el productor y, como una onda expansiva, esta venganza contagiará al votante de la ciudad quien ingenuamente creerá que respaldando la batalla contra el que produce, se logrará que los alimentos que lleguen a su mesa sean más baratos.

Así que los segundos que dejarán de invertir -en grande- son los empresarios agroindustriales a la espera de ver de qué va todo aquello de las tierras fértiles y, como no tienen dinero para expropiar, les acribillarán a impuestos. A esto le llamarán "Reforma Agraria" y comenzarán con un catastro múltiple que pretenderá obligar a los productores a usar su tierra bajo los principios de subutilización y vocación productiva, nuevo título que será adjudicado de acuerdo al estado de ánimo del funcionario socialista que los visite, por lo tanto, si usted tiene vacas, pero su tierra es apta para el coliflor, deberá sembrar coliflor o si no, se le aplicará el impuesto socialista que hará inviable su negocio.

Si Colombia fuera como Venezuela, aplicarían en la Reforma Agraria contenida en su programa de Gobierno lo que nosotros conocimos como el método CHAZ, un mecanismo en el que un funcionario socialista, generalmente uno que no ha salido de la ciudad o un ex guerrillero que se refiere a Rosa de Luxemburgo como si de un manual de siembra de coliflores se tratara, le propondrá al "propietario del latifundio improductivo" activar la producción de sus terrenos y, si no puede, deberá pagar los impuestos correspondientes, o en última instancia, venderlos al Estado para que este a su vez lo entregue a las comunidades rurales. Para que literalmente, millones de desplazados paradójicamente por los guerrilleros, puedan vivir allí y convertir a Colombia en “una potencia agrícola, para que nunca más haya hambre en nuestro suelo”.

La tercera modalidad, sería exactamente la misma que la del chavismo. Todos esos impuestos al productor y al agroindustrial así como los terrenos negociados servirán para darle dinero y créditos baratos a los desplazados, se eliminarán todos los intermediarios y se venderán sus productos directamente en los mercados populares. Pero como los impuestos no dan y los productores cerrarán poco a poco, regularán los precios bajo el eufemismo de “enfrentar los ciclos volátiles” y esto será aplaudido por todo el sistema internacional socialista, hasta que ocurra el inevitable colapso, porque la gente primero se agolpará en el campo en busca de esa gigantesca piñata ayudando a Petro a dar una imagen de éxito. Pasará, como ocurrió aquí, que en unos años abandonarán masivamente el campo porque se comieron el crédito, las vacas, vendieron los tractores y vivirán los siguientes cinco años de las migajas del gobierno, migrarán a las ciudades y comenzaremos a ver las colas en los centros de abastecimiento y entonces habrá iniciado el racionamiento.

El laboratorio así lo indica: con el desorden y el caos propiciado, las clases medias exigirán mano dura y así el socialismo la aplicará por aclamación

En el manual y también se lee en el programa de gobierno, que a partir de allí vendría un modelo de “democratización del espacio urbano”, este es el modelo chavista que tuvo como objetivo trasladar a los barrios pobres a las zonas de clase media. Luego pasarán a la creación “de todas las condiciones de protección a la economía popular”, por lo que “cesará la persecución policial a los trabajadores informales”. Y entonces lo primero que hará la policía será abandonar ese objetivo preventivo y de orden social, mientras aumentan los barrios informales y vuelve la inseguridad. Nada le gusta más a un hotel de cinco estrellas que un barrio precario o masas de trabajadores informales frente a estos, y nada revaloriza más un piso, que la inseguridad.

Si Colombia fuera como Venezuela, la función policial preventiva desaparecería en el programa de gobierno con el anuncio de una reforma profunda de la Policía Nacional, donde le será arrebatada a los militares para ser politizada por completo y puesta al servicio del laboratorio socialista. Desmontarán sus capacidades coercitivas al máximo en un estado complejo y altamente volátil, arrebatándole primero que todo sus facultades antidisturbios y de desalojos (ESMAD) y también a la Unidad Nacional de Protección (UNP) que es el antiguo DAS  y a la que ya habría que dar por hecho que erradicarán toda la influencia estadounidense e israelí, seguramente en los primeros años no se sentirá, hasta que ya sea demasiado tarde o cuando al final del proceso, con el desorden social necesario para fomentar el socialismo haya vuelto la delincuencia común, los barrios marginales comenzarán a asentarse con fuerza, y la clase media empezará a verse tan afectada como el turismo, que terminará por buscar otras alternativas. El laboratorio así lo indica: con el desorden y el caos propiciado, las clases medias exigirán mano dura y así el socialismo la aplicará por aclamación y tarde entenderá esa clase media que la represión estará dirigida a ellos.

Si fuera como Venezuela, el laboratorio estipularía con los militares que la lucha de clases debe ser implementada bajo el criterio de barrer con la “muralla aristocrática” en la que el soldado raso pueda llegar a general. Esto no está concebido para que eso ocurra, sino para que el soldado se rinda al proyecto político, el sargento pierda el respeto al general y que el oficial pierda su prestigio. A partir de allí la lenta desinversión en la contra guerrilla bajo el lema humanizador y el cambio de paradigmas con la prueba de laboratorio que indica que: “Inmediatamente ganemos la Presidencia (..) La fuerza pública debe cumplir un papel para llevar la comida de las cosechas de los campesinos a donde están las personas con hambre”, por experiencia puedo asegurar que nada contribuye más al socialismo, que convertir al oficial en un vendedor de pollos como ocurrió en Venezuela. 

El modelo del laboratorio no llamaría misiones a las comunas, como hizo el chavismo, sino pactos sociales. Por eso el pacto turístico también pretendería como Venezuela democratizar el negocio de turismo, lo que muchos socialistas aplaudirán, haciendo que las comunas, llamadas “asociaciones de acción comunitaria y solidaria” se encarguen de buena parte de este. En un principio no se crearán cientos, sino miles de agrupaciones para la repartición en la piñata, para más adelante y después de que la policía dejó de hacer buena parte de su trabajo, el turismo comience a resentirse por inseguridad-precio-calidad de servicio, cambiando la particularidad del mismo, como ha ocurrido en todos los socialismos latinoamericanos, donde no solo baja la afluencia, sino que se reemplaza al turista que deja dinero en la economía y contribuye al PIB, por el que va de paseo a un “dialogo intercultural” y se lleva más de lo que trae. 

Si Colombia fuera como Venezuela, no podría faltar la regularización del precio de los medicamentos. ¿Quién no desea que estén más baratos? Explotarán ese sentimiento que tiene incluso la clase media contra la avaricia corporativa y usarán los mecanismos favoritos de los socialistas del tercer mundo, la reindustrialización farmacéutica local, que se traduce en un par de empresarios cercanos que se harán trillonarios con productos genéricos y la regulación de precios. El resultado será que al regular el medicamento en moneda local la medicina desaparecerá, porque se habrá dejado de producir localmente y se importará a un precio más caro. Descubrirán muy tarde que nadie se mete con los laboratorios sin terminar muy enfermos. 

Por supuesto que todo esto hay que verlo en su conjunto pues sería impactado también por la política de pleno empleo en el que el privado, asfixiado por la desinversión, los impuestos y depreciación de la moneda para pagar un subsidio al trabajador, otro al desempleado, otro al subempleado y como no habrá dinero o se buscará en impuestos o apelarán al método chavista de crearlo artificialmente. El resultado es que el mercado se contraerá, además de encarecer la mano de obra calificada y deberán contratar a las comunas además de buscar cerrar la brecha de los ingresos, pero como no hay dinero y cada vez habrá menos, lo harán según la máxima de Fidel Castro aplicada con obediencia por Chávez, de implementar la pirámide invertida, es decir, bajarán los sueldos de los más calificados y desmotivarán, como en Venezuela y Cuba, al trabajador que desee esforzarse más. 

A esto se le añadiría el “pleno empleo” creado como fórmula del laboratorio que esconde el virus de la sustitución de las fuerzas capitalistas, por los recién llegados al socialismo. Del funcionario profesional, formado durante décadas por el vago que leyó apresuradamente en internet las mejores frases de Antonio Gramsci y se las recita al camarada para lograr el cargo de funcionario regulador.

Si Colombia fuera Venezuela, se aplicaría el recetario común para todos los países del socialismo del siglo XXI, no podrían faltar las Bancas Únicas y los Fondos Únicos como el de Salud que fusionará a todos los existentes y que ofrecen nada menos que la salud global gratuita, basado en un: “sistema único sin regímenes contributivos y subsidiado financiado por impuestos progresivos y cotizaciones equitativas”, que junto a otro Sistema de Salud Preventiva también financiada con nuevos impuestos, hará de Colombia una potencia médica. Lógicamente no pasará mucho tiempo para que vean que la clase media prácticamente mermada no puede mantener a la abrumadora cantidad de pobres recién creados, que los impuestos cada vez son menos y se ha tenido que echar mano de la impresión de dinero y como en todo socialismo que se respete, comiencen a aparecer los primeros mega-casos de corrupción en los fondos únicos sociales y mucho menos tiempo para que alguien proponga que lleguen miles de médicos cubanos, porque los colombianos no quieren trabajar gratis.

Petro necesita de la hucha mágica del socialismo del Siglo XXI, impuestos y petróleo

Finalmente, todo dependerá de su voracidad fiscal. Petro necesita de la hucha mágica del socialismo del Siglo XXI, impuestos y petróleo. En lo segundo le sonríe la suerte, ingresando en caja el doble de lo que pudo haber gastado su antecesor y dependerá de que Putin siga animando la fiesta de los comodities a bombazos, por lo que el primer año y parte del segundo podría ser un espejismo si se pone a gastar a lo chavista, algo que lo ayudará mucho a la fase de recoger piedras, pero solo hay que recordar que detrás de toda bonanza, viene la catástrofe y allí, sin dinero comenzará a lanzarlas. Si Petro toma ese excedente y lo ahorra, cuando lleguen los tiempos malos podrá estabilizar a Colombia, si lo gasta y ajusta al país a la bonanza, el desastre será monumental.

Que Colombia no es Venezuela es obvio, pero el recetario sí. Nosotros nunca pensamos que terminaríamos peor que Cuba. Pero el que crea que el país del proceso 8.000 y de los carteles de las drogas está enterrado cuando, según la Casa Blanca, rompieron el récord de producción y calidad; el que crea que las instituciones no son frágiles en un país cuya percepción de corrupción la sostiene en el puesto 87 junto a Etiopía y por detrás de Bielorrusia; el país que presentó al octogenario Rodolfo Hernández para competir contra los comunistas, por supuesto que no es parecido a Venezuela, pero mucho menos se parecen noruegos o suizos. 

Nadie vendrá en su ayuda. Tanto los estadounidenses como buena parte del planeta están hartos de Latinoamérica

Conviene a la clase media colombiana comprender que viven en un mundo que ha cambiado. Nadie vendrá en su ayuda, tanto los estadounidenses como buena parte del planeta están hartos de Latinoamérica y simplemente creen que lo mejor que hay que hacer con los latinos es construir un muro más grande y alto que el de Trump y nada se compara con las oleadas que llegarán de Latinoamérica en la próxima década. Un muro que simboliza no solo la importancia de esta parte del continente, sino su renuncia absoluta al desarrollo. 

Colombia no es Venezuela, porque a diferencia de nosotros que ganamos un referendo constitucional para evitar ese mismo programa de gobierno, la mitad más uno de los colombianos votó por el socialismo, por liquidar la existencia y cerrar la tienda, por reducir la seguridad pública, justo cuando más lo necesita en un proyecto que transita el mismo camino bolivariano que Venezuela, y aunque tenga otros resultados menos nefastos y no tan graves como nosotros, representará el colapso porque la economía es frágil y no se puede jugar con ella, el dinero es tan medroso como las inversiones o el turismo y la seguridad pública, es aún más frágil. Despertar los demonios que cada nación tiene escondidos en sus entrañas, es lo peor que se puede hacer.

Como dije, este proceso no es mágico, ni sucederá en un par de días. Putin y los precios de las materias primas darán la sensación de que el proyecto funciona, al liquidar los inventarios agresivamente muchos aplaudirán, más aún cuando las nuevas estadísticas demuestren que ya no hay pobres. Pero detrás de la cortina, sigue el pobre escondido, la inflación oculta, la desinversión y el deterioro de los negocios pequeños y medianos, así como el cierre progresivo por asfixia impositiva y por miedo. Mientras eso pasa, la economía capitalista colombiana ayudará mucho a la implementación y sostén del socialismo del Siglo XXI, pues la inercia hará su parte, pero Petro no recibirá tanta ayuda para aplicarlo, como la de los empresarios capitalistas y la clase media que desesperados creerán que pueden cortejarlo y hacerlo entrar por el aro. 

¿Petro representa el fin de Colombia? En absoluto. Somalia y Venezuela siguen siendo países. Que Colombia no sea Venezuela y se aplique o no la receta, solamente dependerá de los colombianos. 


Thays Peñalver es abogada y periodista. Es autora de La conspiración de los 12 golpesSu último libro es Diálogos impertinentes (Forrest Media). Aquí hemos reproducido, con autorización de la autora, parte de la introducción y del capítulo titulado España.