Rajoy ya es un viejito con huerto, pero Aznar sigue siendo el emperador oscuro. El marianismo lo redujo a un regatista o a un enganchado a la espinaca, o al mesonero de la Gürtel, aquella mala digestión de merengue que casi se carga al PP. Pero Aznar, mal recibido en todas las cenas desde entonces, seguía guardando y cuidando, como una colección de sombreros tejanos, su modelo de partido, que es una derecha morrocotuda, del centro al fachilla, con el dinero ordenado pero también los mapas y las ideas y los valores y los límites.

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