Lenin tendría que reescribir El imperialismo, fase superior del capitalismo para incorporar el modelo chino. Al igual que los imperialismos que él estudia, los chinos también conjugan su capacidad financiera con la industrial como mecanismo de expansión. Al mismo tiempo, su gobierno ha usado inteligentemente su capacidad financiera como herramienta para aumentar su poder y presencia en unos países de América Latina sedientos de créditos ante un dique donde sobresalen los bancos privados, temerosos de un nuevo default; los organismos multilaterales y sus condiciones de política económica; así como el Banco Europeo de Inversiones, una especie de banco woke con una política crediticia alejada de las necesidades de inversión e infraestructura de América Latina.
China abusa de su posición comercial y financiera dominante e impone condiciones que atropellan a los países
Frente a esta situación, China consiguió posicionarse en los imaginarios políticos latinoamericanos como una potencia amigable que ofrece ayuda desde una visión multilateral, horizontal y empática. Pero no todo lo que brilla es oro y China también abusa de su posición comercial y financiera dominante e impone condiciones que atropellan a los países, tal y como hicieron las potencias que son duramente criticadas por los mismos sectores políticos que aplauden el protagonismo de China en la región. Un buen ejemplo es el caso de Ecuador.
El boletín de prensa del gobierno ecuatoriano del 21 de noviembre de 2016 anunciaba: "El Presidente de la República, Rafael Correa Delgado, conjuntamente con el Presidente de la República Popular China, Xi Jinping, inauguraron la Central Hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, obra emblemática del Gobierno Nacional que genera 1500 MW de potencia, consolidando de esta manera nuestra soberanía energética". La información estaba acompaña por una foto donde los protagonistas se daban un apretón de manos como muestra de la amistad y confianza que unía a los dos pueblos del sur global. El encuentro se realizó en una solemne sala en la que, a primera vista, sobresalían las estrellas amarillas de la bandera china mientras el cóndor del escudo ecuatoriano parecía volar medio de lado.
El comunicado insistía en que la central produciría más del 30% de la demanda anual de electricidad del país y que ahorraría al fisco más de 600 millones de dólares anuales respecto al gasto en combustibles fósiles de las centrales térmicas. Además, se dejarían de emitir 3,5 millones de toneladas de CO2. Sin embargo, ocho años después, la realidad difiere totalmente de la historia oficial y el paso del tiempo está mostrando que el proyecto es un auténtico fracaso.
La Coca Codo Sinclair fue diseñada y construida por una filial de la empresa estatal Power China, costó oficialmente 2.245 millones de dólares, financiados con un crédito chino de 2.000 millones, y adolece de innumerables fallas. No sólo la casa de máquinas tiene riesgo de derrumbe por las miles de fisuras en la estructura de hormigón –cuya reparación costaría 1.100 millones de dólares aproximadamente–, sino que nunca ha funcionado a pleno rendimiento y han prevalecido los periodos de inoperancia: 29 en 2023. De hecho, el país está sumido en una crisis energética que ha obligado al gobierno a racionar la provisión de electricidad y a contratar barcazas turcas con grupos electrógenos gigantes que funcionan con combustibles fósiles.
Cualquier obra puede resultar desastrosa pero, en este caso, muchos defectos surgen del modelo chino de financiación que, para conceder la obra, impone unos procedimientos que hacen saltar por los aires los mecanismos y criterios de control de las grandes obras de ingeniería civil. El resultado es que, dicho modelo, potencia el incumplimiento de estándares técnicos internacionales, como encargar las distintas fases del proceso a diferentes empresas. Si se trata de empresas del mismo dueño o con intereses compartidos, como en el caso de Coca Codo, se reduce la probabilidad de encontrar fallos, al contrario de lo que pasaría si son distintos los responsables del diseño, el estudio de factibilidad y la construcción.
El conflicto de intereses se agudiza cuando el financista es, a la vez, el dueño de la constructora. Si bien podría defenderse que es legítima esta política de desarrollo industrial e internacionalización de las empresas chinas, cabe el contraargumento de que sería necesaria una pluralidad de empresas compitiendo por la financiación y los clientes. Por el contrario, las empresas estatales chinas no tienen que priorizar los intereses de sus clientes para consolidar su posición en el mercado porque su contratación es una condición impuesta para otorgar los créditos.
El trato de las empresas chinas con sus trabajadores deja mucho que desear
El trato de las empresas chinas con sus trabajadores también deja mucho que desear. En este caso, fieles a la recomendación de Marx y Mao, impidieron la formación de sindicatos gracias a la complicidad del gobierno de la Revolución Ciudadana. Quizá lo hicieron para evitar que alguno de los 1.350 trabajadores chinos del proyecto aprendiese esa cosa tan burguesa de exigir derechos laborales. Aunque hay una costumbre capitalista que han aprendido muy bien: la de repartir sobornos, pues pagaron coimas por 76 millones de dólares como parte del proceso de alienación.
Empeora la situación la evidente asimetría entre Ecuador y China y la indefensión del "país de la mitad del mundo" frente a la ineptitud de la constructora Sinohydro. Si bien se intentó una salida negociada durante el gobierno de Lasso, donde la contraparte china ofreció comprar la central a cambio de que el Estado garantizase la adquisición de la electricidad generada, dicho pacto no se concretó.
Tampoco está saliendo adelante la demanda arbitral de los afectados ante la Corte de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional (CCI), en mayo de 2023, que fue contestada por una contrademanda. Está claro que Ecuador tiene mucho más que perder si hay un confrontación directa, además del perjuicio que implicaría cargar con el peso de una infraestructura inútil.
Para cerrar, solo queda recordar al presidente Mao que dijo: "La crítica debe hacerse a tiempo; no hay que dejarse llevar por la mala costumbre de criticar sólo después de consumados los hechos". El tiempo le ha dado la razón, mucho más si de obras de infraestructura se trata.
Francisco Sánchez es director del Instituto Iberoamericano de la Universidad de Salamanca. Aquí puede leer todos los artículos que ha publicado en www.elindependiente.com.
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