Nadia Calviño sonrió ayer satisfecha cuando en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros le preguntaron sobre las medidas a adoptar para evitar que Ferrovial traslade su sede a Países Bajos. La vicepresidenta, que recriminó la semana pasada personalmente a Rafael del Pino (presidente y primer propietario de la constructora) su decisión, valoró la "rectificación" de la compañía, sobre todo en lo que se refiere al reconocimiento de que nuestro país es un modelo de seguridad jurídica.

La batalla de opinión pública entre el Gobierno y Ferrovial no ha durado ni una semana. Del Pino se la ha tenido que envainar. Otra cosa es que cambie su decisión, cosa que no figura en sus planes.

El mal trago, en forma de entrevista a Antena 3 TV, lo asumió su ya ex director de comunicación Francisco Polo. "Posiblemente no lo hemos sabido explicar", dijo cariacontecido. "Entono el mea culpa", se lamentó. Seguramente, Polo no es el responsable del desgaste que ha sufrido Ferrovial en los últimos días, pero ya se sabe: lo más sencillo en estos casos es matar al mensajero. Es verdad que Polo se jubila en mayo, pero su autoinmolación ha sido un exceso.

Del Pino tiene todo el derecho del mundo a trasladar su sede a Países Bajos, pero cuando un empresario toma una decisión como esta, con una indudable repercusión mediática, tiene que medir bien sus fuerzas.

La rectificación de Ferrovial en las formas no hará cambiar la decisión de Del Pino. Y lo peor es que el pulso ha evidenciado la mala relación de Pedro Sánchez con la mayoría de los empresarios

El presidente de Ferrovial y el presidente del Gobierno se parecen en una cosa: la soberbia. El primero ha querido llevar a cabo un cambio de sede con la vista puesta en la mejora de sus resultados, sin tener en cuenta ni el momento ni la reacción del Gobierno. Para Pedro Sánchez, la marcha de Ferrovial suponía un pulso que no se podía permitir el lujo de perder. Como me reconocía un asesor de Moncloa, "a nuestro electorado le ha parecido muy mal que una empresa que ha vivido de la obra pública se marche a Holanda para pagar menos impuestos y agradece la dureza del Gobierno con esos patriotas de pacotilla: es un mensaje que entienden nuestros votantes".

La capacidad del Gobierno para doblar el pulso a Del Pino se puso de manifiesto el pasado viernes, cuando la patronal Seopan tuvo que rectificar un comunicado muy duro en el que se defendía la capacidad de Ferrovial para tomar sus decisiones empresariales. "Es que hay empresarios que luego llaman a las puertas del Gobierno para que les ayudemos a solucionar sus problemas, sobre todo fuera de España", comenta la misma fuente. Así que Julián Núñez, presidente de Seopan, tuvo que tragarse el sapo y decir que el comunicado emitido horas antes era sólo una opinión personal. ¡Ja!

Ni a Carlos Slim (principal accionista de FCC y uno de los accionistas del Grupo Prisa), ni a José Manuel Entrecanales (presidente y propietario de Acciona) les interesa un lío con el Gobierno. El repliegue de Seopan puso de manifiesto que Sánchez estaba ganando su particular guerra.

A partir de ahora, el Gobierno bajará el diapasón de su ofensiva (alentada desde Podemos y jaleada por sus palmeros mediáticos), aunque eso no signifique que Economía, Presidencia (que ahora lo hace casi todo) o Hacienda terminen por pergeñar una medida de castigo para las empresas que osen seguir el camino de Ferrovial.

Pero el menor volumen del ruido, o el sacrificio de un peón por parte de la constructora, no mejoran en lo fundamental la relación del Gobierno con los empresarios. La nota hecha pública ayer por el Instituto de Empresa Familiar, en la que se pide al Gobierno "evitar descalificaciones personales", es sólo una muestra del mal clima que existe entre la clase empresarial y el Ejecutivo.

Eso es lo que debería preocupar a Sánchez, que cada día que pasa hay más empresarios que le ven como a un presidente que les trata como enemigos.