Los think tanks, conocidos en español como laboratorios de ideas, son espacios menos visibles que el parlamento o los partidos, pero con gran capacidad de influir en la política. En ellos trabajan expertos de distintos ámbitos como profesores, técnicos, antiguos dirigentes o jóvenes investigadores, que analizan problemas y formulan propuestas para quienes toman decisiones. Surgieron durante la Segunda Guerra Mundial integrados por científicos y militares. Con el tiempo, esa visión estratégica y prospectiva se expandió a la política, la economía y la cultura, hasta generalizarse y estar presentes en la mayoría de países.
¿Para qué sirven los 'think tanks' realmente?
Un laboratorio de ideas suele cumplir, al menos, cuatro funciones principales:
- Crear conocimiento: preparar informes, estudios y datos que ayudan a entender mejor temas complicados, explicándolos de manera clara para políticos y periodistas.
- Poner temas sobre la mesa: llevar al debate asuntos que quizá no se estaban discutiendo. Si un think tank insiste en hablar de envejecimiento de la población, transición energética o seguridad internacional, tarde o temprano alguien tendrá que opinar.
- Formar a nuevos profesionales: muchos jóvenes encuentran en estos espacios su primera escuela política, un lugar donde aprenden a transformar la teoría en propuestas reales.
- Dar credibilidad a las ideas: no suena igual cuando una propuesta viene de un político que cuando está respaldada por un centro de estudios. El sello de un think tank da más peso y seriedad a los mensajes.
No todos son iguales. Algunos dicen ser independientes y reciben dinero de fundaciones, donantes privados o universidades. Otros están muy cerca de los partidos y trabajan para apoyar sus ideas. En esos casos, es difícil saber dónde termina el análisis y dónde empieza la propaganda; hasta qué punto el think tank es más bien un lobby que hace presión en favor de algún grupo de interés.
Por ello cabe preguntarse: ¿son verdaderos centros de conocimiento o solo altavoces de ciertas posturas? Depende de cada caso. Lo que está claro es que su influencia en la política actual es muy grande.
España y Estados Unidos
En España, uno de los movimientos más comentados de 2025 ha sido la creación de Atenea, el think tank lanzado por Iván Espinosa de los Monteros tras dejar la primera línea de Vox. Su idea es reunir a la "no izquierda" y presentarse como un espacio de reflexión liberal-conservador más allá de los partidos. La iniciativa ha despertado interés, pero también dudas, sobre todo por las ausencias notables en su acto de presentación.
En Estados Unidos, el peso de los think tanks en la política es mucho mayor, y uno de los más influyentes es The Heritage Foundation, considerado el principal laboratorio de ideas conservador del país. Su cercanía con las políticas de Donald Trump refleja hasta qué punto busca contribuir a su partido, proyectando su influencia para incidir directamente en la agenda política.
El poder de los think tanks
Los think tanks rara vez aparecen en los titulares, pero su influencia es notable. Una propuesta fiscal, un plan de seguridad o una nueva forma de hablar sobre inmigración pueden haber nacido en una sala con gráficos, café y debates. Es en esa trastienda del poder donde se generan muchas de las ideas que más tarde dominan el debate público.
Hoy la política está muy dividida, y eso hace que tengan un reto importante: dar información clara y útil, y al mismo tiempo no dejarse llevar por los partidos. Cuando lo logran, se vuelven un puente entre el mundo académico y el político. Pero si no lo hacen, la gente puede verlos solo como herramientas de propaganda. La próxima vez que un político presente una propuesta llamativa o un concepto nuevo, merece la pena preguntarse: ¿nació en un despacho de partido… o en un think tank?
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