Janet Cwaigenbaum, de 57 años, es uruguaya y vive desde hace 26 años en el kibutz Nir Itzjak, en el sur de Israel, a solo 3,8 kilómetros de la Franja de Gaza, en el desierto del Neguev. Madre de Ariana, de 25 años y de Guilad, de 22, es directora de Recursos Humanos en la empresa agrícola del kibutz, donde todos se conocen. Forman una comunidad muy unida, especialmente en momentos difíciles como el que están viviendo desde el sábado cuando Hamás desencadenó su Operación Inundación de Al Aqsa. Primero atacaron con miles de cohetes y luego cientos de terroristas entraron en territorio israelí. Sembraron el terror por los kibutz del sur, como Nir Itzjak, cuando los vecinos se desperezaban en un día festivo, el shabat, fin de las festividades de Simjat Torá. Tanto ella como su marido Leo Swierzenski y los vecinos del kibutz están acostumbrados a los lanzamientos de cohetes desde la Franja. Pero lo que vivieron el fin de semana superaba todo lo que antes habían pasado o imaginado. 

Jamás olvidará cada minuto de ese fatídico 7 de octubre. Ese sábado la pareja se despertó por las explosiones y las alarmas. Eran las 6.30 de la mañana. "Fuimos rápidamente a lo que llamamos cuarto de seguridad. Desde 2011 tenemos un espacio de hormigón armado con puerta y ventana blindadas. No todos los kibutz la tienen. Nosotros tuvimos suerte. La casa puede volar, pero el cuarto de seguridad no. Hemos pasado varias guerras y la rutina es refugiarse allí mientras hay explosiones y luego vuelves a tu vida cotidiana", relata Janet, que también dirige una empresa de emprendimiento Vivir en la frontera, que organiza visitas guiadas para acercar la vivencia del conflicto a grupos de extranjeros. 

El kibutz Nir Itzjak es el segundo más grande del consejo regional de Eshkol, una zona agraria de las más ricas de Israel, donde se integran 33 poblados de distintas características, con unos 15.000 habitantes. "Hay unos 60 muertos en todo este consejo, pero cada día aparecen más", señala Janet. Una de las candidatas a las eleciones municipales fue asesinada, junto a toda su familia, con los críos pequeños también.

Sabe que en dos kibutzin entraron los terroristas hablando en hebreo y se hicieron pasar por soldados israelíes. Acabaron con casi todos. Cuando llegaron a socorrer a los que se salvaron en el kibutz Beeri, los sacaron a oscuras para que no vieran la gran cantidad de cadáveres que habían dejado los terroristas. 

El kibutz de Janet es una cooperativa agraria donde se organizan. Ha directores económicos, de emergencias… y fue el equipo de emergencias el que tuvo que hacer frente a los terroristas de Hamás, mientras el resto de la comunidad estaba protegida. Son vecinos que han recibido un entrenamiento especial para realizar esta tarea. "A las 9.30 nos avisaron que no podíamos salir porque había terroristas en el kibutz. Una horda de 20 terroristas entró en el kibutz. Mataron a dos del equipo de seguridad y se llevaron a cuatro. Uno es mi compañero de trabajo. Aquí nos conocemos todos. Y también secuestraron a más gente como Clara, que fue maestra de mis hijos. Estamos todos conmocionados".  

En uno de los grupos de WhatsApp empezaron a escribir: 'Los terroristas llegaron a mi casa. Quieren entrar en el cuarto de seguridad'"

Pasaban las horas y seguían encerrados. Algunos no habían previsto que pasarían tanto tiempo y no tenían comida y apenas agua. Y sobre todo estaban aterrorizados porque veían cómo relataban vecinos del kibutz y de otros cercanos la pesadilla que estaban viviendo. “En uno de los grupos que tenemos, donde ofrecemos objetos de segunda mano, empezaron a escribir: ‘Llegaron a mi casa. Quieren entrar en el cuarto de seguridad. Están rompiendo la puerta. ¿Dónde está el ejército?’ En principio la puerta del refugio no se puede abrir desde fuera pero nosotros pusimos una puerta para trancarla por si acaso. Las horas parecían días allí dentro”. 

Entre los 550 habitantes del kibutz de Janet hay nueve desaparecidos y tres muertos. Uno de los fallecidos, nos cuenta, es un joven militar al que mataron en una base cercana. Los terroristas en esa zona se adentraron 16 kilómetros en territorio israelí. Janet conoce a todas las víctimas y a sus familias. "Unos vinieron a matar y secuestrar, otros a saquear como vándalos. Es lo más extremo en terrorismo que he visto en mi vida".  

Las víctimas, los muertos y los desaparecidos, son parte de mi vida. Boaz Abraham, que cumplía 60 el sábado, trabaja conmigo. Está en el equipo de riego y es el contacto con los empleados tailandeses. A Tal Haimi, de 40 años, le vi crecer. Es el esposo de nuestra profesora de Pilates. Oren Goldin es hijo de una compañera de trabajo. Está casado y es padre de mellizos. Lior Rudaeff, de 60 es padre de cuatro hijos. Clara Merman, todos desaparecidos. ¿Qué le podemos decir a quien ha sufrido estas pérdidas? Me siento desgarrada. Son crímenes de guerra”, dice Janet. 

Aún así en su kibutz tuvieron suerte, porque en muchos poblados menos cercanos a la frontera no hay refugios o cuartos de seguridad, pero los terroristas llegaron hasta esas comunidades y las destrozaron. Conoce también a algunos jóvenes que estaban en la rave, donde han encontrado al menos 260 cadáveres. "Una amiga de mi hija escribió a sus amigas que estaba herida y su novio creía que había muerto. Está recuperándose en el hospital". 

Protegidos en los jardines de infancia

Hasta las 16 horas no llegó el Ejército a restablecer la seguridad en el kibutz. A su paso se habían encontrado con terroristas y se habían enfrentado a ellos. Por esa razón tardaron tanto en llegar a socorrerlos. "Una hora después nos dijeron que nos concentráramos en los jardines de infancia porque están especialmente protegidos, de modo que ahí el riesgo es menor. En 2005 agregó hormigón armado a esos edificios. Nos reunimos todos: desde bebés de meses a ancianos de 90 años. Unos llevaron colchones, otros durmieron en el suelo. Con los perros también. Dormimos allí el sábado y el domingo pudimos salir a comprar para que comieran algo las 500 personas que estábamos allí concentradas. Creíamos que saldríamos el domingo a la hora del desayuno, pero aún pasamos allí todo el día. Tenían que asegurarse de que podíamos salir sin problemas", señala Janet. 

"Creíamos que sabíamos qué hacer cuando había peligro. Pero fueron casa por casa"

Al salir vieron que muchos coches habían sido incendiados por los terroristas. Los llevaron en autobuses a un hotel en Eilat, en el sur, y otros, como Janet y su marido, se fueron a alojarse con parientes. Janet está con su hija Ariana cerca de Tel Aviv. 

Janet amaba su vida en el kibutz. "El 98% del tiempo era tranquila. Ahora, ¿quién va a querer vivir en eta zona? Con lo que ha costado. Era un paraíso la mayor parte del tiempo. Creíamos que sabíamos qué hacer cuando había peligro. Pero aquí fueron casa por casa. Reventaron, destrozaron, mataron. No les importó si eran viejos o niños”, relata. 

Tiene claro que Israel está en guerra. "Después de Yom Kippur, es cien veces peor", apunta. Aún así, Janet confía en volver a lo que considera su hogar. Ya está pensando en cómo trabajar en los centros de resiliencia. "Somos una zona golpeada, pero esto es una auténtica barbarie. Todo el mundo ha de condenarlo. Esto traspasa el conflicto. Israel avisa de sus bombardeos, pero ellos toman a su gente como carne de cañón. En sus ataques no han perdonado a nadie, ni niños, ni viejos, ni adultos, la mayoría son civiles, son crímenes de lesa humanidad. No somos Goliat, en muchas cosas somos David", concluye.