Durante el mes de septiembre se han publicado diez sondeos electorales en el País Vasco y todos arrojan conclusiones comunes. El PNV ganará con claridad, Iñigo Urkullu podrá gobernar y el voto españolista caerá hasta cotas desconocidas. La media de esa decena de encuestas coloca al PSOE en el 11,58%, al PP en el 9,18% y a Ciudadanos en el 2,16%, sólo una centésima por encima del resultado cosechado por UPyD en 2009. La suma de los tres partidos, pese a que los socialistas fíen sus últimas horas de campaña a un voto oculto que impulse su resultado del domingo, se queda en el 22,92%. Un resultado pobre y sin precedentes, especialmente sangrante si se atiende al pasado más cercano.

[infogram id="a5d04425-fd13-4174-ac85-ba572f568cdc" prefix="d1e" format="interactive" title="El voto españolista en País Vasco"]

Desde 2009, cuando Patxi López llegó a Ajuria Enea tras convencer al 30,7% del electorado, los dos grandes partidos nacionales se han dejado por el camino a más de la mitad de sus votantes, que han transitado mayoritariamente hacia Podemos y el PNV. El PSOE, en concreto, paga el peaje del acuerdo de legislatura firmado entonces con el PP, que le dio la lehendakaritza durante tres años pero le hizo perder buena parte de su capacidad de atracción entre la izquierda y el nacionalismo moderado.

El PSE puede perder en siete años dos tercios del voto que conquistó en 2009 con Patxi López

Ni López en 2012, ni la ex portavoz del Gobierno vasco Idoia Mendia en 2016, han sido capaces de revertir una tendencia a la baja que amenaza con dejar al PSE en un tercio de lo que fue en apenas siete años. En menos de lo que fue nunca en su historia, de hecho. Si se confirman los resultados previstos por las empresas demoscópicas, los socialistas vascos registrarían su peor resultado histórico desde el 14% de Txiki Benegas en las primeras elecciones autonómicas de la democracia, celebradas en 1980.

A esos años regresa también el PP, devuelto a expectativas de voto que no sufría desde que se repartía espacio electoral con la UCD primero, el CDS después y por último con su escisión, la Unión Alavesa, que consiguió representación parlamentaria entre 1990 y 1998.

El PP, devuelto a resultados propios de los 80, aspira a una victoria sobre los socialistas que no consigue desde Mayor Oreja en 2001

Ahora esa competencia la representa Ciudadanos, aunque desde el PP inciden en que la candidatura que encabeza Nicolás de Miguel no obtendrá representación. Como Feijóo en Galicia, aunque con expectativas de éxito muy distintas, Alfonso Alonso insiste en reclamar el voto para su partido apelando a una opción "útil" frente a la de otras formaciones "que seguramente no aspiran a entrar en el Parlamento vasco". "Que ni un voto no nacionalista se quede sin representación", expresaba el candidato como objetivo en una entrevista publicada este jueves en el diario El Mundo

Rivera tardó minutos en responder. "Algunas encuestas nos dicen que estamos a 100 votos del escaño", aseguró el líder nacional de Ciudadanos, marcando la línea argumental que guía el último intento por movilizar a un electorado que apela esencialmente a la herencia de UPyD, incluyendo en su campaña incluso a figuras clásicas del partido magenta como Fernando Savater y Francisco Sosa Wagner.

Son luchas intensas por un espacio pequeño, pero relevante. El hundimiento del PSOE en Euskadi hace aspirar discretamente al PP con igualar o superar la representación de los socialistas, una circunstancia que no se produce desde Iturgáiz y Mayor Oreja, y que todavía resistió con María San Gil al mando, antes de iniciar una caída sostenida desde la llegada a la dirección regional de Antonio Basagoiti y la apertura del espectro político en 2012, tras el cese de la violencia armada por parte de ETA y la entrada de EH Bildu en las instituciones.