La noticia tiene todos los ingredientes para copar las portadas de un aburrido viernes intranavideño. El Ayuntamiento de León, arrogado de una muy discutible autoridad, aprueba remitir a la Junta y a las Cortes Generales una iniciativa para avanzar hacia una autonomía propia para León, Zamora y Salamanca. Ni más ni menos. Castilla, el corazón de España, se rompe por sus campos con el apoyo del PSOE y Podemos, novísimo matrimonio destinado a gobernar la nación en concubinato con los independentistas de Esquerra Republicana de Catalunya.

Se trata de una reclamación clásica enraizada en la historia del Reino de León y, de manera más prosaica, en la división territorial de España de 1833, que ya englobaba a León, Zamora y Salamanca dentro de una misma Región más simbólica que práctica. Como todas las demás. En ese reparto del siglo XIX las provincias de Santander y Logroño formaban parte de Castilla La Vieja, mientras que Madrid integraba Castilla La Nueva junto a Toledo, Guadalajara, Ciudad Real y Cuenca. Albacete formaba parte del Reino de Murcia.

El régimen preautonómico de Castilla y León incluía a Santander y Logroño, que emprendieron un camino en solitario que quisieron imitar León...y Segovia

Esas uniones más o menos históricas, más o menos aleatorias como fronteras africanas, permanecieron difusas durante el franquismo. El régimen preautonómico no contribuyó a solventar el caos organizativo del país tras la muerte del dictador. En el caso de Castilla y León este régimen mezclaba en origen las divisiones de 1833, uniendo a Castilla La Vieja (incluidas Santander y Logroño) con León. Su desarrollo posterior fue problemático. Cantabria y La Rioja emprendieron su camino en solitario. León peleó por el suyo aunque fue finalmente frenada por el Tribunal Constitucional. Se convocaron manifestaciones, hubo ruido social, pero con el tiempo el leonesismo acabó circunscrito a pequeños partidos regionales y a algunas ramas de los grandes cuadros nacionales.

Pero a la sombra de esa guerra se libraba otra batalla. La más desconocida a día de hoy pero también la más curiosa, enterrada en el cementerio de la memoria pese a sus componentes de thriller: participaron diputados nacionales, hubo recuentos de infarto, poblaciones en la calle, intrigas internas, amenazas, la Guardia Civil, un magnetófono estropeado y un pleno municipal que cambió la historia. La independencia de Segovia.

Cuéllar contra Segovia

Segovia, como el resto de Castilla La Vieja, había quedado incluida dentro de Castilla y León en el reparto preautonómico que debía concretarse en los años posteriores. Pero fue rebelde desde el inicio. Cuando el Consejo General inicia el proceso para convertirse en Comunidad Autónoma, ya sin Cantabria ni La Rioja, la mayoría de los municipios segovianos y la Diputación Provincial deciden mantenerse al margen por el momento. Fantasean con la idea de unirse a Madrid.

Será en julio de 1981 cuando la Diputación decida, por abrumadora mayoría absoluta, que la provincia de Segovia inicie el camino de la autonomía uniprovincial recogido en el artículo 143.2 de la Constitución Española. Durante los meses siguientes unos 180 de los poco más de 200 municipios segovianos votan a favor de esta opción, aunque la mayoría no es suficiente: la Constitución establece que para culminar este proceso es necesario el apoyo de dos tercios de los municipios, siempre y cuando éstos representen por lo menos al 50% del censo electoral de la provincia. Y no sucedía puesto que Segovia, la capital, había votado a favor de permanecer junto a Castilla y León.

Las cuentas no podían ser más apretadas. A falta del voto de Cuéllar, segunda población más grande de la provincia con 9.000 habitantes censados, el resultado era el siguiente. A favor de la 'independencia' habían votado 176 municipios, que representaban a 50.285 electores. En contra sólo 18, aunque aglutinaban a 50.756 personas. Todo dependía, pues, de lo que el pleno municipal de Cuéllar votase el 7 de octubre de 1981.

Desde que se planteó, la independencia de Segovia había sido una batalla política impulsada por Modesto Fraile, vicepresidente del Congreso, tótem de la UCD... y ex alcalde de Cuéllar. El asunto había generado no pocas tensiones en la política nacional y dentro de la propia UCD, pero la ascendencia de Fraile sobre el aparato provincial había sido decisiva en los pronunciamientos municipales. Lo sería también en Cuéllar, que presentaba su casuística particular: aparte de ser el segundo municipio más grande de la provincia, es también el más norteño y se ubica geográficamente más cerca de Valladolid que de Segovia.

La guerra en UCD

El día del pleno el pueblo hirvió. Mientras los 13 concejales discutían casi hasta la madrugada centenares de personas, en su mayoría favorables a la integración con Castilla, se concentraban a las puertas del Ayuntamiento. Las crónicas de la época recogen que los gritos se escuchaban de forma constante en el interior del edificio, marcando el debate y su posterior votación. A favor de la autonomía independiente hubo siete concejales, todos de UCD. A favor de la permanencia en Castilla y León seis concejales: cuatro del PSOE y dos díscolos de UCD.

A Modesto Fraile le tuvo que proteger la Guardia Civil de la ira de los manifestantes. Quedó refugiado en el propio Ayuntamiento y en los días siguientes se sucedieron manifestaciones a favor y en contra de la decisión del Ayuntamiento, que marcaba el destino de la provincia: Segovia sería independiente previo paso por el Congreso de los Diputados y el Senado, donde el ministro de Administración Territorial, Rodolfo Martín Villa, prometía batalla.

El ministro era compañero de partido de Fraile, que celebraba el éxito y explicaba sus orígenes: "Ahora que Segovia ha alcanzado el derecho a la autonomía uniprovincial, estamos dispuestos a unirnos a una autonomía de Castilla, pero no castellano-leonesa. La conciencia castellana la estamos manteniendo Cantabria, Rioja y Segovia". León como problema latente.

Pero la guerra no había terminado. El propio Martín Villa adelantaba, tras el pleno de Cuéllar, que el resultado final tanto en el municipio como en la provincia no arrojaba una mayoría inequívoca de ciudadanos a favor de la autonomía en solitario. Las manifestaciones crecían en uno y otro sentido y la situación se enquistaba.

El asunto llegó a un nivel tal de surrealismo que, según la crónica publicada por El País el 20 de octubre de 1981, el alcalde de Cuéllar, Luis Zarzuela (UCD), se negó a cursar el acuerdo del pleno y remitirlo a la Diputación Provincial. Si no había acta, la situación aún se podía revertir. "Existen dificultades para confeccionar el acta de la sesión en que se adoptó dicho acuerdo, debidas, al parecer, a la deficiente calidad de las grabaciones magnetofónicas efectuadas", relataba el periodista.

Entre magnetófonos deficientes, presión social, guerra interna política y un escándalo que crecía, el Ayuntamiento de Cuéllar tomó una decisión trascendental: repetir el pleno y volver a votar. Era 3 de diciembre, invierno duro segoviano, y el resultado fue igual de estrecho que en la anterior ocasión. Pero opuesto.

Seis ediles mantuvieron su postura a favor de una autonomía uniprovincial, pero uno cambió de bando y le dio la mayoría al continuismo. Cuéllar, ahora sí, había hablado. Segovia enterraba para siempre, con ese concejal de pueblo arrepentido, la idea de una historia en solitario, sin Castilla y sin León.

La aventura acabó con la provincia, tras unos meses, abandonada y siendo la única de toda España adscrita al Régimen Común, sin pertenencia a ninguna Comunidad Autónoma. No fue hasta marzo de 1983 cuando las Cortes Generales pusieron fin a la anomalía y decidieron, por "razones de interés nacional", adscribir Segovia a Castilla y León. Hasta hoy.