La vigésimo octava conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se celebró en Dubai entre noviembre y diciembre logró un acuerdo de mínimos: no programó el fin de los combustibles fósiles, aunque planteó una transición para superarlos sobre la base de tecnologías alternativas. Un mal balance de final de año para el desafío climático que tenemos encima. La discusión clave --que alargó varios días el final de la cumbre-- entre activistas y países vulnerables con naciones e industrias petroleras giró en torno a introducir una referencia clara a la eliminación progresiva del petróleo, gas y carbón, con un calendario concreto. Finalmente, no fue posible. 

António Guterres, secretario general de la ONU, subrayó al final de la COP que la era de los combustibles fósiles debe terminar con justicia y equidad, y se dirigió a los que habían impedido un compromiso más ambicioso: "A aquellos que se opusieron a una referencia clara de eliminación progresiva de los combustibles fósiles quiero decirles que la eliminación de los fósiles es inevitable, les guste o no. Esperemos que no llegue demasiado tarde".  

Pero el drama es que ya es tarde. Como nos dicen los expertos. estamos en tiempo de descuento. Según el informe de 2023 del IPCC (el panel de expertos que revisa todas las publicaciones sobre cambio climático y establece una opinión objetiva y científica sobre las causas y consecuencias de este fenómeno), es necesario reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero en un 43% a nivel mundial para 2030.

Solo así podremos evitar algunas de las peores consecuencias del cambio climático. Manteniendo la tendencia actual, solo se reducirían en un 8%, por lo que dar un volantazo en la dirección de nuestro sistema energético y el nivel de emisiones parecía ineludible, con un objetivo claro: el abandono progresivo de los combustibles fósiles en esta década. 

Limitar el calentamiento global a 1,5ºC, sigue siendo el objetivo clave del histórico acuerdo de París, pero la trayectoria actual está justo por debajo de los tres grados de calentamiento global lo que equivale a "un sufrimiento humano masivo", en palabras de Simon Stiell, responsable para el clima de la ONU. Para él la COP 28 tendría que haber marcado un hito histórico para acabar con el principal problema climático de la humanidad: "Los combustibles fósiles y su contaminación, que están quemando el planeta".

Las grandes petroleras sabían que esta COP podría ser trascendental para sus intereses y por ello intentarozn tener el control de la misma. Más de 2.500 lobbistas de las industrias fósiles se habían acreditado para esta cumbre, un récord para lo habitual en este tipo de reuniones: cuatro veces más que en la pasada conferencia. El papel del anfitrión y presidente de la cumbre, Sultán al Jaber, ministro de Industria de Emiratos Árabes Unidos, que dirige al mismo tiempo la empresa petrolífera nacional del país, da buena muestra de ello

Al Jaber, lejos de mantener una postura imparcial, mostró sin vergüenza ninguna su negacionismo climático y defendió días antes del comienzo de la cumbre que no existía evidencia científica que justificara la necesidad de abandonar los combustibles fósiles para alcanzar los objetivos climáticos, y que era imposible compaginar el crecimiento económico con la retirada de los hidrocarburos. A no ser, dijo, que quisiéramos enviar al mundo "de vuelta a las cavernas". 

Invito desde aquí a este presidente de la COP negacionista a que visite las cavernas en las que viven los ciudadanos de la UE, ya que en esta región hemos conseguido, con la legislación climática más estricta del mundo, reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero en un 32% respecto a 1990, a la vez que hemos experimentado un aumento del PIB superior al 60%. 

Los discursos de las grandes petroleras vendiendo sus ingentes esfuerzos para descarbonizar su actividad, intentaban ocultar unas cifras demoledoras sobre este compromiso; las empresas de petróleo y gas apenas representan el 1% de la inversión mundial en transición ecológica. Si este dato se compara con su inversión total, las industrias de gas y petróleo invertirían un 2,5% en energías limpias, en torno a unos 20.000 millones de dólares. Estaremos de acuerdo en que son unas cifras ridículas para un sector con ingresos millonarios.

A pesar de la gran resistencia de muchos y de la falta de compromiso de grandes emisores como China e India, la COP28 dio pasos adelante en algunos aspectos importantes. Comenzó con aplausos tras aprobarse rápidamente el fondo de compensación acordado el año anterior en Egipto. Esta cartera permitirá a los países que más sufren las consecuencias del cambio climático obtener financiación para hacer frente a los daños y pérdidas. Sin embargo, pese al rápido acuerdo, cada país volvió a dejar claro cuánto prioriza la lucha contra el cambio climático cuando llegó la hora de llenar la hucha. 

La UE anunció que aportará 245 millones de dólares para compensar el 7% de las emisiones de gases de efecto invernadero de las que es responsable. Países como Emiratos Árabes y Reino Unido contribuirán con 100 y 60 millones más, respectivamente. Sin embargo, EEUU, emisor del 13% de las emisiones de gases contaminantes, tan solo aportará 17,5 millones de dólares, calderilla para un país con su músculo financiero e industrial. Decepcionante. E indignante la actitud de China, que pese a ser responsable del 30% de las emisiones globales, ni se ha comprometido todavía ni se espera que lo haga. Sin la aportación directa y proporcional (que pague más quien contamine más) de todos los países del mundo, este fondo difícilmente podrá ser aprovechado por aquellos países en vías de desarrollo. 

Hay que limitar el papel de los lobistas, recuperar el espíritu con el que nacieron estas cumbres e impulsar un futuro sostenible que beba de fuentes y conocimiento basado en la ciencia

Los negociadores lograron compromisos para triplicar la capacidad de las energías renovables y duplicar la eficiencia energética para 2030. Asumieron obligaciones por valor de 3500 millones de dólares para reponer los recursos del Fondo Verde del clima y un aumento de 9.000 millones anuales por parte del Banco Mundial para financiar proyectos relacionados con el clima (2024-2025). Y mas de 130 países se han adherido a la Declaración sobre el Clima y la Salud para acelerar las acciones destinadas a proteger la salud de las personas de los crecientes impactos climáticos. 

Estos y otros notables avances son importantes ya que el acuerdo de la COP28 será la base sobre la que después se desarrollarán los planes climáticos que cada país debe presentar a la ONU en 2025. Por ello era clave también un pacto exigente con un calendario cierto de reducción de energías fósiles para cumplir los objetivos climáticos globales marcados en el Acuerdo de París. Sin él, corremos el peligro, cada vez más real, de actuar cuando ya sea demasiado tarde. 

No es serio combatir de verdad el cambio climático y evitar sus nefastas consecuencias con estos planteamientos tan limitados. Como dijo Guterres en su discurso de apertura, “no podemos salvar un planeta en llamas con una manguera de combustibles fósiles”.

Hay que limitar el papel de los lobistas, recuperar el espíritu con el que nacieron estas cumbres e impulsar un futuro sostenible que beba de fuentes y conocimiento basado en la ciencia. Y debemos hacerlo de forma inmediata, antes de que la COP (Conferencia de las Partes, por sus siglas en inglés) acabe por convertirse en la COP (Conferencia de Organizaciones Petrolíferas).


Soraya Rodríguez es eurodiputada del Parlamento Europeo en la delegación de Ciudadanos