El lunes, 21 de agosto, Luis Rubiales perdió la oportunidad de eludir el infierno que le aguardaba. Si entonces hubiera pedido sinceramente perdón a Jenni Hermoso y, al mismo tiempo, hubiese dimitido como presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) su impostura no habría levantado la ola de indignación que ha provocado en España y en todo el mundo civilizado. Pero, no sólo no lo hizo, sino que se mantuvo en sus trece, presionó a la jugadora para que avalara su tesis de que el beso fue consentido, se burló de los que le criticaron... y, finalmente, en la Asamblea Extraordinaria de la RFEF, convocada a instancias suyas el pasado viernes, expresó su intención de no dimitir mostrándose como "victima de una cacería".

Con ello, Rubiales no sólo ha reivindicado su machismo (dijo que se trató de un "pico consentido"), sino que ha sido incapaz de ver la que se le venía encima, la dimensión social y global de sus actos -el beso, su tocamiento de genitales, etc.-. Su torpeza está casi al nivel de su zafio proceder.

El todavía presidente de la RFEF (suspendido, pero no dimitido ni destituido) ha acabado su fulgurante carrera y ahora le espera un auténtico calvario, porque, además de lo que suceda a causa de este lamentable suceso, el procedimiento abierto en un juzgado de Majadahonda por el caso de la Supercopa me temo que se va a acelerar, dada la presión social sobre el individuo, cuyo tío y ex jefe de gabinete (Juan Rubiales), ha sido una de las principales fuentes de información de sus tropelías ante la Fiscalía Anticorrupción.

Pero Rubiales, además, ha tenido la mala suerte de que su caso se ha convertido en carnaza para la disputa política y en motor de audiencia de las tertulias televisivas. Los aduladores han desaparecido de la faz de la tierra, aunque aún le queda un reducto. Las cañas se tornan lanzas.

Incluso entre su círculo más cercano la traición no ha tardado en aflorar. Rubiales ha debido sentir vértigo al ver como los dos entrenadores que le aplaudieron a rabiar en la Asamblea Extraordinaria de la RFEF (Vilda y De la Fuente), tras la sanción de la FIFA, han renegado de él, condenando su comportamiento. Una vergüenza para dos personas que, de momento, siguen teniendo bajo su batuta a las selecciones femenina y masculina de fútbol.

El asunto ha dado pie a que se abra una auténtica competición entre Yolanda Díaz e Irene Montero para ver cual de las dos (el pulso interno en Sumar nos augura grandes titulares) capitaliza la condena al supuesto abusador. Para la mayoría de los opinadores, la presunción de inocencia ha dejado de existir. Rubiales ya está condenado. ¡Cómo les gustaría a algunos recuperar la Inquisición!

Para que haya una condena, la actitud de la victima es clave. Si Hermoso no acusa, la Fiscalía tiene un problema. Además, habría que ver cuál es la jurisprudencia en Australia, país donde se cometió el presunto delito.

Sin embargo, en un estado de derecho, la Justicia opera también para los chulos como Rubiales. O debería operar.

Algunas circunstancias podrían llevar al archivo de la causa, aunque eso enerve a los que, si pudieran, le llevarían directamente a la hoguera:

1ª La Fiscalía ha incoado "diligencias de investigación", lo que sólo es un primer paso en la vía penal. La Fiscalía puede hacerlo de oficio y el escrito de la teniente fiscal Marta Durántez Gil es perfectamente legal.

2ª Pero, una de las condiciones que el propio escrito plantea para que opere el artículo 23.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (que permite investigar supuestos delitos cometidos fuera de nuestras fronteras por españoles), es que "el hecho sea punible en el lugar de ejecución"; es decir, en Australia.

Aunque el delito contra la libertad sexual de la jugadora (que es el que sostienes algunas de las denuncias presentadas ante la Fiscalía) existe en Australia, sin embargo, no existe, de momento, un soporte documental sobre esta circunstancia. Además de un documento que lo acredite, convendría conocer la doctrina de los tribunales australianos a este respecto. Ahí se le abre una posibilidad a la defensa de Rubiales. Si ese hecho no tuviera la consideración de delito en Australia, la Fiscalía debería archivar la investigación.

3ª Existe ya un precedente en España por un hecho similar. La condena al empresario Manuel Muñoz por fingir un beso a la entonces diputada de Podemos Teresa Rodríguez. La Audiencia de Sevilla condenó en 2019 al empresario por un delito de abuso sexual a pagar una multa de 13.800 euros e indemnización de otros 2.500 euros a la diputada. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ratificó la condena en marzo de 2020.

La cuestión es que ese caso la Fiscalía sostuvo que no existió delito de abuso, sino contra la integridad moral de Rodríguez (es decir un reproche penal menor que el que estableció la sentencia). Insisto en que entonces se trató de un beso simulado, pero hay mucha similitud entre los dos casos.

Demostrar el "ánimo lascivo" en el beso de Rubiales no será fácil. Parece evidente que hubo abuso de autoridad, pero el delito contra la libertad sexual de la jugadora será más complicado de demostrar.

4ª Lo más importante sigue siendo la decisión de Jenni Hermoso. Como victima de los hechos que se investigan, la Fiscalía le ha dado la posibilidad de sumarse a la acusación.

Si no lo hace, la Fiscalía tiene un problema. A no ser que Hermoso declare que, aunque ella no denuncie, es partidaria de que la Fiscalía continúe con el proceso, cosa que puede hacer.

Si Hermoso no acusa, o bien si declara que no quiere que se persiga penalmente a Rubiales, entonces la Fiscalía está obligada a archivar.

Por tanto, que siga o no adelante la investigación, depende, más que de ninguna otra cosa, de la voluntad de la jugadora.

Aunque los adoradores de los autos de fe ya han calificado preventivamente a los jueces de "Rubiales con toga", la Justicia debe actuar con toda contundencia, pero también dentro del marco de la legalidad.

Por el momento, el presidente de la RFEF es un personaje que merece el rechazo social por su comportamiento, pero no es un delincuente. Hasta que hable la Justicia.