Israel se prepara para ejecutar sobre el terreno una ofensiva militar sin precedentes sobre Gaza en respuesta al ataque terrorista del pasado sábado, llevado a cabo por milicias de Hamás, apoyadas por miembros de la Yihad Islámica.

Unos 360.000 reservistas han sido ya movilizados y el Tsahal (fuerzas armadas de Israel) tiene capacidad armamentística y tecnológica suficiente como para aplastar la resistencia que puede encontrar en un territorio pequeño y cerrado por el mar como es Gaza.

Netanyahu, primer ministro israelí, ha asegurado que la respuesta no se olvidará en décadas. La humillación sufrida por su ejército y por los afamados servicios secretos israelíes (Moshad y Shin Bet) refuerzan su idea de que hay que castigar como sea y al precio que sea a los que han llevado a cabo una matanza brutal contra civiles indefensos y, además, han hecho acopio de más de un centenar de rehenes.

Todavía hoy no hay una explicación oficial de la cadena de errores que permitió que unos 2.000 terroristas se infiltraran en Israel y se adueñaran durante horas de poblaciones en la zona fronteriza a lo largo de la franja. Influyó, sí, que la incursión se llevara a cabo durante el Shabat (el sábado no se trabaja) y que los trenes no funcionaran ese día, impidiendo el rápido traslado de carros y blindados. También el exceso de confianza, el hecho de que Hamás no hubiera participado en los últimos meses en ataques perpetrados desde Gaza, llevados a cabo por la Yihad Islámica. Y, por supuesto, la falsa sensación de seguridad que aporta el escudo antimisiles llamado Cúpula de Hierro, o el hecho de que los túneles que cruzan la frontera hubiesen sido inutilizados con un sofisticado sistema de detección.

Pero hay interrogantes que afectan directamente al gobierno. El primero es si, en efecto, una parte importante de las tropas desplegadas en la frontera con Gaza habían sido desplazados en los últimos meses al norte para defender a los colonos que han llevado a cabo asentamientos ilegales en Cisjordania, un movimiento impulsado por el sionismo radical que anida en el ejecutivo israelí. La segunda cuestión es por qué los servicios secretos no han detectado movimientos masivos de terroristas, envío de armas desde el exterior y, lo que es más importante, la colaboración la Yihad Islámica y el apoyo de Irán.

Hamás busca que los países árabes tengan que responder ante una matanza de palestinos

Netanyahu necesita una victoria, borrar la imagen de vulnerabilidad del Estado de Israel, y eso le puede llevar a cometer un error histórico, como sería la entrada a sangre y fuego en los campos de refugiados de Gaza en busca de terroristas. Porque eso es precisamente lo que busca Hamás: poner al mundo árabe ante la necesidad de responder ante una matanza de palestinos.

Hamás ha hecho un movimiento táctico tan cruel como inteligente. Ahora aparece ante los palestinos como el grupo armado capaz de golpear a Israel en su propio territorio, lo que convierte en pusilánime al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, que controla Cisjordania.

Con su brutal ataque, Hamás se acerca a Irán, a pesar de ser un movimiento sunni. Esa es otra de las novedades de lo ocurrido el pasado fin de semana. El acercamiento entre Hamás y el régimen chií venía produciéndose desde hacía meses. A sus tradicionales aliados y financiadores, como son Catar o Turquía, Hamás ha sumado a Irán, que, según fuentes del ejército israelí, ha dado entrenamiento a sus milicianos, además de asesoramiento en la fabricación de misiles.

El líder de Hamás, Ismail Haniyeh, visitó en Teherán el pasado mes de junio al líder religioso Ali Jamenei, un gesto que no se valoró en su justa medida. Ahora el Ayatolá saluda abiertamente el éxito de la operación.

Una incursión por tierra del ejército israelí en Gaza con ánimo de permanencia, no una simple operación de castigo, elevaría el riesgo de desestabilización en Oriente Próximo a niveles desconocidos. No hay que olvidar que Hezbolá, con mayor capacidad armada que Hamás, y tradicional sucursal terrorista de Irán, tiene sus bases en Líbano y Siria y podría atacar a Israel por el norte, complicando la defensa de ciudades como Tel Aviv.

La sed de justicia es entendible. No sólo por lo que ya ha ocurrido, sino por lo que puede pasar con los cerca de 150 rehenes en manos de Hamás, a los que los terroristas amenazan con asesinar si continúan los bombardeos sobre Gaza. Pero las consecuencias de una razia serían terribles para la estabilidad de la zona y para la propia seguridad de Israel.

Sólo la presión de Estado Unidos y Europa pueden frenar el ansia de venganza de Netanyahu.