Los precios de los alimentos chorrean de un día a otro como los propios alimentos en su bolsa de malla, con la inevitabilidad de la gravedad o de la podredumbre, pero aún no sabemos si se van a topar, si se pueden topar, si el Gobierno los va a topar, si el Gobierno los puede topar. Yo creo que dicen tanto lo de topar porque ya con la sola palabra parece que se les ha puesto un tapón gordo, a presión, de los de gaseosa antigua, a esos precios burbujeantes o explosivos. A lo mejor es cierto que no se pueden topar, como dice el ministro Planas en contra de lo que dice la vicepresidenta Yolanda Díaz, o sea como dice el Gobierno en contra del Gobierno. A lo mejor es cierto que sí se pueden topar, como dice un ministerio contra otro ministerio como un galeón de la Castellana contra otro galeón de la Castellana. Esto último sería una gran ventaja, porque acabaríamos con la inflación por el método definitivo y casi mágico de prohibir que los precios suban. Yolanda podría salvar el mundo, otra vez, con obviedades tiernas, poderosas y seguramente imposibles, como versos de Gloria Fuertes.
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