Hubo quien consideró exagerados los titulares que advertían de que la contratación de David Broncano por Radiotelevisión Española era prioritaria para Pedro Sánchez. Nada más lejos de la realidad. En Moncloa llevan un buen tiempo con una obsesión enfermiza por los medios de comunicación que no cantan sus alabanzas, de modo que cualquier esfuerzo para asegurar apoyos lo han intentado legitimar, impulsar o imponer. Parece ser que hay quien piensa en el palacio presidencial que al fascismo y al comunismo podría sumarse un tercer totalitarismo, que es el del periodismo, como decía el protagonista de ‘El túnel’, de Sábato.

Así que no resultaban especialmente sorprendentes las afirmaciones sobre la prensa que aparecían en la carta que publicaba Sánchez este martes en Twitter. Ojo, no en El País, sino en Twitter (el medio es el mensaje). Tampoco extrañan las palabras que pronunciaba hace unos días en una conversación privada una persona relevante de El Confidencial, en las que expresaba su sorpresa por las fortísimas presiones y chantajes que han recibido los responsables de la cabecera desde que comenzaron a revelar las actividades ‘profesionales’ de Begoña Gómez.

Algún empresario incluso ha contactado con sus directivos para trasladarles una pregunta: “¿No tenéis miedo?”. Y no es para menos.

Los medios, los grandes señalados

Porque Moncloa y sus satélites mediáticos llevan un buen tiempo vertiendo toneladas de desechos sobre la prensa “de derecha y de ultraderecha” porque, como Sánchez dice en su último libro, se dedica día tras día a “echar leña al fuego”, hasta el punto de que, a lo mejor, algún día, “prende la casa entera de la democracia”.

Con esta idea martilleando en su cabeza y el alma encogida por las inseguridades más propias de los gobernantes crepusculares, lanzaron a los perros de Moncloa a por la prensa crítica, pero también orquestaron maniobras poco escrupulosas para situar a Miguel Ángel Oliver al frente de la Agencia EFE; o para poner patas arriba RTVE. Quizás suene exagerado pensar que su presidenta cayó por negarse a tragar con el escandaloso contrato de Broncano, pero, ¿alguien duda que su negativa fue determinante? Quien se sorprenda es porque es muy incrédulo, dado que desde Moncloa llegaron a sugerir que era conveniente regular la libertad de expresión para evitar la propagación de bulos. También trabajan para modificar el criterio de reparto de la publicidad institucional -ya se sabe para qué- e incluso han lanzado a la calle el rumor de que, con la entrada del Ejecutivo en Telefónica, a lo mejor comienzan a presionar para que la teleco deje de poner publicidad en los medios de derechas.

¿Órdago o barbarie?

Sólo a sabiendas de esta obsesión puede entenderse bien el tono de la misiva de Sánchez. Al menos, en ese aspecto. Eso sí, algo ha cambiado desde que Planeta publicara sus nuevas pseudomemorias, dado que ahí destacaba su tolerancia ante los ataques que sufre desde la prensa. “Casi siempre me lo tomo con deportividad e intento relativizarlo con sentido del humor. No queda otra. Trato de responder a los desafíos con racionalidad.”, expresa. Desde luego, esto no le ha debido hacer tanta gracia.

A partir de aquí, todo está sujeto a la incertidumbre que suele rodear a los tahúres con suerte, como Sánchez. Porque esto puede ser parte de una estrategia para intentar ganar oxígeno en su momento político más complejo -con su mujer, su hermano y varios ministros señalados-. O a lo mejor es el preludio de su canto del cisne y el próximo lunes anuncia que deja la presidencia del Gobierno... a lo mejor cinco minutos antes de que le echen o de que alguien suelte la bomba que le tumbe. ¿Y si quisiera irse para optar a un puesto mejor? Nunca se sabe con este señor.

Lo que está claro es que, con este anuncio, Sánchez ha conseguido que los focos dejen de apuntar a Begoña Gómez, sobre quien ha abierto diligencias un juzgado de Madrid, tras la denuncia presentada por el -inquietante- sindicato Manos Limpias.

El presidente también ha aprovechado la ocasión para situar en el centro de la diana a “la galaxia de medios de ultraderecha” que le han “acosado” por “tierra, mar y aire”, en connivencia con la oposición parlamentaria.

Los medios, en la diana

Este mensaje retumbaba hace unos años en los rincones más oscuros de Latinoamérica, como bien sabe Miguel Otero, de El Nacional venezolano, perseguido de forma paranoica por el chavismo. Digamos que aquí llegó cuando germinó Podemos y Juan Carlos Monedero comenzó a hablar de una “máquina del fango” que estaba empeñada en difundir bulos contra su partido, en beneficio del establishment político y económico. Pablo Iglesias se refirió después a “la cloaca mediática” y el sanchismo tardío, a la fachosfera.

Desde ese territorio editorial -hostil, impreciso y basurófago, dicen- se han empeñado en librar una batalla sin cuartel, de espaldas a la verdad, del mismo tipo de la que, según Felipe González, emprendieron los periodistas de ‘el sindicato del crimen’ contra su Gobierno en los 90. El mensaje que subyace detrás de esto es que Begoña Gómez es inocente y que el Gobierno es incorruptible. Que nadie conocía a Koldo García, que la amnistía es perfectamente constitucional y que España está en el mejor momento social de su historia (ZP dixit).

En definitiva, que todo lo negativo es mentira. Que todo es fruto de una campaña falaz de la prensa hostil, con la que mamonea el PP, como se demuestra en que algunos de sus dirigentes estuvieran en una fiesta de Okdiario en la tarde del miércoles. ¿Qué más pruebas quiere usted?