Sí, ya sé que lo de las pensiones es muy pesado. Ya sé que sólo aparecen cuando alguien quiere el voto de alguien y el resto del tiempo es meter el tema en nevera, aunque suban los precios o las cotizaciones a la seguridad social.

Lo mismo alguien no ve claro lo de las cotizaciones, pero la lógica no les será extraña. Imaginen un matrimonio. Ella tiene 78 años. Él 82. Viven en una casa que se compraron en 1980. Entonces él tenía 40 años y ella 35.

Ni grande ni pequeña, ni en un barrio de lujo, ni en un barrio deprimido. Una familia de toda la vida. Tuvieron tres hijos (o dos… o uno… o ninguno, pongan ustedes el caso, pero no olviden el número que han elegido) y van cumpliendo años.

Hasta que llegan a la jubilación. Se alegran de que la pensión indexe (vaya acorde) con el IPC, pero tienen a una persona trabajando en casa, porque lo que era un espacio asumible en 2010 ya no lo es tanto en 2023.

Esa persona trabaja de lunes a viernes, llega a las 9 y se va a las 5 y, un día, descubren que han subido las cotizaciones de la seguridad social y que, pese a lo muy indexada que está la pensión al IPC, la subida en la cotización mes a mes, les está haciendo un agujero nada simpático en sus cuentas.

Aquí lo dejo, porque me podría poner todo lo melancólico que quisiera, incluso hasta un punto en el que ustedes lleguen a considerar que el Estado es una maquinaria malvada con los pensionistas.

Pero la realidad no es extraña a este caso. Especialmente si se cumplen los pronósticos de la Ministra María Jesús Montero, cuando el pasado 15 de marzo afirmaba que “la generosidad de nuestros mayores, permanentemente, ayuda a los nietos y ayuda a las familias de este país, porque nuestros mayores ayudan todos los días a las familias de este país.”

Nota: si han elegido arriba “0 hijos”, el matrimonio conserva poder adquisitivo.

Si un jubilado o un matrimonio de jubilados, encima de pagar el incremento de la cotización de la persona que les ayuda en casa, tienen que aportar a la economía de hijos o nietos (y perdón por el estereotipo, pero empezó la Ministra Montero), algo no está funcionando en nuestro sistema.

No funciona porque el salario más frecuente en España es 18.480€ y el salario medio es de 25.165€.

No funciona porque España es uno de los países con mayor presión fiscal. La suma de IRPF y cotizaciones sociales es de las más elevadas de los países desarrollados. El 39,3% del salario del trabajador se va en ambos impuestos.

A lo mejor no les parece mucho, pero puede que se ubiquen en el continuo impuesto-tiempo si les digo que la media de la OCDE está 4,7 puntos por debajo de la cuña española (34,6%).

No funciona porque del paro ni hablamos, al igual que sobre la presión fiscal a las empresas.

Uno no cobra pensión en función de lo que ha trabajado, sino en función de lo que el Estado quiere que uno cobre

Y no funciona porque la pirámide demográfica está invertida y, en breve, habrá más jubilados que trabajadores cotizando, porque nos estamos haciendo un país viejo.

Alguno podrá decir que eso tardará en llegar, pero si tiene de 45 a 55 años, que sepa que tardará en llegar lo que esa persona tarde en llegar a los 67 años, porque no somos boomers por nada.

Hasta hace no mucho el sistema de pensiones en España era contributivo. Uno trabajaba y la pensión le rendía en función. Esto significaba que lo que se recibía estaba directamente relacionado con lo que se había trabajado.

Pero por distintos motivos (crisis de las cuentas públicas, exceso de gasto, elevación de la base máxima de cotización…) el sistema quebró y pasó a alimentarse, directamente, de impuestos.

Esto implica que el gasto en pensiones se define cada año en los Presupuestos Generales del Estado y que uno no cobra pensión en función de lo que ha trabajado, sino en función de lo que el Estado quiere que uno cobre.

Es decir, el cómputo de años trabajados simplemente te dice durante cuánto tiempo tienes derecho a qué tipo de pensión, pero no cuánto vas a cobrar. Y aquí yace la perversión. En año electoral… una barbaridad. En tiempo de apretarse el cinturón, reducir el déficit, reducir la deuda o pagar intereses más elevados por esa misma deuda… échate a temblar.

Pero, recuperando lo de arriba, que tiemble también el contribuyente, porque si se quiere mantener unos márgenes de poder adquisitivo, la única vía es subir los impuestos e, insisto, ya somos de los que más pagamos.

Esto es un hecho y es irrefutable (gracias, Aaron Sorkin, por tan potente frase).

El caso es que la pregunta sobre la reforma de las pensiones saltó el jueves en Bruselas, durante la visita de Alberto Núñez Feijóo y… yo creo que el Gobierno estaba ya extrañado, porque el Presidente del PP no había dicho nada, hasta ese momento, que el Gobierno pudiera utilizar para llamarle “desleal” y  “antipatriota”.

Y comentó Alberto Núñez Feijóo sobre las pensiones y, como faltar es gratis, el Ministro Escrivá llamó a Núñez Feijóo "frívolo, insolvente, irresponsable y antipatriota" (pena que no dijera desleal, pero ya lo dijo ayer Pedro Sánchez, así que mi quiniela está completa).

A ver: estar en contra de una medida del Gobierno, no implica estar en contra del país. Al ministro y al Presidente del Gobierno les interesa esa identificación, pero es que la diferencia de criterio es lo que hace que haya partidos políticos y que el votante pueda elegir.

El caso es que llueve sobre mojado, porque también dijeron cosas similares de Feijóo cuando avanzó que los datos del empleo estaban maquillados y, de ahí, pasamos a que Yolanda Díaz reconociera su ignorancia respecto al número de Fijos Discontinuos para, al final, descubrir que los datos estaban (de verdad) maquillados.

La reforma de las pensiones no puede cargar todo el esfuerzo en empresas y trabajadores, ni ceñirlo todo al presente inmediato, porque hablamos del futuro de muchos españoles. Básicamente todos.

De hecho, que el Gobierno insista en que el incremento de cotizaciones para cubrir las pensiones lo van a pagar las empresas y las rentas altas lo veo complicado, cuando el salario más frecuente en España es 18.480€ y el salario medio es de 25.165€, el crecimiento es de un 0,2% y el paro es el más elevado de la UE.

Así que Escrivá debería hacer de tripas corazón, buscar coraje y plantear un pacto de Estado por la sostenibilidad más allá de legislaturas, ideología y calificativos.

Él mismo decía en 2019, como presidente de la AIREF, que el sistema era insostenible. Puede que esté imbuido por el cocoon que genera Moncloa, pero debería recordar que, a la larga, la historia adora a los héroes.