El país por una taquillera de Renfe como una taquillera de un cine de Fellini. Suena a exageración, pero todo depende de lo que te importe el país y de lo necesario que te parezca tener a una taquillera con estufa esperando a un viajero romántico igual que la Penélope de Serrat, en vez de pagarle al revisor o usar una máquina expendedora. Un país por una carretera para galgos o para tramperos, podría ser. Todo el mundo, supongo, tiene derecho a su carretera con espejismos de sol y olas de nada. No es que sea lo progresista, es que es lo justo. Aunque si los políticos hacen un aeropuerto sin pasajeros, con aviones de piedra, luego Jordi Évole te hace un reportaje con cinematografía de espagueti western denunciando la era del despilfarro.
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