La escena de ayer en la parte trasera del escenario fue de todo menos tranquilizadora porque augura una campaña feroz en Madrid que está perdida para el PSOE pero aún pueden los socialistas arrebatarle la segunda plaza que ahora mismo ocupa Mónica García, de Más Madrid.

En cualquier caso es una escena que no es de recibo por ambos lados. Primero porque el ministro de la presidencia Félix Bolaños estaba advertido de que no había ninguna invitación cursada a su nombre, sino al de la ministra de Política Territorial Isabel Rodriguez que declinó asistir. Lo que ha hecho el ministro Bolaños ha sido provocar deliberadamente el incidente. Él sabía que no estaba invitado, a pesar de lo cual se le puso una silla entre las autoridades. Luego se levantó y se marchó 10 minutos después de los cuales regresó a su sitio.

No quiero ni pensar que en esos minutos en que estuvo ausente recibiera la orden de intentar subir a presenciar el desfile militar. Pero la presencia del jefe de protocolo del ministro en un acto institucional como éste me permite pensar que todo estaba preparado para el encontronazo.

Pero la Comunidad de Madrid, en un día de fiesta como el de ayer, y teniendo a un ministro intentando subir al estrado, aunque fuera una provocación, debería haberle admitido en lugar de pararlo a los pies de la escalerilla. Eso no se hace en ningún caso por muy provocador que resulte el hecho y por mucho que haya sido advertido de que su presencia no es bienvenida. 

Pero si se le pone una silla entre las autoridades, al final un ministro es un ministro y eso no se le hace a un representante de todos nosotros. Por mucho que haya intentado provocar con su presencia, se le admite allí como se ha admitido en otras ocasiones a dos ministros del Partido Popular, en el caso de Ángel Garrido, y a otra cosa. No puede convertirse la Comunidad de Madrid en un lugar inhóspito para según qué ministros del Gobierno. A veces la buena educación consiste en sonreír aunque por dentro estés acordándote de los muertos del individuo.

Teniendo a un ministro intentando subir al estrado, aunque fuera una provocación, debería haberle admitido en lugar de pararlo a los pies de la escalerilla. Eso no se hace en ningún caso"

Parecía que estábamos presenciando una obra de teatro de mala factura una Historias de una Escalera en versión aún más sórdida que la sordidez natural que impregna la obra de  Antonio Buero Vallejo.

Lo que augura esta escena vivida y la crítica de Bolaños a la reunión privada que mantuvo el presidente del PP Alberto Núñez Feijóo con la Asociación de Fiscales, considerada por el ministro como una “reunión gravísima” no ayudaba a la cordialidad en la convocatoria posterior. 

Preguntado por esta reunión el presidente del PP explicó que él celebra encuentros con multitud de Asociaciones entre las cuales está ésta, y se limitó a exponer cuál será su política en materia de Justicia, naturalmente muy alejada de la que ha practicado el actual presidente. 

Nada nuevo y nada “gravísimo” como ha valorado el ministro Bolaños porque esta Asociación, mayoritaria en la carrera fiscal, se reúne tantas veces como desee con quien desee y mucho más si los sondeos auguran que un señor determinado va a ocupar el poder en las próximas elecciones. 

El ministro Bolaños siempre tiene que bailar con la más fea, si se me permite la expresión, porque esto hubiera estado bien que lo administrara la titular de Justicia. Pero no, ha tenido que ser él quien valorara el asunto horas antes del acontecimiento de la Puerta del Sol.

Acto seguido el propio presidente del Gobierno Pedro Sánchez dijo en un mitin que “ahora sabemos que Feijóo se reúne a hurtadillas con fiscales conservadores para asumir la derogación de leyes de este Gobierno. Tenemos una oposición que maniobra en la oscuridad, con intereses ocultos, con el único objetivo de retroceder en leyes y derechos”. 

No, no, de hurtadillas nada porque fue una cena en el hotel Claridge con medio centenar de asistentes. Eso de “hurtadillas” no tiene nada y de intereses ocultos menos. Pero fue Bolaños el que tuvo que lidiar con ello justamente antes de que participara en el episodio del que hablamos más arriba. 

Esto huele a brutal calentamiento de la campaña.