Hay una parte de la izquierda en España que siempre ha considerado que los ciudadanos somos especialmente incapaces, inútiles e ineptos, que necesitamos de la tutela del Estado. Esa izquierda regala un bono cultural a los futuros votantes mientras mantiene el mayor iva para la cultura de la Unión Europea, dicta leyes para protegernos de todo porque nos considera víctimas que no sabemos defendernos, siempre con ese falso paternalismo, porque esa izquierda se considera mejor que la media de los españoles y por lo tanto se erigen como su guía para conseguir su país ideal en el que todos piensen igual que ellos.

Defienden antes la sanción que la información, la multa que el aprendizaje y el decreto ley que el dar ejemplo. Son los que nos dicen qué debemos comer y que no, qué debemos decir y que no, hasta qué debemos pensar y que no.

Me ocurrió esta semana, entro en mi Banco y la empleada me cuenta con sigilo que vinieron desde la central a colocar la temperatura a 27 grados en verano y 19 en invierno y que además bloquearon el termostato para que ningún trabajador lo pueda cambiar, porque les ha llegado la voz que ya han pasado inspectores por alguna sucursal del Banco y al encontrarla más baja de lo que marca la ley, les han multado. Sanciones de hasta 60.000 euros en casos leves y de 6 millones en los casos graves.

Los 27 grados de Madrid no son los de Sitges frente al mar con una humedad superior al 85%"

En dos ocasiones desde que se impuso el supuesto plan de ahorro energético, acudo a restaurantes en Cataluña donde el calor hace insoportable cualquier velada y se multiplican las anulaciones de reservas. Los 27 grados de Madrid no son los de Sitges frente al mar con una humedad superior al 85%, que se convierten en 32 insoportables grados que no invitan a comer a nadie.

Controlar la temperatura en un espacio público que paga un particular y no el Estado, es la gota que colma el vaso de los atropellos constantes a los derechos civiles individuales en España. Antes ya arrasó con la inviolabilidad de domicilio no votando en el Congreso terminar con la okupación y en pandemia anuló nuestro derecho a la libertad de movimiento utilizando un estado de alarma ilegal.

El Presidente Sánchez no consensua, ordena por decreto aprobando 31 decretos de media al año, Felipe González en 12 años de gobierno solo aprobó 130, Sánchez lleva 124 decretos ley en menos de cuatro años. Quiere pasar a la historia de España por algo más que gestionar mal una pandemia y se sabe que no es querido ni por los suyos. De ahí que se afane una y otra vez en agradar. Lo que no le indica ninguno de sus 803 asesores que nos cuestan 26 millones de euros al año, es que solo practicando con el ejemplo se acercará a los ciudadanos.

Ningún Gobierno en España se preocupó tanto de la opinión publica como este, hasta el punto de contratar un servicio de inteligencia artificial para controlar toda alusión a Sánchez en radio y televisión minuto a minuto, o gastarse una cifra jamás alcanzada en propaganda informativa, el presupuesto no ha dejado de crecer desde que se instaló en Moncloa, este año 79,28 millones de euros.

Más allá de las mentiras electoralistas que le llevaron a ganar las elecciones y que pisoteó el día después de su victoria, ir a la Isla de La Palma diez veces para prometer lo que luego no se cumple o visitar las zonas devastadas por los incendios forestales en Falcon para echar la culpa al cambio climático, son ejemplos de la hipocresía que practica a diario este Presidente.

Les dejamos jugar con el consumo de carne, con la elección de género sexual, con los niños, niñas y niñes,…y ahora nos obligan a sudar o pasar frio"

¿Hasta cuando la mayoría de españoles aguantarán tanta presión? ¿Cuál es el límite de nuestra paciencia? Les dejamos jugar con el consumo de carne, con la elección de género sexual, con los niños, niñas y niñes,…y ahora nos obligan a sudar o pasar frio en nuestro propio comercio pagando nosotros la factura eléctrica más cara de la historia.

La sociedad española ha evolucionado muy por encima de la media de nuestra clase política, no se la engaña tan fácilmente como en los primeros años de democracia. Sufrimos los tres poderes del estado: el Ejecutivo con más ministros de Europa, el Legislativo atado de pies y manos a minorías independentistas contrarias a España y el Judicial, que juez a juez va fagocitándolo el Gobierno sin prisa pero sin pausa. Sabemos que esto no es una democracia plena, lo terrible es que solo hace que degenerar hace cuatro años.