Con el paso cambiado pilló la compra de Warner Bros, HBO y DC por parte de Netflix. Lucha de gigantes. Lo que a priori parecía improbable, un imposible, un oxímoron (Netflix-HBO), se ha hecho realidad... a la chita callando. La noticia de impacto no ha sentado bien, ya sea por lo creativo o por lo laboral, pues a buen recaudo habrá bajas. Poco tardó la plataforma de la N roja en celebrar el trato hecho y comunicar a sus suscriptores –sus clientes– la buena nueva: "Warner Bros. llega a Netflix".
Así, 72 mil millones de dólares mediante, Netflix se queda, de momento, con los derechos de emisión de franquicias como Harry Potter (HBO ya está rodando la serie que adaptará los siete libros de J.K. Rowling) y Juego de tronos (habrá nuevas entregas en 2026, 2027 y 2028), con el sello de superhéroes capitaneado por Batman y Superman, con emblemáticas y longevas series de televisión como Friends, y con retransmisiones deportivas como los Juegos Olímpicos.
Ese 'de momento' hace alusión a las altas esferas –económicas, políticas– que deben dar el visto bueno a esta absorción. No parece que la otra pareja de baile, la corporación recién formada Paramount Skydance, desista, pues este lunes lanzó incluso una OPA hostil con una cifra superior a los 100 mil millones de dólares. Digamos que si Netflix 'representa' al sector demócrata estadounidense (he ahí el lazo del cofundador Ted Sarandos con los Obama), Paramount y su mediática familia Ellison, a lo Succession, tienden puentes hacia Donald Trump.
La 'propiedad intelectual' de Warner Bros
Puede que Warner Bros se haya dejado querer en los últimos tiempos, pero Netflix nunca había hecho público su deseo real por hincarle el diente. Entonces, ¿por qué ahora sí? La respuesta es, más o menos, sencilla: el conglomerado Warner Bros. Discovery (esta es otra película...) dividió antes de verano la explotación de sus marcas. Por una parte estaba Warner Bros y HBO Max, cuya prioridad era la creación de contenido y el crecimiento de la plataforma. Y por otra, la vieja televisión por cable con cadenas como CNN, TNT (cuya filial española desapareció hace varios años) y Discovery.
A Harry Potter, Juego de Tronos y Friends, en la industria audiovisual, se les llama 'propiedad intelectual'. Porque esta pujanza no responde a un único deseo –distribuir en primicia y exclusiva sagas cinematográficas y series de largo recorrido con millones de seguidores alrededor del mundo–, sino a varios. Estos 72 mil millones de dólares permitirán a Netflix incluir en su catálogo 'horas' de 'contenido' (dos términos clave), y también su explotación a través de diferentes formatos; he ahí el reencuentro de Friends en 2021 –un evento que se diseñó para el lanzamiento de la plataforma HBO Max– o el espacio de repostería de Harry Potter.
Si HBO ha tardado casi 7 años en lanzar un segundo esqueje de Juego de tronos, la serie que más ha hecho por estas siglas (Home Box Office); ¿qué tiempos y filtros hubiera manejado Netflix de haber sido la emisora original de Juego de tronos? Porque Netflix lleva una década en busca de su Juego de tronos, y no ha dado con la tecla. The Witcher es, si obviamos Stranger Things, el ejemplo más ilustrativo.
Juego de tronos en Netflix
Para algunos, la pregunta es otra: ¿hubiera sido viable, tal y como llegó al público, la adaptación a televisión de la saga literaria? Puede que la memoria falle, pues Juego de tronos se estrenó en primavera de 2011, pero cabe recordar que HBO desechó el primer episodio 'piloto' de Juego de tronos y grabó uno nuevo, con otro elenco, que sí vio la luz. Una estrategia que HBO aplicó nuevamente con el primer esqueje de la serie madre, cuya acción transcurría 5.000 años antes. No era La casa del dragón. Aquel piloto se rodó en primavera de 2019 y costó 30 millones de dólares. Sin embargo, no pasó el corte en HBO, pues no estaba a la altura del contenido premium de una cadena y una plataforma que no se dejaban llevar por la fiebre del oro.
La segunda edad de oro de las series de televisión y el cine clásico
Por entonces, a pesar del empuje de Netflix, el lema de HBO era inmutable: calidad antes que cantidad. La primera, durante sus primeros años como plataforma, atrajo al público con premisas más o menos rompedoras (House of cards, Orange is the new black) y una programación basada en el maratón (acceder de golpe a una nueva temporada). El inestimable valor de la segunda era su librería de clásicos, o sea, series buenas y acabadas: Sexo en Nueva York, Los Soprano, The Wire, A dos metros bajo tierra… O sea, la segunda edad dorada de la ficción seriada.
Sin embargo, la fusión aparentemente ideal entre Warner (HBO) y Discovery, con lo mejor de cada casa, obligó a la primera a tomar cartas en el asunto, pues la deuda era significativa. Para pagar menos impuestos, películas ya rodadas como Batgirl (superheroína de DC) nunca se estrenaron y buques insignia como Westworld desaparecieron del catálogo de HBO Max.
Tampoco fue baladí la aparición, hace dos años, de series originales de HBO en Netflix. Porque, con la cesión temporal de clásicos modernos como Sexo en Nueva York, Hermanos de sangre y True Blood, Warner adelgazaba su deuda. A corto-medio plazo, tanto Netflix como HBO ganaban. Pero, ¿y a largo plazo? Uno de los hándicaps de Netflix ha sido siempre depender de terceros (Breaking Bad, Vikingos, etc.) para engordar su catálogo.
Cuanto más tiempo pase el usuario en una plataforma, mejor
Así que si nada ni nadie lo impide, a finales de 2026 o principios-mediados de 2027, los clientes de Netflix podrán acceder al catálogo completo de Warner Bros, HBO, DC… Y más, pues el cine clásico –he ahí Casablanca, único título que menciona Netflix en su misiva a los suscriptores– fue la piedra fundacional de HBO durante los años 70 y 80.
Porque lo que necesitaba Netflix, para evitar su estancamiento o declive veinte años después de su salto al streaming (sus inicios se remontan a finales de los años 90 como servicio de alquiler de DVDs por correo), era una cantidad ingente de series y películas que motive al público a suscribirse (o no darse de baja) y a pasar el máximo tiempo posible consumiendo sus contenidos. Netflix no paga las facturas con los premios (un Oscar a Frankenstein, un Emmy a Adolescencia), sino con suscripciones. De hecho, la plataforma, que cotiza en bolsa, ya no hace público su número de suscriptores.
Habrá un sector de la audiencia hambriento de soberbias miniseries que recomiendan todos los críticos de cine y televisión, pero hay otro que verá y volverá a ver los 236 episodios de Friends, un título que Netflix perdió en Estados Unidos a principios de 2020 por culpa de HBO Max. Eso se traduce en torno a las 86 y 90 horas en total. Netflix quiere que el usuario pase el mayor tiempo posible en su plataforma, y no en YouTube, por ejemplo. ¿Por qué, si no, Netflix ofrece también videojuegos online?
Netflix, con HBO, se hace más fuerte contra Disney
Friends no es obviamente el único caramelo. Con la adquisición de Warner Bros., Netflix se hará aún más fuerte frente a la competencia. Porque las plataformas han librado su particular batalla por la atención y retención del público durante la última década. Si Disney+ es dueña y señora de los superhéroes de Marvel (un sello que Netflix explotó durante años con Daredevil como punta de lanza) y la animación de Pixar; Netflix podrá ahora hacer y deshacer el universo cinematográfico y televisivo de DC, o el de Looney Tunes. Si Prime Video es dueña y señora de la Metro-Goldwyn-Mayer (he ahí la saga James Bond), Netflix distribuirá el cine clásico propiedad de Warner Bros.
En fin, Netflix tiene la mejor tecnología (un algoritmo y una interfaz que invitan a quedarse), y Warner Bros... Warner Bros es Historia.
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