El pasado lunes 16 de julio de 2023 pasará a la historia por ser la fecha en la que el tenis mundial consagró a un nuevo líder indiscutido: el español Carlos Alcaraz. Ese día, en la Cancha Central de Wimbledon, en Londres y ante 15.000 personas, el joven tenista murciano doblaba el pulso a un correoso Novak Djokovic que, tan asombrado como el resto del mundo, acababa por bajar los brazos ante un muro que devolvía todas las bolas.

En toda gran gesta, la victoria nunca debe ser a los puntos sino por un knock out, y debe producirse, necesariamente, en un escenario que resulte legendario. En una batalla que en sus últimos compases nada tuvo de natural y sí mucho de agonía, en un quinto set que alcanzó instantes épicos para quienes amamos este deporte, un jovencísimo campeón, Carlos Alcaraz, se elevó sobre un veterano Novak Djokovic, al que aún queda cuerda, pero que tuvo que ceder, sin poder hacer nada por evitarlo, el cetro de mando al nuevo ‘Dios’ del tenis mundial.

La ‘fórmula Alcaraz’

‘Cabeza, corazón y cojones’, dijo por primera vez Carlos Alcaraz cuando le preguntaron cuál era su secreto, las claves de su éxito. La aprendió de su gran referente: su abuelo. El primer tenista de una familia en la que, tres generaciones ya, han practicado este deporte. No hay más. Tampoco menos.

"La gente dice que su juego tiene ciertos elementos del de Roger, de Rafa y míos, y estoy de acuerdo", enfatizaba un impresionado Djokovic que no podía por menos que ensalzar al nuevo ídolo mundial. ‘Nunca he jugado contra un tenista como él’, insistía el serbio Novak, sin duda tan perplejo como lo estaban millones de personas en todo el mundo. No era para menos. Nos encontramos ante un fenómeno que, a sus veinte años, se acaba de llevar ya su segundo Grand Slam y cuyo techo deportivo es todavía completamente imposible de determinar.

Si de entre todas las historias de éxito que he conocido en mi vida, como entrenador de líderes, existe una carente de fallo alguno, sin doblez, tan fluida como rotunda a la vez, y sobre todo meteórica, por el escaso segmento de tiempo en el que se ha materializado, es esta, sin duda.

La historia de un muchacho de El Palmar, en Murcia, cuya familia -eran cuatro hermanos- no podía pagar las ochenta mil pesetas (cuarenta mil por el entrenamiento y cuarenta mil por el alojamiento) que le hubiera costado acudir a la prestigiosa academia de Bruguera, en Barcelona. En realidad, el veneno del tenis ya corría por las venas de este joven, hijo de un padre que despuntó como tenista pero que no pudo, por los mismos problemas económicos, eclosionar como el gran campeón en el que se ha convertido su hijo y que se ha dedicado, durante buena parte de su vida, a entrenar a otros.

Su abuelo, el patriarca de esta familia, lo cuenta con humildad no exenta de orgullo: "Al no poder ir a Barcelona, Carlos estuvo al principio dando tumbos en tren para ir a jugar a Valencia, a Madrid…". Todos percibían ya sin embargo cómo se iba perfilando en él la figura del gran líder en el que se ha convertido.

A buen seguro que nunca olvidará esas estrecheces económicas, lo cual le ayudará a mantener los pies en la tierra. Me enternece escucharle, en tono de broma, cómo en muchas entrevistas refiere que aún "discute" con su padre si comprar un coche de gama más o menos alta. Para que nos hagamos idea de qué estamos hablando, baste decir que, en dos años, Carlos Alcaraz, según leo publicaciones especializadas, ha ganado alrededor de diez millones de euros.

Juan Carlos Ferrero: el forjador en la sombra

Como es natural, detrás de cada gran figura, política, empresarial o deportiva, hay un gran coach, un curtido formador y entrenador que le enseña a manejar los tiempos, le inculca la arquitectura mental necesaria para ser más resiliente que el resto y llegar más lejos que nadie en esa eterna carrera de fondo en la que, al final, el líder consigue la plena excelencia.

En el caso de los deportistas, Carlos Alcaraz no es una excepción, esta figura suele estar encarnada por otro antiguo campeón que, andando el tiempo, cede el testigo a otros más jóvenes y se convierte en su escudero. Hablamos de Juan Carlos Ferrero, quien fuera también un legendario tenista y que hoy ocupa ese privilegiado lugar en el olimpo del campeón murciano. Cabe decir que su padre, del que ya hemos subrayado que es entrenador profesional, nunca consideró conveniente entrenar a su propio hijo, pero sí supervisar quiénes le iban acompañando.

El ex tenista valenciano recuerda aún, como si fuera hoy, aquel primer día en el que, con apenas doce años, Carlos Alcaraz apareció por su academia: "Era muy pequeño pero todo el mundo hablaba de él. Entrenamos un día", evoca Ferrero. "Consiguió su primer punto ATP con 14 años en un partido en el que jugó muy bien el primer set y en segundo pegó una liada de las gordas, aunque ya emanaba esas diferencias que marcan a un (gran) jugador". Era evidente que su veterana mirada, cual la de cualquier gran experto ojeador futbolístico, adivinaba ya un líder en potencia.

Juan Carlos Ferrero tardó pocos meses en dejar al alemán Zverev, cuya falta de disciplina le exasperaba, y se consagró, en cuerpo y alma, a convertir a Carlos Alcaraz en un número uno, dentro y fuera de la pista. A la vista está que, en apenas cinco años, lo ha conseguido. Así lo ha reconocido el campeón murciano que, en cierta ocasión, declaró en público que, pudiendo haber escogido a otros jugadores, Ferrero le eligió a él, y por ello le estará siempre agradecido. Tan es así que ambos han cimentado una buena amistad que traspasa lo meramente deportivo y que a buen seguro les mantendrá unidos durante muchos años.

"Trabajo mucho la parte táctica y mental y confío en mí mismo", repite Alcaraz. "Tú has nacido para este tipo de situaciones y vamos a cumplir el sueño", cuentan que le dijo Ferrero horas antes de la final con Djokovic.

El resultado quedó a la vista de todos.