Como casi siempre ocurre, la muerte de un líder indiscutible deja en el aire algunos interrogantes y no pocas expectativas. Es el caso del difunto Papa Francisco. Después del adiós sentido, emocionado y agradecido que buena parte de la humanidad y la inmensa mayoría eclesial le ha rendido, vienen los pronósticos sobre su sucesión, las esperanzas sobre la continuidad de su pontificado o los miedos a que se cierren las puertas y ventanas que abrió durante doce años primaverales.

Cualquier mínimo conocedor del actual panorama eclesial y eclesiástico sabe que esas esperanzas y temores se sintetizan y resumen en los retos que el Papa Francisco deja a su sucesor. No es ningún secreto que el Papa Bergoglio dejó muchos temas inacabados, inconclusos, algunos casi en embrión y otros en estado bastante avanzado.

No es ningún secreto que el Papa Bergoglio dejó muchos temas inacabados, inconclusos, algunos casi en embrión y otros en estado bastante avanzado

Francisco ha dejado un legado muy alto y exigente en cuestiones fundamentales intra y extra eclesiales. Un legado que marca un antes y un después en el itinerario de la Iglesia. Es cierto que, en su último libro autobiográfico Esperanza, Francisco dice que “solo soy un paso”, pero su estilo pastoral y su magisterio abierto dejan una huella indeleble.

Por eso, su legado se traduce en una serie de retos y desafíos para el nuevo Papa. En buena y católica teología, sabemos que en el cónclave no se elige al sucesor de Francisco, sino al sucesor de Pedro, pero quién deja ese legado y esos retos es Francisco. Y esos retos son insoslayables. No se pueden pasar por alto. La Iglesia se juega su credibilidad y significatividad según sea su respuesta a esos desafíos.

Puestos a hilvanar algunos de estos retos, podemos trazar una serie de ellos a modo de ejemplo y como aperitivo en este momento crucial de un nuevo Pastor Universal. El primero y fundamental puede sonar a algo que se supone, pero hay que demostrarlo como hizo Bergoglio: seguir poniendo al Evangelio en el centro de la vida de la Iglesia, un Evangelio sin glosa y sin aditamentos extraños y tranquilizantes, un Evangelio sin componendas ni arreglos diplomáticos. Si el nuevo Papa continúa el camino del Evangelio, todo lo demás vendrá por añadidura.

El segundo reto es la aplicación asumida y convencida del Concilio Vaticano II. Es curioso que Bergoglio no estuvo física y presencialmente en el Concilio Vaticano II, pero ha sido el Papa del Concilio Vaticano II, siguiendo la estela de Pablo VI. Su apuesta por el Vaticano II ha sido total, inequívoca y sin fisuras ni hermenéuticas acomodaticias. Este reto puede ser la clave para saber si el nuevo Papa continúa la apertura de Francisco.

Hay un tercer reto al que Francisco respondió con toda la fuerza y transparencia de que fue capaz. Me refiero al gran problema de la pederastia y de los abusos sexuales en la Iglesia. Francisco acometió este reto de frente, sin torcer el gesto ni el brazo, consciente de que este tsunami criminal que es la pederastia constituye la mayor lacra y negatividad de la Iglesia y la pérdida de toda credibilidad. Y junto a ese combate contra los abusos sexuales, Francisco emprendió el reto de desenmascarar otros abusos que han crecido y crecen en progresión geométrica en muchos ámbitos eclesiales: los abusos de poder y de conciencia. Retos más o menos sibilinos y subrepticios, pero retos que no pueden quedar sin denuncia ni respuesta rotunda.

Tendrá que romper muchísimas barreras y prejuicios inmemoriales y enquistados en las cabezas cerradas y ultramontanas que abundan más de lo que creemos en los cenáculos curiales y eclesiásticos

No se puede minimizar otro reto que clama a gritos pidiendo una respuesta positiva, real, efectiva. Francisco inició esa respuesta, pero la dejó un poco en mantillas. Tal vez, encontró muchas dificultades para responder con más libertad de espíritu a este reto: el papel de la mujer en la comunidad eclesial. Nadie puede negar los pasos que dio Francisco en el empoderamiento de la mujer al interior de la Iglesia. Pero se quedó al inicio del recorrido. El sucesor de Francisco no va a tener fácil la respuesta más clara y más plena a este reto. Tendrá que romper muchísimas barreras y prejuicios inmemoriales y enquistados en las cabezas cerradas y ultramontanas que abundan más de lo que creemos en los cenáculos curiales y eclesiásticos. Los gendarmes de la ortodoxia rancia y obsoleta no bajan ni bajarán la guardia en este tema y en otros.

Otro reto clave es mantener abierta de par en par la puerta de la sinodalidad. Fue su opción eclesiológica de mayor alcance. Francisco abrió esa puerta contra viento y marea, y la ha dejado bien abierta. ¿La mantendrá así su sucesor? Francisco luchó contra el clericalismo, que, entre otras cosas, es la negación de la sinodalidad. Este es otro reto añadido y urgente.

No me resisto a subrayar un reto que las personas sencillas y normales, el pueblo de toda la vida, ha resaltado en la persona y en la doctrina de Francisco: el rostro humano, maternal, misericordioso de la Iglesia. Francisco alumbró y popularizó una expresión que inmediatamente atrajo a creyentes y no creyentes: la Iglesia “hospital de campaña”. Con toda la carga de ternura, de abrazo, de entrañabilidad que esa expresión contiene. Al pueblo llano no le llaman la atención las pomposas y altas teologías sobre la Iglesia, pero le emociona y le convence esa imagen humana y acogedora de la Iglesia. Y este es un reto mayor de lo que parece, porque no se aprende en los libros. Se siente y se vive o, de lo contrario, no hay nada que hacer.

En definitiva, podríamos hacer una larga lista de retos y desafíos que el “Papa del pueblo” deja o lega a su sucesor en la silla de Pedro, enumerando algunas palabras que Francisco empleó con mucha frecuencia y que contienen en su interior otros tantos retos. Que el lector encuentre el reto preciso en cada una de estas palabras: pobres, descartados, migrantes, periferias, vulnerabilidad, servicio, reforma, fraternidad, compasión, integración, inclusión, ecología, casa común, paz, alegría, encuentro, derechos humanos, justicia social, dignidad humana…

El cardenal argentino Ángel Rossi ha dicho con desparpajo y sin rodeos: “Habría que ser muy necio para dar marcha atrás… El legado de Francisco es sólido y sería una trampita rumbear para otro lado”. Yo me apunto a este deseo y a esta esperanza.


Celestino Fernández es sacerdote de la Provincia San Vicente de Paúl-España. Ha sido durante 12 años director de las Hijas de la Caridad de la Provincia de Granada. Es periodista. Es autor, entre otros, de La oposición orquestada contra el Papa Francisco. Entre la estrategia y el esperpento, publicado por Editorial Ceme & La Milagrosa difusiones.