Susana Díaz es “imprescindible para que la tercera vía no quede en papel mojado”, y Pedro Sánchez quien “lo hará posible”. Las dedicatorias de Miquel Iceta a los dos principales rivales en la batalla por la secretaría general del PSOE son el mejor ejemplo de los difíciles equilibrios del primer secretario del PSC para mantenerse en la estricta neutralidad en esta batalla.

El socialismo catalán está tan dividido como el español en estas primarias, con la militancia y los dirigentes más jóvenes, como Núria Parlon, remando a favor de Sánchez, y lo que queda de los capitanes, con Antonio Poveda y Antoni Balmón a la cabeza, apoyando a Susana Díaz. Pero tras el desastre que supuso para el PSC el Congreso de Sevilla, en el que por primera vez se volcó abiertamente por una candidata, la catalana Carme Chacón, el socialismo catalán ha vuelto a la tradicional estrategia de “no poner todos los huevos en la misma cesta”.

El socialismo catalán ha vuelto a la tradicional estrategia de “no poner todos los huevos en la misma cesta”

Una estrategia que ya enunció en su momento José Montilla cuando José Luis Rodríguez Zapatero y José Bono se disputaron la secretaría general más reñida, en una carrera en la que también participaron Matilde Fernández y Rosa Díez. Entonces Pasqual Maragall apostó abiertamente por Zapatero -después se arrepentiría, como reconoció públicamente-, mientras Montilla remaba discretamente a favor de Bono.

Precedente con el procés

Tampoco será la primera vez que Iceta ejerza de equilibrista político, ya lo ha hizo en los primeros pasos del proceso independentista, cuando alinearse con el PP tenía tantos costes -internos y externos- como con el independentismo. En septiembre de 2014, a las puertas de una nueva Diada multitudinaria, Iceta se reunió en la misma semana con Sociedad Civil Catalana -entidad nacida para oponerse a la secesión- y las entonces líderes de Ómnium y la ANC, Muriel Casals y Carme Forcadell, respectivamente.

Una reunión que se anunció apenas una hora después de que SCC publicitara su encuentro con el líder del PSC, como una suerte de maniobra compensatoria después de que Sociedad Civil se entrevistara con Pedro Sánchez, entonces secretario general, y Carme Chacón, y estos se comprometieran a participar en el acto de SCC en Tarragona.

Las consecuencias de cada candidato

Más allá de “hacerse perdonar” la disidencia en bloque del PSC en la investidura de Mariano Rajoy, Iceta, y con él el PSC en su conjunto, deben calibrar las consecuencias de que sea Susana Díaz o Pedro Sánchez el próximo secretario general del PSOE.

El madrileño supone, a priori, una opción más digerible para el PSC, por lo menos entre las bases y cuadros medios. Saben que electoralmente tendrá más recorrido que Susana Díaz en Cataluña y se ha acercado a un sector del electorado perdido por el PSC con su promesa de reconocer a Cataluña como una nación. Pero su falta de apoyo interno en la cúpula socialista inquieta a los capitanes del PSC, que quieren evitar a toda costa convertirse de nuevo en la Galia rebelde contra Ferraz.

Susana Díaz es un valor seguro por sus apoyos en el aparato del PSOE. Pero su victoria y su reconocida animadversión a pactar con Podemos puede convertirse en un quebradero de cabeza añadido para un PSC cuyo futuro electoral más inmediato parece pasar por buscar alianzas con los comunes de Ada Colau como la ensayada en el Ayuntamiento de Barcelona.

Así las cosas, Iceta se prodiga en mimos hacia uno y otro y se esfuerza en ponderar sus cualidades ante la militancia y el electorado del PSC. No sólo por quedar bien; también -y quizá sobre todo- porque sabe que, como recordó Susana Díaz en Barcelona, el PSC es imprescindible para el PSOE y el PSOE para el socialismo catalán.