Aprovechó David Broncano los primeros minutos de su programa en La 1 para desmentir que vaya a cobrar 14 millones de euros por temporada -ése es el presupuesto total de La revuelta- y para negar que su presencia en la televisión pública se deba al deseo del presidente. "A mí no me ha puesto aquí Pedro Sánchez, como si fuera el hijo tonto del pueblo (...) y el que piense que vamos a hacer propaganda a favor del Gobierno se equivoca", apuntó.

La política tiene la capacidad de monopolizar el debate y ensombrecer todo lo que se halla en sus márgenes, pero en la televisión hay algo más importante, como es el dinero. Y llama la atención que mientras 'El Gran Wyoming' despotricaba conta el Partido Popular en LaSexta con chistes que salieron de su boca por primera vez el año en que se perdieron Cuba, Puerto Rico y Filipinas; David Broncano y su equipo estrenaban su espacio en La 1.

Porque El Intermedio lo produce Globomedia, mientras que La revuelta, El Terrat. Isabel y Fernando: tanto monta, monta tanto. La dueña de ambas es Mediapro, lo que viene a demostrar, una vez más, que España es más fácil de analizar de lo que parece: aquí todos compiten, pero son siempre los mismos quienes se llevan el gato al agua. Desde luego, no deja de llamar la atención que en la televisión en abierto contemporánea la misma productora -la de siempre- vaya a facturar a dos canales a la vez y a hacerse la competencia con un programa en La 1 y otro, en LaSexta.

Wyoming contra Broncano

Este último matiz tiene miga porque podría decirse que Broncano es el sucesor de 'el gran Wyoming', salvando las distancias, que son amplias. Porque es cierto que no se parecen mucho, pero es que el público de izquierdas de ayer y hoy tampoco tiene muchos rasgos en común. De Marcelino Camacho a Yolanda Díaz hay un mundo de distancia. O de Pasolini a Urtasun. O de Haro Tecglen a lo que sea que escriba ahora.

Wyoming es más dogmático y machacón, con un discurso que hace muchos años que dejó de ser original, pero que se corresponde con el del cuñado que corrió delante de ‘los grises’; cuya forma de pensar es mucho más 'revolucionaria' que sus tragaderas con su empresa y con el PSOE desde hace 40 años. Repite memes que se inventaron antes de la digitalización de la sociedad y su lectura del mundo contemporáneo se resume en tres o cuatro eslóganes insoportables.

Existe otra versión -que no es de izquierdas- que se aprecia en El Hormiguero. Es decir, en Pablo Motos, que este lunes decidió competir contra la puesta de largo de su competidor con Victoria Federica. "Realeza contra La 1 de Sánchez", pensará alguno. Y le servirá porque en la España contemporánea, con eso, basta.

Broncano, al contrario que Wyoming, es millenial, que es la generación que discurre entre dos tierras: la analógica y la digital; la de la España próspera y la post 2008. Pecan sus miembros de cierta superficialidad en el análisis y de tragar con toda la new age ideológica (a derecha e izquierda). Es la generación del chiste transgresor, pero no mucho, con la Casa Real y el Gobierno...; la de la eventomanía y la de la baja intensidad en general.

El nuevo presentador del prime time realiza su programa a sabiendas de que, haga lo que haga, su público millenial y trasnochador va a compartir su contenido en las redes sociales por su chiste canallita y costumbrista; o por la respuesta que haya dado su invitado sobre las dos preguntas 'que están para eso': ¿cuánto dinero tienes en el banco? ¿cuánto follas?

¿De qué va esto?

El resto de su 'espectáculo' resulta difícil de seguir. Hoy se ha demostrado y seguramente quienes hayan permanecido con el televisor puesto en La 1 entre las 21.40 y las 22.15 se hayan hecho la misma pregunta: ¿pero esto de qué va?

Hasta que el entrevistado ha hecho acto de presencia en el plató -el surfista ciego, Aitor Francesena- por allí han desfilado algunos colaboradores, una vaquilla de peluche, dos mascotas y un gordo, sin que nadie haya dejado claro para qué estaba por allí; rompiendo por completo el ritmo del programa y provocando que el espectador perdiera la fe en recibir cierta sorpresa con ese estreno.

Hasta que el entrevistado ha hecho acto de presencia en el plató -el surfista ciego, Aitor Francesena- por allí han desfilado algunos colaboradores, una vaquilla de peluche, dos mascotas y un gordo, sin que nadie haya dejado claro para qué estaba por allí

Sin duda, la concepción del guión ha sido errónea. El programa es aburrido y las primeras conversaciones de sus colaboradores son difíciles de descodificar para el público generalista. A lo mejor a Inés Hernand y a la izquierda pop les gustan porque están más familiarizados con ese lenguaje. En Movistar, esto tenía sus adeptos entre los universitarios noctámbulos y poco ambiciosos en general. Pero para el televidente medio (de tercera edad), resulta difícil engancharse a ese tono.

Por eso, podría decirse que fue más divertido el proceso de aprobación de su contrato -a 88.000 euros cada capítulo- que su estreno en La 1. Porque su contratación se llevó por delante al director de Contenidos Generales de RTVE y a su presidenta, que fueron 'ajusticiados' en la reunión del Consejo de Administración en la que estaba previsto aprobar su proyecto de programa. Y el propio Alberto Núñez Feijóo llegó a considerar "reprochable" desde el punto de vista ético y moral este fichaje. Como siempre, nuestros líderes, a lo importante.

La trama de la precuela fue más interesante, sí. Ahora conviene preguntarse si Broncano y su productora -El Terrat, Mediapro- arreglan este desaguisado o si quieren arriesgarse a perder con el paso de los días una buena parte de la audiencia que ha acudido este lunes a su 'inauguración', llamada por su curiosidad, pero a lo mejor espantada porque no ha entendido muy bien lo que le han propuesto.