Es una historia rocambolesca que se juzga desde hoy en un juzgado de Vitoria. En ella se sientan en el banquillo dos arqueólogos y un falso físico nuclear que aseguraron en 2006 haber hecho un hallazgo arqueológico de trascendencia “excepcional”. Su historia fue presentada con toda solemnidad, con gran eco en los medios de comunicación del País Vasco, no en vano suponía una revelación sorprendente sobre el origen del euskera y la llegada del cristianismo a tierras vascas. Hasta entonces, el rastro más antiguo del euskera databa del siglo XI y se encontraba custodiado en el monasterio riojano de San Millán de la Cogolla. El descubrimiento de los grafitos que el responsable de aquel yacimiento cercano a Vitoria hizo demostraría que ya en el siglo III el euskera estuvo presente por aquellas tierras alavesas. Más aún, lo hizo vinculado a referencias de carácter religioso que representarían aspectos como la crucifixión de Cristo y elementos de la cultura judeo-cristina.  

Para acreditarlo, mostraron un catálogo de hasta 476 piezas arqueológicas que acreditarían su sorprendente hallazgo. Descubrimiento que además uno de los tres acusados, ratificó en varios informes que fueron adquiridos por la Diputación foral de Álava. Lo sorprendente del descubrimiento en el yacimiento de Iruña-Veleia, en la localidad de Iruña de Oca, pronto levantó la curiosidad de historiadores, arqueólogos, lingüistas y teólogos. Aquel medio centenar de piezas con inscripciones y dibujos que los descubridores dataron entre el siglo III y V cambiaba mucho de lo hasta entonces conocido.

Pero la presunta estafa pronto fue descubierta. La Diputación de Alava encargó a un equipo investigaciones que verificaran la credibilidad de tal descubrimiento. Concluyeron que las piezas presentadas eran en realidad hallazgos arqueológicos de poco valor que habían sido manipulados. Los expertos descubrieron que en ellas figuraban desde grafías hasta signos de puntuación que no podían haberse empleado en esos siglos o referencias históricas erróneas.

Un acusado reconoce los hechos

La empresa que llevó a cabo los trabajos en el yacimiento, Lurmen, estaba dirigida por Eliseo Gil, quien ejerció como director de los trabajos. Para llevar a cabo los trabajos arqueológicos el Gobierno vasco les había concedido una subvención de 3,7 millones de euros. Se enfrenta a una petición de condena de hasta 7 años y medio por un delito continuado contar el patrimonio y otro de estafa y falsedad. Junto a él, se sienta en el banquillo el falso físico nuclear, Rubén Cerdán, contra el que la Fiscalía pide 2 años y medio de prisión.

Una investigación posterior concluyó que las 476 piezas habían sido manipuladas. Uno de los condenados lo ha reconocido

Al inicio de la vista hora, que se prolongará durante dos semanas y en la que tanto la Diputación de Alava como el Gobierno vasco, además de la Fiscalía, ejercer la acusación, uno de los acusados ha anunciado que ha llegado a un acuerdo con el Ministerio Público. Óscar Escribano, mano derecha de Eliseo Gil, ha reconocido los hechos y ha logrado una rebaja de la petición de pena a sólo un año, por lo que no entrará en prisión. Escribano ha reconocido que falsificó con un punzón una de las piezas y que en realidad lo hizo “como una broma”.

Durante su intervención, Escribano ha defendido al veracidad de su descubrimiento y su inocencia. ha reconocido que tenían conocimiento de "la broma" de Escribano y que ello le llevó a organizar una reunión para conocer si algún otro miembro del equipo había llevado a cabo algún acto de manipulación más.