Tezanos y Yolanda Díaz yo creo que en el fondo comparten el mismo mundo de color, como si compartieran helado o como si fueran Willy y la abeja Maya. Por eso el último CIS ha sido como si dos novios cursis y vírgenes se encontraran por fin en el tiovivo, sobre un unicornio o dentro de una tacita, unidos por el destino y el algodón de azúcar. Al CIS de Tezanos siempre le faltó Yolanda, siempre le faltó Sumar, que es como el polvo de hada de esa magia que no terminaba de encajar en Tezanos, que sólo parecía un ebanista que hacía encuestas como casitas de pájaros. Con Tezanos, a medias entre Santa Claus de la Moncloa y hombre del saco, con algo quizá del Aqualung de Jethro Tull, los mundos maravillosos del CIS parecían una trampa, como una casita de chocolate o una flor carnívora. Tezanos ya había incluido antes a Sumar en sus números, pero ahora Yolanda es candidata a la presidencia, ya es solete de su acuarela y ya es guinda del pasteleo de Sánchez. Tezanos le ha dado seis puntos más a Yolanda y adláteres, como en Eurovisión, y el cielo se ha iluminado, como en lo de Kiko Veneno.

Sánchez se ha dado cuenta de que le conviene más que aparezca Yolanda que él, en las noticias, en los números y hasta en el Congreso

Con Tezanos, la magia parecía sólo fontanería y el futuro parecía sólo una estafa de fontanero, pero ahí está Yolanda para cambiar eso. Sánchez no puede él solo con el Gobierno, ni con la izquierda, ni con la política, ni con la mentira, ni con esta sociología de palacio, con adulador de palacio, astrólogo de palacio y pastelero de palacio, que le hace Tezanos. Toda esta máquina del sanchismo ha dejado de funcionar, ya no es que no sirva sino que además ha terminado resultando macabra, como cuando a una muñeca se le van acabando las pilas y se convierte en una muñeca satánica que te canta un Quisiera ser tan alta satánico (luego, a la muñeca se le descuelga la cabeza al deshacerle un lazo y es cuando el niño / votante huye definitivamente). Pero para eso está Yolanda, que descubre ahora a la gente (a ella se le ha aparecido la gente como si fuera un leperchaun), le pone pilas a la izquierda, vende en ramillete las viejas mentiras y recetas de Podemos, y hasta hace que el CIS de Tezanos rejuvenezca, como el abuelo al que ha besado en la calva la primaveral muchacha o la enfermera con flan.

Todo lo que ya no puede hacer Sánchez, hablar en nombre de la gente, presentar a la vieja izquierda vestida de blanco nupcial o blanco aparición, repetir las mentiras fundacionales de las revoluciones de hace un siglo o de las revolucioncitas de hace una década, o hacer creíble, útil y actual al viejo Tezanos, con su cosa de relojero que quiere arreglar relojes de cuco descuajeringados; todo esto, decía, lo puede hacer Yolanda, que para eso está ahí. A Yolanda la presentó Sánchez en ese baile de cisnes blancos y negros que fue la moción de censura de Tamames (ella parecía una quinceañera de fiesta de quinceañera, con su blanco santificado por papá), luego se apareció en cuerpo glorioso en Magariños, como una Venus vergonzosa y altiva, y desde entonces la están sacando por los medios afines y opuestos como si tuviera su propia hora del Ángelus. Está en todas partes, es decir, donde no puede estar Sánchez, donde no quiere estar Sánchez, a quien Yolanda le está haciendo el trabajo o le está haciendo de doble. 

Sánchez se ha dado cuenta de que le conviene más que aparezca Yolanda que él, en las noticias, en los números y hasta en el Congreso. Sánchez no estuvo en la votación de la reforma de la ley del ‘sólo sí es sí’, y no dejó un bolsito ni dejó un clavel pasado por su ojal ni por su bigote, sino que dejó a Yolanda Díaz. La dejó, cree uno, para hacer equilibrios, sentándose al lado de Pilar Llop pero votando en contra (Yolanda ya sustituye a Sánchez incluso en las contradicciones, y ahí vemos el patrocinio o padrinazgo definitivos de nuestro presidente). Yolanda va tomando el sitio de Sánchez más que el sitio de Podemos. Va tomando el sitio de Sánchez en las miradas al horizonte, esa mirada de sioux que suele poner esta izquierda, y que está entre hablar con los antepasados, salvar la tierra, arrancarte la cabellera y esperar el tren. Va tomando el sitio de Sánchez en la altivez de la modestia y en el estilismo de la estafa, tan parecido al estilismo de la salvación. Ya sólo le faltaba tomar su sitio en el CIS de Tezanos, el CIS sanchista, ese CIS que sólo era una fantasía en madera, como de ese Gepetto infantil y siniestro que parece Tezanos, hasta que ha llegado la verdadera reina de la fantasía, el hada con purpurina en el aliento y alas de ángel en las pestañas o en el bolsito.

Sánchez necesita a Yolanda y Tezanos también, que con ella ya está el álbum completo y el dibujito coloreado, como Heidi con abuelito. El CIS se había quedado sin magia como sin tinta de color, como cuando nuestra impresora se queda sin tinta de color y nos damos cuenta de que la tecnología y la estética que verdaderamente nos corresponden son las de la fotocopia o el fax, ese mundo lleno de hollín, ausencias y frenazos. Pero ya ha llegado Yolanda, vestida de Emperatriz Infantil, con sonrisa de diadema, medallón de lágrima, peluches vivos a los pies y arcoíris de piruleta contra lo negro. Nos trae la izquierda como la niñez, como la fantasía, como el parchís y como el olvido; o sea nos trae el odioso chantaje entre el fin del mundo y la puerilidad interminable. En realidad nos trae a Sánchez otra vez, que es como el falso mago de Oz al final de todas las baldosas amarillas, de todas las coletitas al aire y de todos los besos en la calva, que más que de ingenuidad eran, por supuesto, de pervertido.