Sin presidente para País Vasco ni Galicia pero con la intención real de luchar acuerdos de gobierno, al menos, en la segunda y pese a la evidente guerra dialéctica abierta con Núñez Feijóo, presidente de la Xunta desde 2009. Así afronta Vox las elecciones a ambos parlamentos del próximo 5 de abril. En sus listas a ambas comunidades, ya confirmadas y con perfiles muy diferentes en cabeza, pervive la opción centralista de no designar caras visibles (mediáticas) que aspiren a presidir la comunidad, sino que desde un mando intermedio ofrezcan su servicio a la dirección nacional, que depurará decisiones a través de la ejecutiva. Este ha sido, por ejemplo, el último y gran punto de fricción en Andalucía, concretamente con la que fuera líder en Sevilla, María José Piñero, por quien Vox ha tenido que recordar el papel de los presidentes provinciales en su partido –a diferencia de lo que ocurre en el resto de formaciones-. A las autonómicas el partido de Abascal se presenta sin el respaldo de las encuestas –ninguna les da opción a escaño-, pero precisamente con el caso andaluz en el bolsillo.

En las listas a las elecciones vascas y gallegas Vox ha incluido cuatro mujeres y tres hombres de formación, experiencia y perfil diversos. Por el País Vasco, ha confirmado a María Pérez Fernández (Guipúzcoa, exfuncionaria en el INE), a Niko Gutiérrez Saíz (Vizcaya, edil socialista a comienzos de los 2000 y también ex de UPyD) y a la periodista Amaya Martínez Grisaleña (Álava). Serán los encargados, especialmente en Álava, de arañar un escaño a la coalición PP-Ciudadanos encabezada por Carlos Iturgaiz. Por su parte, en Galicia competirán tres nombres familiarizados con la estructura provincial: Miguel Ángel Fernández (La Coruña, abogado), María Jesús Fernández (Orense, relaciones públicas) y Sonia Tejeiro (ingeniera, Lugo). El cuarto candidato gallego, para Pontevedra, es Antonio Ramilo Rodríguez, quizá el nombre –y el apellido- más reconocible de todos, pues es hijo del que fuera dirigente del PP y alcalde de Vigo entre 1970-1974 Antonio Ramilo, y además fue candidato al Senado en las últimas elecciones generales.

El escaño fantasma

La decisión de Vox de ir con las siglas ‘por delante de las personas’ en País Vasco y Galicia –junto a Navarra, las únicas comunidades sin representantes del partido- no implica necesariamente repercusión en la intención de voto, donde sus opciones parecen mínimas. La posibilidad en el País Vasco, pese a los elogios que Abascal ha procurado al candidato popular Carlos Iturgaiz, sigue rayando lo marginal atendiendo a las encuestas, aunque en algunas (como la última de EiTB Focus) rozaría el escaño en Álava. Narciso Michavila, director de GAD3, refuerza en palabras a El Independiente esta razón: “En el País Vasco el umbral de entrada es del 3%, así que podría entrar”. Como entre las elecciones de 2016 y las generales del pasado año han pasado de menos de 800 votos (pero sólo por Álava) a más de 28.000 (todavía insuficientes para escaño), no se tiene la demoscopia por ley, aunque Michavila avisa que “no es cierto que Vox tenga tanto voto oculto: desde su aparición hemos sido capaces de dimensionar bien su apoyo”. Entre las mediciones publicadas, la intención de voto a cinco semanas de las elecciones parece cómodamente establecida en el 2% con una participación en torno al 69%, muy superior al 60% de la última cita autonómica.

La batalla estratégica, nadie lo esconde, está en Galicia. El desencuentro público entre Abascal y Feijóo puede enfrentarlos si como parece el PP gallego sigue en el alambre para afianzar su mayoría absoluta (38 escaños), aunque ninguna encuesta estima menos (algunas le dan 41). Tampoco ayuda la especial, por tirante, relación entre los populares gallegos y Ciudadanos. Vox, que no se presentó en 2016, logró 114.834 votos el 10-N: ningún sondeo lo sitúa por encima del 3,6% (la mayoría prevén alrededor de un 2,5%) que seguiría manteniéndoles lejos de la mesa. Ahora bien, dado sobre todo el antecedente en 2018 en Andalucía, donde logró 12 diputados cuando nadie había calculado más de 10 (GAD3, y a cierre de urnas), no parece atrevido imaginar un escenario en el que el PP necesitara ese ‘escaño fantasma’ de los de Abascal si el trasvase de votos acaba condenando a Feijóo. Narciso Michavila valora así el margen de sorpresa del partido en las semanas que vienen: “Galicia es la región en la que más gente tiene por lengua materna otra diferente al castellano. La identidad dual es la mayoritaria: se sienten españoles siendo gallegos. No hay en Galicia afinidad a los toros, o tanta afición a la caza como en Andalucía. Allí sus opciones son mínimas”.

No hay en Galicia afinidad a los toros, o tanta afición a la caza como en Andalucía. Allí sus opciones son mínimas

Narciso Michavila, director de GAD3

Esto podría aliviar a Feijóo, que desde el comienzo ha marcado sus propias “líneas rojas” defendiendo la “constitucionalidad” de su partido que Abascal ha cuestionado. El candidato popular llegó a llamar “fenómeno electoral” a Vox tras los resultados en Andalucía, contraatacando ellos con el célebre sobrenombre de “Jordi Feijóo” con el que intentaban comparar, despectivamente, el supuesto corazón nacionalista del PP gallego con el nacionalismo separatista catalán. El popular ha expresado que quiere “ir por libre”, algo compatible con la intención de Vox, que por potencial marginalidad en los resultados finales sigue obligado a ofrecer su mano con las condiciones ya conocidas en territorios con alguna incidencia nacionalista: “ilegalizar a los separatistas, devolver competencias autonómicas, oponerse al concierto económico y combatir la inmigración ilegal”, en palabras del mismo Abascal.

La vía andaluza

No cabe duda de que Andalucía es el espejo que Vox maneja para decidirse por las listas sin presidente  –y para optar, al final, porque sus tres nombres más conocidos sean quienes sigan encabezando el partido en las elecciones autonómicas-. Conviene no olvidar, en este sentido, que Vox no ha conformado –ni parece dispuesto a hacerlo- una estructura autonómica aunque sí trabaja la provincial (donde ha lidiado con problemas recurrentes), para reforzar su mensaje centralista. En Andalucía, con casi 400.000 votos, auparon 12 diputados que ni la más tardía y optimista de las encuestas siquiera sospecharon. Ahora bien, ¿cuánto ha tenido que ver esa especial organización territorial en que menos de un año y medio después hayan perdido la estabilidad directiva en Sevilla, Cádiz (ambas en manos de gestoras) y Almería?

No es cierto que Vox tenga voto oculto: desde su aparición hemos sido capaces de dimensionar bien su apoyo

Narciso Michavila, director de GAD3

La última dimisión de María José Piñero (presidenta en Sevilla) ha puesto la puntilla. Piñero, además, dejó el cargo criticando una “estructura paralela” y sobre todo una “deriva” que se respondió desde Madrid con contundencia apelando a las “aspiraciones no satisfechas” de la denunciante. Pero hay más: la forma en que Vox calificó de “gran error” el que Piñero enviara el comunicado de renuncia a los afiliados sevillanos no hace sino afianzar una estrategia no presidencialista que a día de hoy es todo un misterio de cara a los resultados en País Vasco y Galicia. El de Piñero no ha sido el único caso de renuncia polémico en Andalucía, y lo peor es que ni siquiera podría ser el último. En Almería, Luz Belinda Rodríguez abandonó con duras acusaciones y denunciando acoso laboral, y dos concejales de El Ejido fueron expulsados por la dirección nacional. La ejecutiva gaditana también fue disuelta tras la dimisión en bloque de su comité ejecutivo “por discrepancias”, algo similar a lo ocurrido en Jaén.

Ni siquiera Galicia, donde Vox no tiene representantes públicos, ha esquivado este tipo de vaivenes –todos acompañados de insinuaciones, cuando no acusaciones, de agraviados contra la dirección-. A finales del pasado año, por ejemplo, se constituía la tercera gestora en Pontevedra. Esta significativa sangría de dimisiones y crisis internas en una autonomía en la que se aterrizó con más fuerza de la prevista por los sondeos no cuestiona tanto el modelo del partido como cuánto puede afectar esto a sus futuros pactos de gobierno en otras regiones, si bien no parece que en País Vasco vaya a plantear un gran desafío a corto plazo. Sin embargo, el nudo ideológico y estratégico de cara a las elecciones gallegas puede comprometer su fiabilidad, sobre todo partiendo de una situación de tensión y desconfianza con el potencial y único socio, un PP que se defiende con la tradición: “los gallegos nos conocen bien”.