Cataluña volverá a celebrar elecciones autonómicas en un plazo máximo de 15 meses si se cumple la hoja de ruta de Carles Puigdemont, mucho menos en opinión de la mayoría, si finalmente no se celebra el referéndum independentista en septiembre de este año. Y el partido que actualmente ostenta la presidencia de la Generalitat no tiene candidato definido y cae en las encuestas con una marca electoral que casi nadie reconoce. En el Partit Demòcrata Europeu Català (PDCat) han empezado a sonar las alarmas.

Puigdemont accedió hace un año la presidencia de la Generalitat de forma totalmente inesperada, cuando un sábado de enero Artur Mas asumió los ruegos de su entorno y se plegó a las exigencias de la CUP: sólo habría gobierno independentista de JxS si renunciaba a la presidencia de la Generalitat en favor de otro candidato. Y Mas señaló al alcalde de Girona, tercero en la candidatura de JxS por esa provincia. Sus principales avales, ser el presidente de la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI) -cumplía por tanto el requisito del pedigrí independentista- y no entrar en las batallas por el poder dentro de Convergència.

Para aumentar las garantías -Mas afirmó que daba un paso al lado, no que renunciara al poder- Puigdemont anunció que no sería candidato por el PDCat. Su compromiso es el de llevar a Cataluña “desde el postautonomismo a la preindependencia” sin pasar por las urnas. Siempre y cuando no se viera obligado a un adelanto electoral, en cuyo caso se plantearía encabezar la lista de su partido. Una promesa con la que el actual president buscaba contentar al partido, al que ahora ha metido en un auténtico embrollo.

Doce meses para desmontar Convergencia

En estos doce meses Convergència Democràtica de Catalunya se ha disuelto -para hacer olvidar los casos de corrupción de su fundador, Jordi Pujol- y ha dado tumbos hasta definir un nuevo nombre, PDCat, y una nueva dirección, en la que los cuadros nacionalistas tumbaron la propuesta oficialista de Mas para optar por la renovación que suponía el tándem Marta Pascal y David Bonvehí. Artur Mas sigue estando ahí, como presidente del partido, pero han surgido nuevos nombres, se mantienen algunos aspirantes de la época de CDC y Carles Puigdemont sigue sin definir su futuro.

En el PDCat todo el mundo tiene claro que Puigdemont es la mejor opción. La presidencia de la Generalitat es la mejor plataforma electoral y el ex periodista le está sacando todo el jugo multiplicándose en actos públicos que van desde la firma de convenios con Ada Colau a presentación de libros de ex colaboradores. Pero no se compromete.

Mientras, resuena con fuerza en las últimas semanas el nombre de Mercé Conesa, presidenta de la Diputación de Barcelona y alcaldesa de Sant Cugat del Vallès. Es la primera responsable del PDCat que se ha atrevido a cuestionar en público la celebración del referéndum y  representa al grueso de cargos locales convergentes que cuestionan una alianza con ERC que solo a servido para jibarizar electoralmente al partido tanto a nivel autonómico como local. El mismo grupo que aupó a Pascal y Bonvehí a la dirección del partido en contra del núcleo duro de Mas.

La alternativa, si Puigdemont decide no dar la batalla, podría ser Neus Munté, portavoz del gobierno catalán. Su nombre ya sonó como sucesora de Artur Mas cuando la CUP vetó al ex president, aunque en ese momento rechazó la manzana envenenada que suponía asumir la presidencia en una legislatura tan inestable. Representa al entorno más cercano de Mas, que también duda de la celebración del referéndum pero no de la hoja de ruta soberanista.

Por último, el propio ex presidente podría intentar dar la batalla, puesto que se esfuerza por mantenerse en el primer plano político. Hace unas semanas evitó descartar una futura candidatura y sigue ejerciendo de presidente del partido, en ocasiones a pesar del ala más independentista del partido, que acepta mantenerlo en primera línea porque es la cara amable que retienen al electorado convergente conservador que ve alarmado la alianza con la CUP.