Es la rama más familiar de ETA, la que en muchos casos ha vinculado a padres e hijos unidos por la acción terrorista de la banda. Lo hizo con la organización criminal activa y parece que, de alguna manera, lo quiere seguir haciendo, no ya con la militancia en la organización pero sí en el relato que de su historia quiere hacer el entorno radical.

El pasado viernes cientos de personas asistieron al recibimiento de los miembros de ETA, Aratz Gómez y a Arkaitz Sáez que han salido en libertad tras cumplir una condena de 18 años de prisión. En el acto de homenaje a los etarras celebrado en la localidad vascofrancesa de Ascain participaron decenas de niños en primera fila. Lo hicieron aplaudiendo los discursos e intervenciones, algunos incluso subidos al escenario y animados por un programa festivo en el que no faltaron ni los castillos hinchables, ni los conciertos de música ni la ‘comida popular’, menú infantil incluido, para agasajar a los dos etarras detenidos en 1999.

El recibimiento en la plaza Pierre Loti de Ascain, donde reside al menos uno de los homenajeados, contó con la presencia de cientos de personas. Días antes el acto había sido adecuadamente publicitado. En él se instaba a la presencia de niños subrayando que tras el recibimiento se ofrecería a lo largo de toda la tarde castillos hinchables, partidos de pelota y conciertos.

El cartel anunciador daba la bienvenida a los dos miembros de ETA con el lema “dos menos”. Al mismo, que concluyó con sesión de fotografías junto a los homenajeados, a los que se les hizo entrega de obsequios, acudió también José Miguel Gaztelu, condenado por el secuestro de José Antonio Ortega Lara y Julio Iglesias Zamora y formar parte de un comando que asesinó a tres guardias civiles en 1987 y que fue puesto en libertad el pasado día 4.

Hijos de militantes de ETA

Aratz y Arkaiz eran dos jóvenes de 20 y 22 años cuando el 18 de noviembre de hace casi 18 años fueron detenidos en Irún mientras se disponían a robar una máquina troqueladora de matrículas. Acaban de cruzar la frontera con Francia, donde residían con sus madres. Ambos, junto con Iraun Zabaleta, -que entonces tenía apenas 19 años-, conformaban un joven comando de la banda y que según la investigación policial podrían estar preparando alguna acción con la que romper la tregua que entonces aún mantenía ETA. Apenas diez días más tarde, el 28 de noviembre de 1999, la organización terrorista anunció su regreso a las armas y el final de la tregua.

La historia de Aratz y Arkaitz es la de muchos hijos de miembros de ETA que han optado por seguir los pasos de sus padres y militar en la organización terrorista. Cuando la policía logró detener a Gómez y Sáez, que no a Zabaleta, que logró huir, descubrió que los tres eran hijos de militantes de ETA, algunos de ellos con peso en la banda. Aratz era hijo de un veterano militante, Enrique Gómez Korta, asesinado por el Batallón Vasco Español (BVE) en Bayona en 1979. Por su parte Arkaitz era hijo de José Sáez, condenado por pertenecer a ETA. El tercer integrante, el más joven, Iraun, era hijo de Javier Zabaleta, ‘Baldo’, otro miembro de la organización criminal. Los tres estaban vinculados a las juventudes de la izquierda abertzale, tanto en su rama en Euskadi, -Jarrai- como en su homóloga vascofrancesa –Gazteriak-.

Fueron condenados por pertenencia a banda armada, tenencia ilícita de armas de fuego, tenencia de armas prohibidas, robo con violencia en las personas en grado de tentativa, intento de detención ilegal y falsedad en documento oficial. El pasado día 21 abandonaron la prisión francesa en la que han terminado los 18 años de condena tras ser autorizados por la Audiencia Nacional a ser trasladados desde las cárceles de Puerto I (Cádiz) y Ocaña (Toledo) en las que cumplían condena.