La prueba más  palmaria de lo que está sucediendo en el interior del Partido Socialista y de lo poco que tiene este PSOE del que existió hasta la llegada de Pedro Sánchez es que los nuevos miembros de la cúpula del partido ya estaban sentados a la derecha y la izquierda del líder sin haber sido nombrados uno a uno y haber acudido a tomar posesión de su lugar como hubiera sido lo habitual en todos los comités federales que se han celebrado en el Partido Socialista por lo menos desde la llegada de la democracia.

Pero es que aquí no hay nada que se atenga a ninguna clase de lógica y este sábado resultó evidente que el Comité Federal ha dejado de ser lo que los Estatutos del PSOE establecen para convertirse en un grupo de aplaudidores de Pedro Sánchez y nada más.

Por eso no hacían falta las formas. Porque ya han sido derogadas todas las formalidades y ya es un hecho incontestable que el Partido Socialista ha sido arrasado internamente.

No es verdad que el PSOE haya salido “más fuerte y más unido” que nunca, según se insistía en decir por parte de los elegidos esta vez en esa ruleta de la fortuna que Sánchez guarda a buen recaudo y que sólo maneja él.
El partido no sale en absoluto más fuerte y más unido sino todo lo contrario y sólo tuvimos que escuchar al líder para darnos cuenta de que, como él siempre quiso, entre su persona y las bases que le dieron el liderazgo no hay nadie.  Todo lo que existe es genuflexión y aplausos.

Fueron apenas unos minutos los que se dignó en hacer mención de los recién llegados a las tareas del partido y a despedir a quienes han estado apenas nueve meses desempeñando sus cargos. No explicó nada a ese Comité Federal ni justificó nada a pesar de que días antes ya se habían filtrado los nombres de los elegidos sin que el máximo órgano entre congresos fuera ni siquiera convocado. Y mira que hubiera sido necesario por lo menos cubrir el expediente porque nada menos que una vicesecretaría general iba a cambiar de titular. 

Pero la intervención de Sánchez fue como una repetición del debate sobre el estado de la nación solo que con otros interlocutores, más de 250 personas venidas de toda España con el único cometido de asentir. Porque ése fue el argumento al que se atuvieron los que, preguntados por los asombrados periodistas sobre lo que estaban presenciando, fueron dando con la misma unanimidad con la que se daba por bueno lo que allí estaba sucediendo: “Los nombramientos se han hecho por asentimiento”.

Del mismo modo el asentimiento es el que ha llevado al Partido Socialista a aceptar la constitución de un Comité Estratégico liderado por Sánchez y tutelado desde Moncloa con cinco ministros con asiento en él, una figura que no está en los Estatutos pero a la que no se ha puesto la más mínima pega por parte de uno solo de los asistentes a este Comité Federal que no se atreven ni a rechistar, no vaya a ser que queden señalados.

El asentimiento es la tónica de este nuevo partido sumido en la inanidad, que está más muerto que vivo y donde reina el culto al líder sin la menor disidencia

El asentimiento es la tónica de este nuevo partido sumido en la inanidad, que está más muerto que vivo y donde reina el culto al líder sin la menor disidencia. Hay que recordar ahora lo que decía en el año 1990 Felipe González tratando de mantener embridado a un partido que pretendía participar a través de la enorme influencia en el mismo y en el gobierno del entonces vicesecretario general del PSOE y vicepresidente del Gobierno: “Se gobierna desde Moncloa, no desde Ferraz”. Ahora sería hasta ridículo sostener semejante relación porque Ferraz, como tal, como la sede de un partido con empuje, con alma, eso que Yolanda Díaz achacaba al actual Gobierno, ha dejado de existir.

La vicepresidencia del PSOE es el cargo que ocupó el todopoderoso Alfonso Guerra durante 18 años y es el mismo cargo que ahora se ha amortizado “por asentimiento” y sin una mínima discusión ni una consideración sobre, qué sé yo, la idoneidad de la candidata, por decir algo, o sobre la oportunidad de que la ministra de Hacienda compagine su cartera con la vicesecretaría general del partido. Nada, la nada más absoluta.

Pero la situación del PSOE habría exigido un examen profundo sobre la posición del partido en las diferentes comunidades y en los ayuntamientos más importantes. Porque estamos hablando de un partido que lleva perdidas cuatro de las cinco elecciones autonómicas que se han celebrado y que debería rearmarse muy seriamente para acometer las próximas municipales y autonómicas del próximo mes de mayo.

En lugar de eso, este Comité Federal se ha saldado con una intervención autopropagandista del presidente y con la invocación, ya muy manida, según la cual “vamos a por todas”, cosa que ha repetido el presidente no menos de cuatro veces a lo largo de su discurso.

Pero más parecía que hablaba del Gobierno que del partido al que había convocado de urgencia, de nuevo saltándose todas las normas para, se suponía, explicar las razones del “recontrarrecambio” acometido y poner las bases para el reforzamiento de la estructura partidaria. No ha habido nada de eso. Solo el asentimiento que es la "salida" de aquellos a los que nadie tiene nada que preguntar.

Así les va a ser muy difícil ganar.