Los barones del PSOE son los que más piensan, o son los únicos que piensan, mientras Sánchez sólo está de gira como aquel horrible Elvis hawaiano, regalándole a la gente cocos y caderazos. Ahora mismo, los barones piensan en el descalabro, en el derrumbe sanchista, unido al derrumbe de Podemos, que les pueda arrastrar a ellos. Sánchez, que ha prescindido del partido, que ya sólo es él en su búnker, dando órdenes desde la bici estática como un malo corporativo o gansteril; Sánchez, decía, ya sólo tiene un mercado global, ese mercado donde están los ricos simbólicos y las derechas eternas, como antiguas esfinges doradas, muy diferente a ese mercado de problemas y solanáceas reales de la provincia. También Podemos va teniendo ya sólo un público minoritario e intrahistórico, admiradores de las revoluciones como esos aficionados a las batallas navales, y por eso están desapareciendo de los parlamentos regionales, donde no pintan nada, como un Simón Bolívar en Toledo.

La marca de la Moncloa está contaminando las marcas regionales del PSOE y la marca Podemos ya casi no existe, está entre la Mirinda revolucionaria y el Yoplait de coco. Los barones socialistas, que no están enterrados en el búnker ni cegados por los espejos, se dan cuenta y ven la cosa chunga para estas próximas elecciones municipales y regionales. Sánchez ya ha sido descubierto, como Podemos, en sus trucos, mentiras y pócimas, y cada vez convence a menos españoles, salvo a los suscriptores que digo yo. Pero, además, uno cree que al votante de las autonómicas, que está atento a sus cosas de provincia y a la Segunda B, esa cara B del carrusel deportivo y político, Sánchez le tira aún menos. Sánchez es como una estrellita del fútbol, lejana, ajena, niñata y algo odiosa, metida en la política igual que en las discotecas, y si acaso lo que le tira al votante desde su pueblo es castigarlo, con esa saña con la que se vengaría de Cristiano Ronaldo.

A Sánchez, ya lo veremos, no lo va a querer tener en la campaña nadie, será una campaña de ocultar a Sánchez como un lunar peludo

El barón socialista no es que esté solo en su castillo parador, defendiendo su gestión y su tradición con sus águilas bicéfalas o bífidas y sus cabezudos rodantes, ahí frente a las plurinacionalidades, indepefilias, bildudependencias y maniaconarcisismos de Sánchez, que eso todavía no sería tan malo. El barón socialista no es que vea que va a sumar pocos votos de Sánchez a los suyos, sino que va a tener que restar de sus votos los muchos votos contra Sánchez. Por la provincia, la denostada provincia, tan lejos del Camelot colonial y aguacoloniense de la Moncloa, lleno de extras y tocadores de cine, Sánchez ya es un gafe con gafa rota de gafe, que más que gobernar apocalipsis y tempestades los llama, como un paraguas abierto. A Sánchez, ya lo veremos, no lo va a querer tener en la campaña nadie, será una campaña de ocultar a Sánchez como un lunar peludo. Aún podrían confiar los barones en la fortaleza del PSOE como sigla histórica o como pilar parroquial de la comunidad, si no fuera porque Podemos es lo único que supera en gafe, tuertura y decadencia al sanchismo, y esa combinación sí que es mortal.

Podemos no es que esté desapareciendo, sino que vuelve a donde estaba históricamente esa izquierda, al fetichismo de la camisetucha, al contubernio del porro, a la intelectualidad del libro único y al funcionariado de la revolución. En realidad no sé si habría que hablar de Podemos o empezar a hablar del hueco de Podemos, como ese hueco del tuerto. Podemos se ha ido desplazando hacia esa asíntota del 10% de toda la vida, al menos la vida reciente, democrática, así que ya no se trata de la nueva política, ni de los indignados, ni de la transversalidad ni de nada de todo ese cuento, sino de la izquierda de siempre, con su flauta y su mecherito, que ha sido irrelevante salvo para las consejerías o concejalías de turismo y deporte. Eso sí, ese 10% ahora se dividirá en nuevas sectas, escisiones, purismos, renovaciones o resistencias que la harán aún más irrelevante y dejarán al PSOE sin ese apoyo que era caótico y problemático pero suficiente.

Los barones del PSOE a lo mejor son lo único que queda del PSOE, aunque los sanchistas incondicionales y la izquierda de libro rojo los pongan de barones de misa y toro embolado

Salvo que Yolanda Díaz vuelva a resucitar un nuevo populismo en una izquierda de ala de mariposa o piel de ángel o algo así, ese hueco de Podemos se va a disolver en el viejo hormiguero de las izquierdas, con su zumbido de ruido de fondo y pellizcos diminutos. Y aunque Sánchez se haya desplazado también hacia la izquierda, allí donde ya arden banqueros gordos y capitalistas de manos ganchudas, no hay mucho más margen. Sánchez, aun con la ultraizquierda volviendo de otra larga aventura u otro fracaso con su mismo poncho de siempre, todavía tendría a los nacionalistas, a su Frankenstein más o menos recosido y más o menos querido. Sería complicado, o imposible, a menos que aceptemos el evangelio de Tezanos, pero aún lo tienen peor los barones, a los que, salvo allí donde tienen su propio nacionalismo campanero, ya sólo salvaría la mayoría absoluta de los viejos tiempos. Los barones del PSOE a lo mejor son lo único que queda del PSOE, aunque los sanchistas incondicionales y la izquierda de libro rojo los pongan de barones de misa y toro embolado, de derechones y traidores. Estamos volviendo al bipartidismo, se desmoronan a la izquierda del PSOE y empiezan a desmoronarse a la derecha del PP, que en Vox ya parece que sólo se hablan a través de plañideras y males de ojo. Yo creo que Sánchez se cargó él solo la nueva política o simplemente toda la política, haciendo desear el bipartidismo turnista siquiera por quitarnos de esta continua y desvergonzada subasta del Estado. Vuelve el bipartidismo, aunque diría que ha vuelto antes al PP, que otra vez es un PP aburrido, mediocre, numismático y tranquilizador, que consigue mayorías absolutas no con mesías sino con sosos. Al PSOE todavía le queda librarse del sanchismo para volver siquiera al felipismo provincial de sus barones, que ahora tiemblan no tanto por el hueco de Podemos sino