Feijóo parece que terminó saliendo de su jersey como a través de una telaraña sólo para sorprenderse de que Sánchez seguía siendo Sánchez, que suena a final de película de Halloween. No tenía uno a Feijóo por una colegiala con linterna y miopía, pero se diría que el PP empezó la negociación sobre la renovación del CGPJ sin saber que Sánchez era Sánchez, que el doctor Frankenstein era el doctor Frankenstein, y que no hay que bajar a los sótanos vestido de animadora.

Yo creo que Feijóo, que hasta va con jersey de amigo de Scooby-Doo, ha fingido el disgusto y el sobresalto de encontrarse delante a Sánchez con sonrisa de calabaza en llamas, que es la misma sonrisa de siempre. El PP ya había hablado de separar el asunto del CGPJ y la rebaja de las penas de sedición, o sea que uno no entiende el repentino susto, el arremangamiento de enaguas y los pies en polvorosa que se ha marcado Feijóo como la abuelita de Piolín. O es que el miedo no era por Sánchez sino por Ayuso y Moreno Bonilla, que se le han presentado de la mano con su mucetita escalofriante de niñas de El resplandor.

Feijóo parece que vuelve dentro de su jersey, como una tortuga con jersey, pero no ha sido por susto ni por engaño de Sánchez, sino que ha sido un envainamiento (envainamiento de espada quebrada de tortuga D’Artagnan, ya que estamos con los dibujitos). No es que no se pueda cambiar de opinión, rectificar o arrepentirse, pero Feijóo lo ha hecho con una especie de gritito ridículo, como ante una araña zancuda.

Feijóo aún pretende explicar que han roto las negociaciones cuando se han dado cuenta de que Sánchez pretendía “debilitar las instituciones”, y a uno lo que le parece maravilloso es que Feijóo se de cuenta de eso ahora, como si hubiera estado hibernando ahí en su jersey de lana de crisálida o de novia de quarterback. El PP empezó esa negociación sabiendo que Sánchez era Sánchez, que Frankenstein era Frankenstein y que el mayordomo era el asesino. Lo contrario sería suponer que Génova vuelve a ser esa ramita o esa ventana que tiemblan en el miedo o en la oscuridad. Pero eso es justo lo que está pensando el personal ahora, en estos días de escalofríos del más allá y del más acá.

La estampa de un PP tan ingenuo que liga el acuerdo sobre el CGPJ, o cualquier otro acuerdo, a que Sánchez deje de ser Sánchez, a mí me parece increíble. Me pega más un PP que liga ese acuerdo a que Sánchez, por lo menos, no les vacile demasiado, que no les restriegue o azuce con la reforma de la sedición como con una escoba de bruja.

María Jesús Montero les vaciló, que ella no puede evitarlo, es vacilona de hacer pitos con los dedos como con las cuentas del Estado

Pero María Jesús Montero les vaciló, que ella no puede evitarlo, es vacilona de hacer pitos con los dedos como con las cuentas del Estado o de la taberna, y Sánchez también les vaciló, allá desde un África en la que él confundía los países como se confunden discotecas. El Gobierno les vaciló y al PP lo que le dolía era esa humillación, no la rebaja de la sedición, que ya estaba en el programa socialista y hasta en las propias declaraciones de Feijóo, y que nadie iba a olvidar ni a enterrar, ni Sánchez, ni los socios de Sánchez, ni tampoco el PP. Se diría que Génova empieza a confiar su futuro a la desmemoria de sus votantes, un poco como el propio sanchismo.

Lo que nos queda no es la ruptura de Feijóo con Sánchez, sino el miedo de Feijóo, miedo a los propios pasadizos del PP, a antepasados muertos o al menos de luto, a psicofonías de la radio, a manos enguantadas de telaraña que le tocan la cara o le tocan el jersey erizado de electricidad estática hasta la nuca. Y también nos queda una chocante ala dura del PP, no sólo porque esté ahí Moreno Bonilla como una madrastra nueva, sino porque parece que esta facción sólo atiende a las apariencias, como en los velatorios de esa gente que es mucho de velatorio.

Como digo, no se trataba de la sedición sino de no mencionarla, como a la querida de ese muerto de cuerpo presente, allí en al ataúd como todavía en la cama matrimonial. O bien ese acuerdo sobre el CGPJ era, para el PP, cuestión de un bien mayor, o no lo era. Si lo era, no se entiende que lo rompa por apariencias, por un escándalo de apariencias. Si no lo era, Feijóo sólo estaba de paripé y le estaría dando la razón a Sánchez. El caso es que Feijóo, ahora, sólo puede quedar como un mentiroso, como un pusilánime, o como el único al que aún puede engañar un Sánchez que ya no engaña a nadie.

La verdad es que no se trataba de llegar a un acuerdo para que Sánchez dejara de ser Sánchez, que eso es imposible, sino de llegar a un acuerdo a pesar de que Sánchez no iba a dejar de ser Sánchez, que es ahí donde se habría notado a un partido de Estado y a un político de Estado.

Que la renovación del CGPJ suponga automáticamente complicidad con los indepes y bilduetarras a mí me parece un argumento de tertuliano de cuerda de reloj de cuco o de voxero con el morrión hasta el entrecejo. Pero si era eso lo que se pensaba, la negociación no hubiera tenido sentido desde el principio. Y las apariciones de Ayuso, Moreno Bonilla y los demás espectros con ropita de niño muerto y doce campanazos con eco de pozo también habrían llegado en ese principio, tan acojonantes como ahora.

O no llegaron y hasta los halcones actúan sólo por las apariencias del momento, o Feijóo las ignoró entonces pero se somete ahora. En cualquier caso, todo el partido queda debilitado o miedoso bajo el jersey de Feijóo como bajo un edredón con linterna en Génova.

Con susto de polluelo bajo el ala o colegiala bajo el jersey, con susto increíble y excusas increíbles, lo que ha conseguido Feijóo es que el PP vuelva a parecer un cementerio de comadres y él otra vela que vacila en la última ventana de Génova con temblor de todo lo que se mueve. Esto, mientras el doctor Frankenstein sigue como siempre, claro.

Yo le recordaría a Feijóo que el respeto de los fuertes nunca se gana mostrando debilidad, más que nada por si ve que, así de repente, se le va poniendo cara de animadora delante de una motosierra, o cara de Casado vagando por los desvanes.