El nacimiento del formato de compresión de música más popular es el de un sonoro fracaso. En 1991 el profesor Karlheinz Brandenburg, del Instituto Fraunhofer de Erlangen (Alemania) estaba a punto de tirar la toalla. "En los test, la codificación no funcionaba como esperábamos. El proyecto iba a morir", sentenciaba en una entrevista a Intel. ¿Qué paso desde entonces hasta el 14 de julio de 1995 para que ese día de verano Brandenburg bautizase a su criatura con el nombre definitivo de .mp3?

A principios de los noventa, Brandenburg había vuelto a su alemania natal tras su paso por los Estados Unidos. Estaba cómodo trabajando con sonidos en ese centro de investigación de Erlangen. Es un complejo de edificios con largos pasillos. Un día había unos hombres haciendo unas reparaciones. Un radiocassette sonaba al fondo. En la radio, Suzzane Vega a capella.

Al profesor Brandenburg le parece que la voz de Suzzane es perfecta para poner a prueba una tecnología en la que su equipo venía trabajando años atrás.  Archivos en forma binaria que podían llegar a caber en un disquete de 3,5 y no en enormes bobinas o discos compactos como hasta entonces.

Un grupo de científicos alemanes venía trabajando desde los primeros años ochenta en la compresión y transmisión del sonido a través de dispositivos digitales. Era una cuestión de física, electrónica, de matemáticas y de psicología. Conseguir que una canción nos suene bien a base de ceros y unos. Y que ocupe poco para poder ser enviada a través, por ejemplo, de internet, que era una realidad incipiente aquellos años.

La voz de Vega era tan bella y llena de matices que volvió loco al algoritmo y la destrozó

La idea era trabajar con algoritmos o procesos matemáticos en los que el sonido se fuera puliendo, quitando aquellas frecuencias que el oído humano no puede registrar o aquellas que nuestro cerebro no es capaz de distinguir. Una idea rescatada del siglo XIX y un tal Alfred Mayer.

El problema era que la voz de Suzzane Vega era "tan bella y llena de matices", según Brandenburg, que el algorimo se volvió loco y destrozó la canción.
Hubo que esperar hasta 1993 para que el fino oído del científico estuviera satisfecho con el resultado. Se publica entonces la primera versión del MPEG-1 Audio Capa III. En 1995, estaba listo para trasladarse a archivos de ordenador. Decidieron ponerle la extensión .mp3 aunque inicialmente se llamó .bit.

Recuperamos en abierto este podcast publicado sólo para suscriptores en mayo, coincidiendo con la caducidad de las patentes para fabricantes del mp3.