Colombianos, este premio es de ustedes". El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, enfiló la semana con amargura, debido a la derrota del en el plebiscito del domingo 2 de octubre, pero la ha terminado con alegría al ver blindado con el Nobel de la Paz el proceso que inició hace cuatro años con las FARC. "Recibo esta distinción en nombre de todos los colombianos, en especial de los millones de víctimas que ha dejado este conflicto que hemos sufrido a lo largo de más de 50 años", decía Santos, a quien pocos ya daban como ganador del galardón, debido al triunfo del no en la consulta, por 53.894 votos, en una jornada marcada por una abstención superior al 60%. El Nobel de la Paz pretende resucitar los Acuerdos, que muchos ya daban por enterrados. La comunidad internacional sale así al rescate del presidente Santos.

El Comité del Nobel, formado por cinco personas elegidas por el Parlamento de Noruega, país garante del proceso de paz y que albergó la primera ronda de negociaciones en 2012, mantuvo su apuesta por la paz impulsada por Santos. Al dar a conocer el premio, la presidenta del Comité, Kaci Kullmann Five, señalaba que "el presidente Santos, pese a que la mayoría de los colombianos ha votado no, ha contribuido a que esté próxima una solución pacífica al conflicto sangriento" que padece Colombia. "El proceso de paz corre peligro de interrumpirse y de que vuelva a estallar la guerra", señala el comunicado del Comité. Noruega ha sido la impulsora de esta operación de rescate internacional del proceso de paz impulsado por Santos.

"Un premio con tanto prestigio como el Nobel de la Paz puede contribuir a empujar de nuevo el proceso. Con el en las urnas, seguramente el galardón habría sido para las dos partes en la mesa de negociaciones de La Habana. Gobierno y guerrilla se han esforzado y han forjado un camino pionero. En realidad, es un aval para Colombia y otorga al presidente un apoyo político en un momento delicado. También subraya el compromiso internacional con el proceso y su seguimiento hasta que concluya", afirma Virginia M. Bouvier, investigadora de procesos de paz en el US Institute of Peace de Washington.  La ex rehén de las FARC Ingrid Betancourt era partidaria de que también hubiera sido premiado el jefe guerrillero Rodrigo Londoño, alias Timochenko, pero gran parte de la sociedad colombiana no lo habría entendido. "Las FARC generan mucho rechazo y habría sido muy controvertido. Al dárselo al presidente se reconoce a toda la sociedad", explica Mariano Aguirre, director del NOREF de Oslo, testigo de esta semana de vértigo en Bogotá.

Las FARC aplauden este apoyo del exterior porque se han embarcado en una travesía de la que no quieren desviarse. Saben que con violencia ya no tienen futuro y su salida ahora es reconvertirse como actores políticos. El jefe negociador, Iván Márquez, mantiene que "las partes no vamos a destruir lo que hemos diseñado". Horas después de la concesión del Nobel de la Paz al presidente Santos, los representantes del Gobierno y de las FARC acordaron un protocolo para afianzar el cese del fuego bilateral acordado el 23 de junio.

Las FARC mantienen desde La Habana que "las partes no vamos a destruir lo que hemos diseñado"

"Si se prolonga el limbo actual, el mando de las FARC puede perder el control de las guerrillas sobre el terreno. Los combatientes que deberían empezar a desmovilizarse si estuvieran vigentes los Acuerdos pueden desencadenar hostilidades por su cuenta o bien formar parte de grupos criminales", señalan Adam Isacson y Gimena Sánchez-Gorzoli, en un blog del WOLA (Washington Office in Latin America) en el que destacan cómo hay que actuar "de forma rápida y realista" para no perder la oportunidad de la paz, tras la victoria del no.

Los principales abanderados del no, los ex presidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, felicitaron a Santos por el Nobel, si bien Uribe destacó que deseaba que el galardón condujera "a cambiar acuerdos dañinos para la democracia". Pastrana recordaba que era "otra razón para avanzar en el acuerdo de unidad nacional". De forma soterrada, temen los uribistas que el Nobel de la Paz lleve al presidente Santos a dejar de lado el resultado del plebiscito, una consulta vinculante pero que no habría sido necesaria. Fue Santos quien se empeñó en llevarla a cabo.

Apenas votó un 37,37% de la población: el 50,21% votó no y el 49,78% dijo . Es el retrato de un país fracturado. "El no ganó jurídicamente, pero la realidad es más compleja a nivel político. Entre los votantes hubo un empate técnico, pues la diferencia a favor del no fue mínima. Hubo una gran abstención y una diversidad geográfica y social enorme. Nadie puede reclamar un triunfo político. Tenemos un país dividido entre los ciudadanos más activos y una gran mayoría silenciosa, apática o desconcertada", afirma Rodrigo Uprimny en sus 18 Tesis para pacificar la paz publicado en www.lasillavacia.com.

Tenemos un país dividido entre los ciudadanos más activos y una gran mayoría silenciosa, apática o desconcertada"

Poco a poco la agenda va modificándose sobre el terreno. El miércoles 5 tuvo lugar el primer encuentro cara a cara entre Santos y Uribe, junto a sus delegaciones, en la Casa de Nariño, sede de la Presidencia en Bogotá.  El jefe de la diplomacia estadounidense, John Kerry, telefoneó el sábado a Uribe y reafirmó que el ex presidente está dispuesto al diálogo. Lo cierto es que ahora la hoja de ruta saltó por los aires y hay que buscar nuevas vías que integren al Estado, a las FARC y a los defensores del no. Pero no se puede partir de cero. "El punto de partida ha de ser el acuerdo de La Habana por cuatro razones: fue apoyado por la mitad de los votantes como una salida al conflicto armado; ya fue aceptado por las FARC; la comunidad internacional lo avala; y los promotores del no dijeron que no se oponían a todo lo pactado, sino a puntos particulares", señala Rupminy.

Habrá serias dificultades en demandas concretas que señalan los partidarios del no. "Las FARC aceptaron cumplir penas alternativas, pero como indicaron en varias ocasiones, no negociaron para ir a la cárcel. Si el ex presidente Uribe exige además que miembros de las Fuerzas Armadas no sean juzgados en condiciones de igualdad con las FARC, entonces las cosas se complican aún más. O si se les niega a hacer política de forma legal y pacífica. Por el momento, el margen de maniobra es escaso", destaca Aguirre.

Según este experto, el no se impuso por varias razones. "El odio a las FARC está muy arraigado en buena parte de la sociedad colombiana. Entre el 37,37% de los que votaron triunfaron los mensajes fáciles ("los guerrilleros no van a la cárcel", "los premiamos permitiéndoles hacer política", "se les está entregando el país") frente a un acuerdo complejo, sofisticado y rico en detalles". Bouvier considera que muchos votaron en contra "por razones que nada tenían que ver con los Acuerdos, sino con actitudes relacionadas con las partes presentes en la negociación; contra las FARC por resentimiento, y contra Santos, por sus políticas económicas, por ejemplo". Santos se arriesgó en el plebiscito y tuvo un efecto bumerán, un bumerán que ahora vuelve impulsado desde Oslo.

Sobre la paz quedó claro que no hay una visión común en Colombia sobre lo que significa. Los que padecieron la guerra más cruentamente apoyaron los Acuerdos. Quienes ven la violencia más de lejos se inclinaron por el no. Y la gran mayoría se abstuvo. Pero los colombianos no se resignan y han salido a las calles, inspirados en el 15-M y en Occupy Wall Street. Alentados por ese desamparo que les embargó con la victoria del no (lo que llaman plebitusa en alusión a la tusa, impotencia que genera el desamor), los indignados colombianos dicen ser "los del sí, los del no, y los ciudadanos de todos los colores" que no van a levantarse hasta que Uribe, Santos y las FARC firmen la paz. Miles marcharon esta semana en varias ciudades del país. Sus gritos demandan acción política y consenso tras años de silencio.