Agosto es un mes tradicionalmente tenso para las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte. Es la fecha elegida desde hace más de 30 años para llevar a cabo el conocido como Ulchi-Freedom Guardian, el mayor ejercicio de simulacro militar que se celebra anualmente en todo el mundo y que desarrollan de manera conjunta los ejércitos de Corea del Sur y su aliado norteamericano. En 2016, en esta performance militar concebida como test definitivo de respuesta en caso de un ataque nuclear por parte de Corea del Norte participaron más de 80.000 tropas cohesionadas por el Mando de Fuerzas Combinadas (CFC, por sus siglas en inglés) de la península. Al régimen de Kim Jong-Un no le gustó nada y, como cada año, respondió con su tradicional retórica belicista: "Si la soberanía de Corea del Norte se ve amenazada, nuestras unidades de ataque están preparadas para reducir Washington a un montón de cenizas con un ataque nuclear preventivo al estilo coreano".

El ejercicio, claro, terminó ejecutándose durante 15 días. Como cada año desde 1976. Washington sigue en pie, y al lado de esa amenaza palidece la que el régimen juche dirigió contra la isla de Guam durante la madrugada de este miércoles, asegurando que Corea del Norte estaba "examinando cuidadosamente" la opción de atacar esta isla norteamericana, ubicada en el Océano Pacífico, y que los misiles podrían desplegarse "en cualquier momento" a partir de que Kim Jong-Un emitiese la preceptiva orden. Guam no es Washington, y podría decirse que la amenaza, pese a lo que parece, se ha reducido de 2016 a 2017. No obstante Guam, a diferencia de la capital norteamericana, sí está en el radio de alcance del armamento norcoreano.

“He llamado esta mañana a la Casa Blanca para recordar que una amenaza o ataque contra Guam es una amenaza o ataque contra los Estados Unidos de América. Guam es suelo americano. No sólo somos una instalación militar. Dicho esto quiero asegurar que estamos preparados para cualquier eventualidad”, dijo este miércoles el gobernador de la isla, Eddie Calvo, en una declaración oficial en la que subrayó que "no existe riesgo" ni para Guam ni para sus vecinas Islas Marianas. Una llamada a la tranquilidad que ha secundado horas después el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson: "Los americanos pueden dormir tranquilos".

"Corea del Norte no tiene capacidad ninguna para atacar a Estados Unidos", asegura Pedro Baños, coronel en la reserva del Ejército español y experto internacional en geoestrategia militar. "Por mucho que Kim Jong-Un quisiera lanzar un misil contra Guam o contra Hawaii, haría falta que tuviera un sistema de puntería lo suficientemente preciso para impactar", abunda. En este sentido, el comunicado distribuido por el ejército norcoreano se cubría las espaldas, y hablaba de misiles que podrían impactar "cerca" de las aguas de Guam. Ambiguo.

'Tratan de parecer más locos que el contrario para disuadirle'

"Todo son provocaciones que responden a la estrategia del loco. Tanto Trump como Kim Jong-Un tratan de parecer más locos que el contrario para disuadirle del ataque", defiende Baños, ex jefe del Área de Análisis Geopolítico de la Secretaría General de Política de Defensa. Una herencia directa de la amenaza de destrucción total que dominó el mundo durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia. Y como entonces, los elementos estratégicos son demasiado volátiles como para propiciar un conflicto en la zona que se extendería inmediatamente a nivel global: "Atacar Corea del Norte sería contraproductivo, porque a pesar de que en la última declaración de la ONU China pareció posicionarse a favor de reforzar las sanciones, Pekín tiene enormes intereses en Corea como para permitir que se produzca un ataque decisivo y brutal".

Aunque Corea atacase Guam, EEUU no pasaría de un ataque muy localizado y convencional', dice Pedro Baños

Baños duda incluso de que éste se produjese, ni siquiera si Corea llegase a golpear decisivamente en Guam, una acción que muchos comparan con la de Japón en Pearl Harbor durante la Segunda Guerra Mundial. "En el caso más extremo, la respuesta de Estados Unidos no pasaría de un ataque muy localizado y convencional. La opinión pública no está preparada para un ataque nuclear, el mundo se le echaría encima", analiza. Nada de "fuego y furia", como advirtió ostentosamente Donald Trump este martes.

B-1B Lancer de la Fuerza Aérea en una misión de vuelo de 10 horas cerca de Kyushu (Japón), al este del Mar de China y la península de Corea el 8 de agosto de 2017. EFE

Pero incluso un ataque localizado, medido y calculado provocaría reacciones en cadena. ¿Cuáles? "China y Rusia tendrían que posicionarse inmediatamente en contra de Estados Unidos. Si Corea ataca Guam, Estados Unidos responde y ellos no hicieran nada, a partir de ese momento los norteamericanos se habrían introducido completamente en un área en la que estos actores no le pueden admitir", advierte Baños.

Las bazas geoestratégicas de Rusia

El coronel descarta un enfrentamiento directo entre las grandes potencias, pero apunta a la enorme baraja geoestratégica que el Kremlin tiene a su disposición: "Si Rusia admitiera una intervención norteamericana en la zona sería porque abrirían, automáticamente, otros frentes, y Rusia tiene muchos". Putin podría hacer escalar el conflicto aún latente en Ucrania, a las puertas de la Unión Europea. Podría avanzar en Transnistria, la región independizada de facto de Moldavia y el mayor museo vivo del comunismo en todo el mundo. Podría reactivar las tensiones en el Cáucaso, donde estos días se recuerda el aniversario de los enfrentamientos entre Rusia y Georgia en las regiones de Osetia y Abjasia. En el tablero está también la olvidada Asia Central, foco de disputas subterráneas durante décadas.

Rusia podría responder a un ataque en Corea intensificando su presencia en Ucrania, Transnistria o el Cáucaso

A China, lógicamente, también le preocuparía un movimiento de Estados Unidos en una zona en la que ya se encuentra acorralada por la mini OTAN creciente que conforman la India, Australia, Nueva Zelanda y Japón, a día de hoy quizá los aliados norteamericanos más relevantes en todo el mundo. "China quedaría completamente rodeada", subraya Baños, que apunta a razones tanto ideológicas como económicas para prever la posición de la potencia oriental: "En el Mar Amarillo, entre China y Corea, hay muy importantes recursos energéticos de los cuales carece Pekín. Eso sin contar con que se estima que en Corea del Norte pueden existir fabulosas reservas de minerales estratégicos (tierras raras, cobalto) que a China no le interesa en absoluto que cayeran en manos de un régimen afín a Estados Unidos".

Porque al final del relato, todo se reduce al dinero. Tanto en los intereses como en las acciones, los conflictos han cambiado. "Hoy en día la guerra se hace con medios económicos. A través de los servicios de inteligencia, del ciberespacio y de las sanciones. Hay muchas maneras de arruinar un país y acabar con él más allá de los medios militares, que cada vez están quedando más relegados en ese sentido", analiza. Más allá de la furia y el fuego, la respuesta más dañina para Pyongyang sería que Estados Unidos limitase su capacidad de comercio con la propia China y con los países africanos, Argelia al frente.

Enemigos e intereses

También en el caso norteamericano juega un papel relevante el aspecto económico. "A Estados Unidos le interesa mantener un enemigo importante en Corea, como le interesa mantener un enemigo importante en Rusia y en Irán", asegura, señalando al elefante en la habitación: "Entre otras cosas porque Corea del Sur es uno de los principales compradores de armamento en todo el mundo, y uno de los principales clientes de Estados Unidos".

"No nos engañemos, lo que estamos viendo es un juego de amenazas por parte de ambos. Las provocaciones son constantes. El último misil que lanzó Corea del Norte fue contestado inmediatamente por otro de Estados Unidos muchísimo más potente y con mucho mayor alcance. De modo rutinario, Estados Unidos y Corea del Sur realizan macromaniobras en las aguas adyacentes a Corea del Norte", explica por último el coronel. Cuando el mundo se va de vacaciones, Estados Unidos y Corea del Norte juegan a la guerra.