El PP sigue congregando a gente en la calle en esos domingos de pan bendito y triciclo del niño, como robándole el domingo a su propia tradición de sagrada familia de derechas. Quiero decir que los domingos de esta derecha ya no son de misa y churrería, sino de un republicanismo sorprendente, descubierto, festivo e insistente. Ahora la derecha ya no exige su patria cojonciana y sacrosanta desde debajo de las enaguas de los curas, ante un retablo dominguero de beatas, coroneles y piononos. No, ahora la derecha se ha afrancesado, sale a las calles con banderas europeas y gorro frigio por encima de las calvas de cajero de banco y de los zorros falsos de las señoras de toda la vida, y pide un país de “ciudadanos libres e iguales”. La derecha les ha quitado el domingo a los curas y le está quitando los ideales a la izquierda, que ya no tiene ideales, sólo estrategia.

La derecha se despresuriza o se mezcla por los vasos comunicantes de Madrid o de la sociedad, y ya no es derecha, o no sólo es derecha, o la gente no se fija ya tanto en si es derecha porque no pide cosas para sus santos o sus vitrinas sino para todos. Cosas, en realidad, que pedía, defendía y abanderaba la izquierda antes de que la izquierda perdiera la cabeza, el norte y la vergüenza. A lo mejor es eso lo que Sánchez llama “fachosfera”, esa cosa circundante, atmosférica, expansiva, compuesta de muchos elementos, que se ha desbordado desde la derecha para ocupar, por simple física, el sitio de la civilidad que el sanchismo ha dejado vacío. A lo mejor la fachosfera es ese sitio donde aún hay vida democrática y oxígeno libre, incluso donde aún hay izquierda pensante, mientras que el sanchismo tiene que ir con escafandra para no asfixiarse con la verdad, con la lógica y con el pasado, que se han convertido en ponzoña.

El PP sigue reuniendo a la gente en la calle, que se diría que sale no por razones ideológicas sino barométricas. A lo mejor la fachosfera es sólo esa nebulosa que forma la gente que no está atrapada en el batiscafo de la Moncloa respirando a través de filtros y pistones, viéndolo todo a través de ecos de marsopa y ojos de buey. El PP se lleva los domingos de la gente como se los podría llevar una excursión o una paella, simplemente por sacarlos al aire fresco y a la realidad, lejos de la televisión, el butano y el sobaco. Lo más relevante de este PP que se orea de domingo y de gente bajo un sol como un tortillón comunal y casi revolucionario, un tortillón de foto de la tortilla, es que no está pidiendo nada ideológico, nada que tenga que ver con la clase, el dinero, los impuestos o las mitologías políticas. La protesta del PP, o de la gente que acude cuando el PP abre una espita en el domingo, como una olla exprés en domingo, es por el marco común de convivencia, por los propios fundamentos de la democracia. Es como si hubiéramos vuelto a los 70 y esta vez los patillosos y los hippies fueran los de derechas.

La derecha les ha quitado el domingo a los curas y le está quitando los ideales a la izquierda, que ya no tiene ideales, sólo estrategia"

El PSOE se ha olvidado de su tortilla socialdemócrata y antifranquista, de sus abogados laboralistas, de su republicanismo afrancesado inspirado por quesos (en aquello de la tortilla nunca hubo tortilla, sino quesos y patés traídos de Francia, como para trasplantar la democracia a través de esquejes o levaduras vivos). Todo eso ahora forma parte, por lo visto, de la fachosfera, que abarca no ya la derecha o derechaza sino lo que el propio Sánchez o sus editorialistas decían hace unos pocos meses. Tras el olvido o el viraje brutales del sanchismo, resulta que el PSOE defiende ahora la desigualdad, los privilegios de cuna o estamentales (sus socios políticos son los nuevos aristócratas), la arbitrariedad y la impunidad de los gobernantes, que no están sometidos a las leyes, como reyes con peluca, y la concentración de poderes, con la desaparición del judicial (Montesquieu también es fachosfera). La amnistía no es más que un contrato privado que pretende imponerse al derecho público, y con el que Sánchez compra la presidencia a cambio de impunidad penal. Hemos vuelto no ya a los 70 sino al Antiguo Régimen, al rococó, y con la izquierda cortesana aplaudiendo igual que en la ópera.

El PP sigue sacando gente a la calle, apenas se abren las nubes como compuertas. Sin embargo, la fachosfera no es el PP en domingo, como un pícnic goyesco, ni los columnistas de domingo, con el batín y el chocolate, ni el cura en domingo, al que se le han ido los feligreses y hasta el cristo metrosexual, ni el odio de domingo, como el odio de las hinchadas futboleras. La fachosfera sería el propio Sánchez de hace meses, sería el PSOE hasta hace nada, sería el republicanismo de sus intelectualones con corsé de bufanda, serían los frontispicios de los ateneos, sería toda la democracia moderna desde el siglo XVIII a la Unión Europea, y sería el ingenuo o sabio cervantismo de la Transición y de la propia Constitución.

La palabra viene con la marca de esa factoría de eslóganes de detergente que es la Moncloa (la verdad es que suena a megaperls), pero Sánchez no cae en que la fachosfera sería casi todo, salvo la flota de submarinos y de sirenos con botella de oxígeno que le sirven ahora mismo. Casi todo, incluidos él y su partido apenas miremos hacia atrás. El salvajismo del sanchismo ha convertido a la derecha en la única defensora de principios tan básicos como la igualdad, la separación de poderes o el imperio de la ley, mientras el PSOE y toda la izquierda parecen aquel mercadeo de procuradores, infanzones, pelotas, estraperlistas y enchufados franquistas en medio de la escopeta nacional. La fachosfera en domingo, si fuera otro domingo, habría sido sólo democracia, con tortilla de verdad o en espíritu. La gente, llamada o no por el PP, seguirá saliendo, que es cuestión de poder respirar más que otra cosa.