Alguien escribió hace unos días que entender el cuadro de accionistas de Prisa requiere de un manual de instrucciones. No se equivocaba.

Quizá el lector que sintonice la Cadena SER o lea El País sea ajeno a lo que ha ocurrido en los últimos años en las altas esferas de la empresa fundada por Jesús de Polanco, pero, en resumen, se puede decir que hubo hace un tiempo un gestor que pecó de grandilocuencia, disparó la deuda del grupo, lo situó al borde de la quiebra y eso obligó a algunas fuerzas externas a intervenir. Entre ellas, se encontraban algunos de los lobos más conocidos en Wall Street y potentes empresas del Ibex 35, que participaron en complejas y arriesgadas operaciones de refinanciación y, a la vez, vieron en la crisis de la compañía una oportunidad para lograr un buen aliado mediático.

Este viernes declaraba en la Audiencia Nacional Javier Monzón, presidente de Prisa. Lo hacía como imputado dentro del caso que investiga la presunta financiación ilegal del Partido Popular de la Comunidad de Madrid. En el interrogatorio, negaba cualquier relación con la trama y con los contratos que el juez considera sospechosos.

Monzón cuenta con una larga trayectoria en el mundo empresarial y ha ejercido de directivo en compañías como Telefónica y Arthur Andersen –la actual Deloitte-. Entre 1993 y 2015 fue presidente de Indra y, desde el año pasado, encabeza los consejos de administración de OpenBank y de Prisa, sin poderes ejecutivos. En este último no está por ser especialista ni en banca ni en el sector de los medios de comunicación, sino por su experiencia en grandes compañías y, sobre todo, por su buena sintonía con Banco Santander y, en concreto, como Ana Botín. Figura sobre el papel como consejero independiente, pero su presencia en este grupo tiene un porqué.

El mundo sin Cebrián

Monzón fue propuesto para sustituir a Juan Luis Cebrián en 2017, cuando el fondo de inversión Amber Capital encabezaba una rebelión contra el entonces primer ejecutivo de Prisa, ante su rotundo descontento con la evolución del negocio. Entonces, los accionistas institucionales de la compañía, encabezados por Santander, dieron un paso al frente y buscaron un heredero para el trono de la compañía de los Polanco. En un primer momento, no tuvieron éxito y la candidatura de Monzón no prosperó. Pero ‘a la segunda’ fue la vencida y lograron su entrada en el Consejo de Administración. El pasado diciembre, fue nombrado presidente, pese a la desconfianza que genera en Amber Capital, encabezado por el inversor Joseph Oughourlian y primer accionista del grupo, con el 29,8% de las acciones en su poder.

En ese momento, Pedro Sánchez ya dormía en el Palacio de la Moncloa y lo hacía con la tranquilidad de que Prisa había vuelto a aliarse con los socialistas. Hubo un tiempo en el que El País renegó del actual presidente del Gobierno y se alejó del PSOE. El propio Sánchez llegó a denunciar en una entrevista con Jordi Évole que directivos de ese periódico le habían presionado para condicionar su toma de decisiones.

Con la caída de Cebrián y el cambio en las estructuras de poder del grupo, se decidió que la radio y el periódico generalistas de Prisa volvieran al terreno de la centro-izquierda, pues era lo que más iba a ayudar a aglutinar una mayor audiencia. Cuando Sánchez llegó a Moncloa, la decisión estaba tomada. Encontró entonces un aliado con el que no había contado durante su período en la oposición. Un caramelo inesperado.

Desconfianza mutua

El problema es que Amber Capital porfía de Monzón y del poder que considera que ha ganado en el grupo, pese a no ser el representante directo de ningún accionista. De ahí que, tras conocerse la noticia de su imputación, iniciara maniobras para que abandonara la presidencia, al igual que hizo con Cebrián en su día, salvando las distancias.

Evidentemente, ningún Gobierno del mundo estaría satisfecho con que, en un momento de agitación política, con unas elecciones a la vuelta de la esquina y con el ‘frente catalán’ cargado de pólvora, se desestabilizara su principal aliado mediático, de ahí que no parece que ninguna rebelión vaya a contar con el plácet de Ferraz.

Ningún Gobierno del mundo estaría satisfecho con que, en un momento de agitación política, con unas elecciones a la vuelta de la esquina y con el ‘frente catalán’ cargado de pólvora, se desestabilizara su principal aliado mediático.

Monzón cuenta con el respaldo de Santander y, por ende, de los accionistas institucionales. Pero si el juez Manuel García-Castellón decide mantener su imputación, su continuidad en Prisa podría complicarse. En su Comisión de Nombramientos y Retribuciones se cocinará durante las próximas semanas un informe que recogerá una evaluación sobre la situación que ha ocasionado en la imagen y en el día a día del grupo la relación de su presidente con la causa que investiga la Audiencia Nacional. A partir de ahí, el Consejo deberá decidir sobre su futuro. Que puede estar dentro, pero también fuera de la dueña de Santillana.

Por si las intrigas palaciegas fueran pocas, hace unos días volvía al cuadro de accionistas del grupo Carlos Slim, el más conocido magnate mexicano. Según reconocían fuentes internas hace unos días, desde el Grupo Carso han dejado caer en Prisa que, de momento, no reclamarán ningún asiento en el Consejo de Administración, aunque no han descartado que su posición -4,3%- aumente en los próximos tiempos, si el mercado lo aconseja.

Fuentes de Carso –contactadas por correo electrónico- han declinado explicar a este medio más datos sobre su inversión. En cualquier caso, su entrada ha sido interpretada en Prisa de dos formas. Entre los accionistas institucionales, consideran que Slim no apoyará los levantamientos contra el orden establecido que pueda iniciar Amber Capital. De hecho, creen que su entrada es beneficiosa para Monzón y para quienes prefieren que no se altere el statu quo de la cúpula de la compañía de los Polanco. Entre ellos, claro está, Moncloa.

Entre los fondos de inversión, vaticinan que Slim se posicionará del lado que le permita obtener mayores réditos de su apuesta por Prisa. Que –a su juicio- no será el de Monzón, en caso de que permanezca imputado.

Sea como fuere, no deja de ser llamativo que el millonario norteamericano coincida en la misma compañía con Telefónica (9,4%), su competidor en México. También llama la atención que Slim haya aterrizado en Prisa pocas semanas después que Polygon, el fondo de inversión estadounidense –agresivo- con el que se las tiene tiesas en Realia.

Qué duda cabe que el Grupo Prisa tiene una especial habilidad para crear extraños compañeros de cama.