En los últimos meses, Irán se ha encontrado en el epicentro de una crisis cuyas consecuencias se extienden mucho más allá de sus fronteras. Aunque la guerra de los doce días ha terminado, su mensaje es claro: las bombas extranjeras no traerán cambios a Irán, y el apaciguamiento sólo envalentonará a la tiranía. El destino de Irán depende de su propio pueblo: su resistencia, su levantamiento y la resistencia organizada que nunca ha perdido la esperanza de lograr una nación libre y democrática.
Esta guerra también ha demostrado que, por muy precisos que sean, los ataques militares no son un sustituto del cambio
Durante demasiado tiempo, el mundo ha tolerado la ilusión de que la diplomacia y las concesiones moderarían el comportamiento de Teherán. Los gobiernos occidentales apuntalaron a un régimen que sabían que era brutal, apostando a que los acuerdos comerciales y las conversaciones nucleares brindarían estabilidad. Se les advirtió lo contrario. Hace más de dos décadas, Maryam Rajavi, presidenta electa del Consejo Nacional de Resistencia de Irán (CNRI), se presentó en el Parlamento Europeo en Estrasburgo para proponer la "Tercera Vía" y declaró claramente que el apaciguamiento conduciría a la guerra. Fue ignorada y el precio se pagó con sangre.
Esta guerra también ha demostrado que, por muy precisos que sean, los ataques militares no son un sustituto del cambio. El régimen iraní sobrevivió al bombardeo. Su maquinaria de represión sigue intacta. Esto no prueba la fuerza del régimen, sino la imposibilidad de liberar a un pueblo a través de la intervención extranjera. El cambio en Irán no vendrá de aviones de combate ni de gobiernos extranjeros. Vendrá desde dentro, de un pueblo que se ha levantado una y otra vez, y de un movimiento que ha pasado décadas sentando las bases para un futuro democrático.
Esta es la esencia de la "Tercera Vía": una visión política que rechaza tanto la guerra exterior como las negociaciones infructuosas. No es un llamado a la neutralidad o a la vacilación. Al contrario, es una llamada a la acción. Exige que el mundo reconozca la legitimidad de la lucha del pueblo iraní y apoye su derecho a derrocar la tiranía a través de medios organizados y democráticos.
La Tercera Vía está profundamente arraigada en la historia de resistencia de Irán, desde la Revolución Constitucional (1905-1911) hasta el movimiento democrático liderado por el primer ministro iraní, Mohammad Mossadegh (principalmente entre 1951 y 1953). Revive su principio de "equilibrio negativo": independencia sin aislamiento y compromiso sin rendición. Defiende la paz y la libertad, al tiempo que afirma que la soberanía debe residir en el pueblo, no en los monarcas, los mulás o las potencias extranjeras.
Pero esto no es simplemente una teoría. La Tercera Vía ha informado la estrategia práctica de la resistencia iraní durante décadas. Influyó en la decisión del principal partido de la oposición, el PMOI, de oponerse a la guerra de Jomeini con Irak, mientras que otros la apoyaron. Informó la larga batalla para eliminar la resistencia de las listas de terroristas impuestas por las potencias occidentales a instancias del régimen. Hoy en día, se puede ver en el surgimiento de unidades de resistencia de la PMOI en todas las provincias de Irán y en cada protesta en la que la gente canta contra la dictadura, la corrupción y la agresión extranjera.
La Tercera Vía también distingue entre el cambio democrático genuino y aquellos que buscan el poder a través de la dependencia extranjera o la tiranía reciclada. Las facciones monárquicas neofascistas, incluido el hijo del depuesto Shah de Irán, que ha fantaseado abiertamente con regresar a Irán con la ayuda de bombas israelíes, han sufrido un colapso político. Sus ilusiones han sido destrozadas y su irrelevancia ha quedado expuesta. Del mismo modo, los autodenominados reformistas y los antiguos miembros del régimen que viven en el extranjero han revelado sus verdaderos colores lamentando la pérdida de activos militares en lugar de apoyar al pueblo.
No es casualidad que el régimen luche con más ahínco contra la Tercera Vía. Cuando los parlamentos europeos respaldan esta visión, Teherán responde con amenazas, presión económica y desinformación. El régimen sabe muy bien que un movimiento popular y organizado que ofrece una alternativa democrática es mucho más peligroso para su supervivencia que cualquier avión de guerra.
Hoy, el régimen está más débil que nunca. Su estrategia regional está en ruinas
Hoy, el régimen está más débil que nunca. Su estrategia regional está en ruinas. Hizbulá ha sido expuesto, su influencia en Siria se ha desmoronado y su influencia nuclear se está desvaneciendo. El régimen clerical abrió las puertas a la guerra no por fortaleza, sino por miedo: miedo a otro levantamiento nacional y a su propio pueblo. La guerra es un síntoma de su crisis, no la causa.
Ninguna cantidad de retórica vacía del Líder Supremo Jamenei o del púlpito de la oración del viernes puede ocultar la verdad: el régimen se encuentra en una posición difícil. Carece de los medios para avanzar y tampoco tiene la credibilidad para retroceder. La tercera vía sigue siendo el único camino viable para Irán, para la región y para la comunidad internacional que dice apoyar la paz y la democracia.
Ahora es el momento de la claridad. El mundo debe dejar de caer en la fantasía de que Irán puede ser reformado desde dentro de sus círculos gobernantes o estabilizado a través de acuerdos extranjeros. El verdadero cambio se producirá cuando se permita al pueblo iraní, mediante sus propios sacrificios y con el reconocimiento internacional, determinar su propio futuro. Ese cambio ya está en marcha. Ha llegado el momento de apoyarlo.
Firouz Mahvi es dirigente del Consejo Nacional de Resistencia de Irán (CNRI), movimiento opositor iraní.
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