Referéndum a cambio de estabilidad parlamentaria. Esa es la fórmula con la que el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, afronta la primera de las tres paradas de su particular via crucis otoñal: moción de confianza, debate de política general y debate de presupuestos. “Para que quede claro, la opción es referéndum o referéndum” ha proclamado desde la tribuna al concluir un discurso destinado a demostrar su compromiso con la independencia.

“No estoy aquí para entretener a la gente”, ha afirmado tras anunciar que su gobierno aprobará las “leyes de desconexión” en julio de 2017 y convocará entonces el referéndum sobre la independencia Cataluña, que debería celebrarse durante la segunda quincena de septiembre, convenientemente asociado a la celebración de la Diada.

 

La única alternativa a ese calendario -ha afirmado- es un referéndum acordado con el Gobierno, opción a la que asegura no estar dispuesto a renunciar. “Traslado la responsabilidad” a todo el arco político español, ha señalado para ofrecer la máxima lealtad y “total disposición” a pactar la pregunta, el calendario “e incluso la posible moratoria en caso de que perdamos la consulta”. Una oferta que “no caduca” pero que tampoco frena el proceso en el que asegura encontrarse inmerso su gobierno para preparar la “desconexión del Estado Español”.

Todo ello, a cambio del sí de la CUP a los prespuestos de Junts pel Si (JxS). La de hoy es una declaración de intenciones con final ya conocido, puesto que la CUP se ha comprometido a dar su apoyo al President, garantizando los 72 diputados que otorgan la mayoría en el Parlamento catalán. Pero Puigdemont ya ha advertido de que “confianza sin presupuestos” no es más que una pérdida de tiempo, para señalar que, quien no esté dispuesto a apoyar las cuentas de su gobierno no se moleste en darle su confianza mañana.

Cámara dividida

En su intervención, el president ha recordado la vertiginosa hstoria de los primeros nueve meses de una legislatura que ha calificado de excepcional y ha ratificado su compromiso de concluirla en 18 meses, tal y como establecía el acuerdo de investidura  entre Junts pel Si (JxS) y la CUP, afeando a sus socios parlamentarios la ruptura de ese pacto cuando el pasado de junio impidieron la tramitación de los presupuestos catalanes con su rechazo a las cuentas.

En una cámara dividida por la mitad, la CUP no parece dispuesta a dejar de ejercer el poder que le otorgan sus diez diputados. Y ante esa eventualidad, Puigdemont ha recordado que la alternativa, no descartada, son unas elecciones anticipadas que podrían dar al traste con la “hoja de ruta” hacia la independencia.

En este contexto, ha asegurado que en su propuesta de referéndum pactado está la clave para desbloquear tanto la política catalana como la española en su conjunto, apelando –como ya ha hecho en las últimas semanas Francesc Homs- a la formación de un Gobierno alternativo al de Mariano Rajoy con el apoyo de los soberanistas. Y ha recibido la mayor ovación de su discurso al criticar a Alberto Nuñez Feijoo y José Manuel García Margallo por poner al independetismo catalán al nivel del terrorismo etarra. “Con ETA se reunieron un par de veces, con nosotros no quieren ni sentarse a la mesa” ha denunciado para dejar claro que el enemigo común es el PP y exigir “unidad sin fisuras” en el tránsito “de la postautonomía a la preindependecia”.