Durante los casi 15 años de rajoyismo el PP se fue convirtiendo poco a poco en un partido gaseoso. Cuando Mariano Rajoy alcanzó el poder en 2011, con una mayoría absoluta aplastante, el líder del PP se creyó liberado definitivamente de las "tutelas y tutías" de Aznar y creyó también que los españoles le habían votado precisamente porque su figura representaba algo distinto y, a veces, contrapuesto a lo que simbolizaba el hombre que moldeó el partido y le llevó a su primera victoria electoral en 1996.

La verdad es que muchos de los que apoyaron al PP de Rajoy en 2011 lo hicieron como tabla de salvación frente al desastre que significó para la economía del país la gestión de Rodríguez Zapatero, que estuvo a punto de llevar a España a la bancarrota.

Y hay que reconocer que la gestión económica del PP fue más que notable. Por eso, no se puede achacar al aumento del paro o del déficit el hecho de que Rajoy perdiera 3,6 millones de votos en las elecciones que se celebraron cuatro años más tarde, en 2015. Ni siquiera tampoco se puede culpar al hecho de que el partido perdiera perfil y fuera percibido casi como una gestoría. No. La razón de ese batacazo monumental, por más que los resultados económicos fueran brillantes y la ideología escasa, estuvo en la retahíla de casos de corrupción que arrasaron al partido, del que Gürtel se constituyó, sin duda, en el buque insignia.

Curiosamente fue la sentencia de Gürtel (primera época, como si fuera una serie de éxito) la que provocó la moción de censura que ha llevado a Pedro Sánchez a la Moncloa de la mano de independentistas, podemitas y Bildu.

Conviene decirlo porque en esta Convención del rearme ideológico la corrupción no ha hecho acto de presencia, es como si nunca hubiera existido.

No deja de tener cierta gracia que el ex presidente José María Aznar haya aparecido como redentor de este PP, casi como un Manuel Fraga redivivo, hasta el punto de utilizar la fórmula del fundador de AP para coronarle a él como líder del nuevo partido (PP): "Ni tutelas, ni tutías". Resulta, cuando menos, atrevido, porque hace 30 años Fraga era Dios en AP y ahora Aznar es sólo un referente del partido, del que muchos dirigentes, por cierto, reniegan precisamente porque fue durante su mandato cuando la trama de Francisco Correa se gestó y creció.

Conviene recordarlo: lo que hizo perder al PP 3,6 millones de votos no fueron sus complejos ideológicos, sino una retahíla de casos de corrupción con Gürtel de buque insignia

El nuevo himno popular, la espectacular puesta en escena de esta Convención, antesala de las cruciales elecciones municipales, autonómicas y europeas del mes de mayo, no han podido ocultar la cara oculta y cruel de la política. Rajoy, pese a haber desnaturalizado ideológicamente al PP, fue un buen gobernante y un magnífico parlamentario. Su aparición el primer día de la Convención, de la mano de su amiga y presidenta del Congreso, Ana Pastor fue penosa. Pastor no ha nacido para entrevistadora y tampoco Rajoy es el político ideal para las entrevistas. Sacarle un titular costaba sangre, sudor y lágrimas. Lo dice alguien que le ha entrevistado en diversas ocasiones ¿A quién se le ocurrió ese formato, que más parecía una venganza, para su aparición en una Convención en la que se trataba de entronizar al candidato que él obviamente no había apoyado en las primarias?

Aznar, sin embargo, tronó el sábado con fuerza, convirtiéndose en el protagonista de la jornada. Con ese tono de soberbia que a veces lleva a flor de piel anunció su reconciliación con el PP, después de haber coqueteado con Albert Rivera, al que sólo le faltó designar, como hizo con Rajoy, como su heredero, al menos en lo referente a Cataluña.

Pablo Casado sale naturalmente reforzado de este fin de semana en el que el PP ha reivindicado no sólo sus principios liberal conservadores, sino que, además, ha hecho suyo el "triunfo" de la derecha en Andalucía. Triunfo, recordémoslo, que se ha producido tras una pérdida histórica de votos y escaños.

Entiendo que Casado reclame para el PP la condición de "casa común" para la derecha española, aquello que fue en tiempos de Aznar e incluso de Rajoy. Que llame a los que ahora votan a Ciudadanos o que pueden votar a Vox para que se vuelvan a reconciliar con el que, en algún momento, fue su partido de referencia.

Es verdad que Casado nada tiene que ver con la corrupción que ha desangrado a su partido durante el rajoyismo, pero que no hiciera ni una sola mención a su voluntad de combatirla sin descanso es algo preocupante. No porque crea que el presidente del PP piense volver a las andadas, sino porque no entiendo que la honestidad y la honradez le preocupan menos que la reivindicación de valores que ahora parece haberle arrebatado Vox.

Para recuperar los más de 10 milones de votos de 2011, el PP no sólo tiene que desacomplejarse sino convencer de que nunca, nunca, nuca volverán a repetirse los escándalos de corrupción

Casado -toda una vida y una carrera política por delante- tiene que ser consciente de que Ciudadanos es ya un partido consolidado con un suelo electoral que supera con mucho los 3 millones de votos y que va a intentar competir por la primera plaza en los comicios de mayo. Y también que Vox ha irrumpido con una fuerza extraordinaria y ha sabido transmitir ilusión en cientos de miles de votantes que piensan que ni Aznar, ni Rajoy supieron defender consecuentemente la unidad de España, ya que los dos, cada uno a su manera, sucumbieron a los encantos del nacionalismo.

Una vez que el oropel ha sido amontonado en bolsas de basura y la música ha dejado de machacar los sufridos oídos de los felices asistentes a la Convención del PP, Casado tiene que ponerse manos a la obra y su labor no va a ser, ni mucho menos, fácil. El PP, para recuperar los más de 10 millones de votos que obtuvo en 2011 (el 44,6%), no sólo tiene que desacomplejarse respecto a los que le califican de "derechita cobarde", sino convencer a la sociedad de que nunca, nunca, nunca volverán a repetirse los lamentables escándalos de corrupción que se produjeron durante los mandatos de Aznar y Rajoy. Para eso, sí hace falta ser valiente.