El presidente de la Xunta de Galicia ha iniciado su carrera hacia la cuarta mayoría absoluta con un mensaje que no sólo implica un rechazo a la propuesta de coalición de Ciudadanos, sino que, además, supone un revés a la dirección del PP. "No seré rehén de ningún partido, ni siquiera del mío".

En un Auditorio Mar de Vigo repleto de incondicionales, Alberto Núñez Feijóo se ha presentado ante el electorado gallego como un "candidato libre", lo que nos recuerda a uno de los referentes populares de otros tiempos, otro Alberto, este Ruiz-Gallardón, quien se autodefinía como "verso suelto".

Lo que les diferencia a uno y a otro es que, mientras al madrileño todo el mundo le ve como una figura del pasado, al gallego se le sigue viendo como alguien con mucho futuro.

Recuerdo aquella tarde soleada del 18 de junio de 2018 en que Núñez Feijóo convocó a los medios de comunicación para comunicarles su decisión sobre la presentación de su candidatura para sustituir a Mariano Rajoy al frente del PP.

Apenas habían pasado dos semanas desde que el presidente del gobierno fuera derrotado -contra todo pronóstico- en la moción de censura a manos de Pedro Sánchez. Rajoy no perdió el tiempo. Cuatro días después de su derrota anunció su dimisión como líder del PP y abrió una carrera por la sucesión que nadie tenía en sus agendas.

El presidente de la Xunta abre su campaña con un mensaje inequívoco que supone no sólo un rechazo a la coalición con C's, sino un revés a la dirección de su partido

El panorama era propicio para que Feijóo, sin duda el favorito, tras haber ganado por tres veces consecutivas las elecciones en Galicia por mayoría absoluta, asumiera dar el salto a la política nacional. Ni los dirigentes más cercanos al presidente sabían exactamente qué era lo que iba a hacer. Sólo un pequeño grupo de fieles, entre los que estaba su mujer, Eva Cárdenas, conocieron con antelación a su comparecencia que no se iba a presentar.

Para decepción de miles de militantes y dirigentes del PP a nivel nacional, Feijóo dijo 'no': "No puedo fallar a los gallegos", sentenció mientras sonaban los clicks de las cámaras fotográficas.

Si no entendemos lo que sucedió hace poco más de año y medio no entenderemos qué es lo que quiere hacer ahora el presidente de la Xunta de Galicia.

En realidad, Feijóo sí estaba dispuesto a dar ese paso. Y se lo dijo personalmente a Rajoy cuando este le consultó tras presentar su dimisión. Aceptó, pero le pidió tiempo. Necesitaba tiempo para organizar su sucesión en Galicia, para crear un equipo, buscar alianzas internas en el partido...; en fin, para organizar las cosas como Dios manda.

Sin embargo, Rajoy quería hacerlo todo deprisa deprisa. Le había hablado de un calendario endiablado. Quería convocar el Congreso del PP para el 20 y 21 de julio, lo que implicaba que los candidatos tenían de plazo sólo hasta el 20 de junio para presentar su candidatura.

Feijóo quería que el Congreso se celebrase como pronto en otoño. Octubre o quizás noviembre. Pero Rajoy se negó en redondo con la excusa de que el liderazgo del partido no podía estar tanto tiempo en situación de interinidad.

La negativa le demostró a Feijóo dos cosas: que él no era el candidato de Rajoy y que las prisas sólo podían explicarse en clave de quién quería que fuera su sucesor, y que no era otro que la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.

Feijóo está acostumbrado a ganar, y presentarse a un Congreso con Rajoy en contra implicaba un riesgo demasiado elevado. Por eso decidió renunciar -de momento- a competir por la presidencia del PP. Ya sabemos lo que ocurrió: Sáenz de Santamaría ganó, con el apoyo del aparato, entre los militantes frente a su declarada enemiga María Dolores de Cospedal. De ese enfrentamiento cainita se benefició Pablo Casado, que ganó por sorpresa y con holgura el Congreso.

Núñez Feijóo es un referente para muchos militantes y dirigentes del PP. Su cuarto triunfo en Galicia podría ser el trampolín para optar a liderar el centro derecha

Casado ha sufrido dos duras derrotas electorales en abril y noviembre de 2019. El presidente del PP ha tenido que navegar en aguas turbulentas desde su ascensión a la planta noble de Génova. La política ha sido una trituradora. En menos de un año Ciudadanos ha quedado casi pulverizado (sólo obtuvo 10 diputados en las elecciones del 10-N), pero, por contra, el partido populista de derechas Vox ha ascendido de forma meteórica hasta convertirse en el tercer grupo de España (52 diputados y más de 3,6 millones de votos).

En este complejo escenario, el lehendakari Iñigo Urkullu decidió hace una semana convocar elecciones para el próximo 5 de abril, y Feijóo le siguió de inmediato, como ya hizo en la última convocatoria. Ni a Urkullu ni a Feijóo les interesa que sus comicios coincidan con los de Cataluña, que, todo hace pensar, se celebrarán el próximo otoño.

Cuando se convocaron las elecciones autonómicas, Casado ya llevaba semanas hablando con Inés Arrimadas, que se perfila como la sucesora de Albert Rivera al frente de Ciudadanos. Casado y Arrimadas se necesitan y se entienden. Al final del camino los dos ven una confluencia, una refundación de la derecha que daría como resultado un nuevo partido, más centrado y claramente diferenciado de Vox.

Mientras esa fusión por absorción se produce, Arrimadas ha lanzado la idea de crear una coalición en Galicia, País Vasco y Cataluña que integre no sólo al PP, sino a otros partidos como UPyD y a socialdemócratas descarriados para hacer frente al independentismo.

A Casado la idea le gusta. Sería la primera piedra de la casa común del centro derecha. Y podría ayudar a paliar un descalabro electoral en el País Vasco y a conformar un grupo significativo en Cataluña. Pero en Galicia... ¡Ay en Galicia! Ahí nos encontramos con Núñez Feijóo, a quien nadie le había consultado que tendría que presentarse en coalición con un partido que en Galicia casi ni existe.

Feijóo, lo ha dicho abiertamente, no quiere coalición, quiere ganar por cuarta vez consecutiva con mayoría absoluta y sin muletas. Casado trata de convencerle de que haga un gesto. Él sólo está dispuesto a integrar a algún miembro de Ciudadanos en las listas del PP. De cambiar de marca, nada de nada.

Dicen en Génova que los poco más de 60.000 votos que podría sacar Ciudadanos en Galicia, si se presenta en solitario, no le darían para obtener ni un sólo escaño, pero sí que podrían ser suficientes como para inclinar un escaño del PP hacia la izquierda. Las encuestas dan al PP rozando la mayoría absoluta (37-38 escaños: ahora tiene 41). "El drama sería que Feijóo no sacara mayoría absoluta y que ésta dependiera de Vox, que ahora podría lograr algún escaño", dice una fuente próxima a Casado.

Es un riesgo, pero Feijóo está seguro de ganar. No sólo eso. Sabe que su triunfo, con el PP en solitario, le convertiría automáticamente en un referente nacional para el partido.

Queda mucho tiempo para que se celebren elecciones generales. Desde luego, Pedro Sánchez hará todo lo posible por agotar la legislatura. Pero Feijóo, ya lo ha demostrado, no tiene prisa. Desde su atalaya gallega puede observar con calma los acontecimientos.

Tal vez la cita del 5 de abril sólo sea el primer paso para que Feijóo haga lo que ya quiso hacer en 2018 y Rajoy le impidió por la vía de los hechos.

Galicia, como reza el lema de Núñez Feijóo "é moito", pero ¿"é todo"?

El presidente de la Xunta de Galicia ha iniciado su carrera hacia la cuarta mayoría absoluta con un mensaje que no sólo implica un rechazo a la propuesta de coalición de Ciudadanos, sino que, además, supone un revés a la dirección del PP. "No seré rehén de ningún partido, ni siquiera del mío".

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