A Ayuso, que es algo massielona, una señora nacional y potente pero que pierde un poco sin banda de música, la ha dejado Sánchez sin Ejército para el Dos de Mayo. La presidenta, en represalia, ha dejado al Gobierno sin Dos de Mayo massielón, vecindón y muslón en la Puerta del Sol (recuerdo una vez que ella paseaba mucho el muslo, como se pasea un cañón, y era un muslo entre soldados o un cañón entre soldados, en cualquier caso algo mucho más erótico que histórico). El PSOE, despechado, se va a montar otro Dos de Mayo en la rosaleda del Parque del Oeste, que diría que está pensada justo para eso, para que los despechados rieguen rosas con su pena o arranquen rosas para sus poemas (la rosa del amor / desamor es más significativa aquí que la rosa socialista). El Dos de Mayo socialista seguramente será un Dos de Mayo de pérgola y limonada, festivo y triste, y el Dos de Mayo de Ayuso seguramente será un Dos de Mayo también desangelado, con su generala sin ejército y su muslo sin armón. Claro que lo mismo Sánchez se lleva el Ejército al Parque del Oeste para que lo pasee a él como al Cristo de Mena.
Yo creo que Sánchez le ha quitado los soldados a Ayuso porque la presidenta, que a veces es la bruja de España pero otras veces es la novia de España, iba a parecer Margarita Rodríguez Garcés vitoreada por la tropa, pisando capotes y pisando corazones. El ejército es verdad que no está, o no debería estar, para hacer bonito en las plazuelas de los políticos, como si fuera un orfeón, ni tampoco para coronarlos o legitimarlos, como si fueran emperadores del Lacio o dictadores de guayabera o paraguaya. Pero también es verdad que hay gente que no pega al lado del Ejército, o que el Ejército no pega al lado de ella, como cuando uno veía a Pablo Iglesias al lado del rey Felipe y hacían los dos algo así como una estatua con cuervo. Por alguna razón, Ayuso pega con el Ejército, como pegaba Marisol o como pega también Margarita Robles (incluso Carme Chacón pegaba, con esa cargazón simbólica de su preñez, como una diosa de arcilla, que yo creo que era justo la alegoría que le hacía falta al Ejército ya democrático y democratizado). Pero ni Bolaños ni Sánchez, por ejemplo, pegan, qué vamos a hacerle.
Quitar al Ejército es más fácil que hacer que Sánchez o Bolaños hagan la mili ceremonial o cívica hasta que peguen con banderazos, trompetazos o cañonazos de humo sin parecer aquel de Podemos que se echó cuerpo a tierra ante unas salvas de honor. Yo creo que este chirrido de algunos con el Ejército no tiene que ver con la estética, que Sánchez va como de Napoleón con lentejuelas y Bolaños se parece al cabo “Radar” O’Reilly de M.A.S.H. Tampoco con la ideología, la ranciedad, o las pintas, como ya hemos dicho antes, sino con cierta solemnidad o trascendencia, cierta capacidad para ir más allá de la personalidad o la ideología del que se planta allí en el desfile. Allí, ante lo militar, lo simbólico o lo institucional, uno puede sintonizar, o puede parecer un cascanueces, entre juguete y broma, o puede parecer que se ha colado en una boda, como aquella vez que Bolaños intentó colarse en el Dos de Mayo.
Como Bolaños ya no va al Dos de Mayo desde que quiso ser vedete en la Puerta del Sol, ni Sánchez sueña con ir, yo creo que el PSOE al menos intenta que Ayuso no sintonice, que me parece el concepto clave. Y me refiero no ya a sintonizar con el Ejército, que es lo de menos, sino con la atmósfera del día, sea institucional, sea popular o sea sólo verbenera. Ayuso sintoniza con algo con lo que Sánchez no puede sintonizar (Sánchez ni siquiera puede salir a la calle sin que le excaven un túnel), así que Sánchez está intentado borrar todo aquello con lo que Ayuso pueda vibrar, como si le quitara la guitarra a la manola o a Los Manolos. Le quita sus soldados de tren de soldados o de musical de soldados, le intenta quitar la Casa de Correos con la cosa de la Memoria Democrática, le intenta quitar todo el Dos de Mayo, que es como quitarle Madrid para dejarla sin pensiones y sin cocidos, e intenta hasta quitarla de en medio a ella, que no se deja quitar a pesar de que su poca vista con el noviete aguililla le puede salir cara.
La guerra entre la Moncloa y Ayuso también es simbólica, como el propio Dos de Mayo, con resistencia de chisperos y de corseteras ante los Napoleones que sigue habiendo por ahí y por aquí
Hay una guerra entre la Moncloa y Ayuso desde que la Moncloa se dio cuenta de que la oposición al Gobierno o el icono de la derecha estaban en Sol, igual que está el icono de España con la botella fandanguera de Tío Pepe, y no en la oficinilla de patentes de Génova. Y también claro, desde que Ayuso se dio cuenta de lo mismo. Ayuso yo creo que intenta llevar la ambición con modestia, con sus encajes de viuda guapa que se sabe más guapa tras las celosías y las ambigüedades, pero la ambición sigue ahí y a veces se nota mucho, por ejemplo cuando quiere ser Cleopatra con romanos, o más bien aprovecharse de lo bien que queda haciendo de Cleopatra con romanos. Sánchez quitándole los romanos yo creo que la ayuda en la mitología, pero allá él.
La guerra entre la Moncloa y Ayuso también es simbólica, o es sobre todo simbólica, como el propio Dos de Mayo, con resistencia de chisperos y de corseteras ante los Napoleones que sigue habiendo por ahí y por aquí. Pero la guerra no es por ver a quién le sientan mejor las guerreras o las patillas. La guerra es, sobre todo, por cómo sintoniza Ayuso con lo que sea, con las banderas, los clarines o la gente. Mientras, Sánchez intenta sintonizar con sus propios espejos y el PSOE intenta sintonizar con sus propias rosas, por allí por los descampados, lejos del pueblo como de la guerra, por si a alguien le sirve. Yo creo que Sánchez, finalmente, no llevará al Ejército a que lo paseen entre las rosas, que parecería ese entierro alfonsino o ese calvario de cirios hacia el que le encamina ya todo. Este Dos de Mayo estaremos sin generala en Sol pero, sobre todo, seguiremos sin Gobierno en España.
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