En pleno furor por Breaking Bad, paradigma de la segunda edad de oro de la televisión gracias a títulos como Sexo en Nueva York, Los Soprano, Perdidos y Juego de tronos, todas las cadenas y plataformas, Netflix la primera, apostaron por el antihéroe como protagonista de la ficción seriada. Al quite estuvo, en principio, HBO. La televisión de pago daba una libertad, en forma y fondo, que permitía contar historias que aparentemente no tenían cabida en el abierto. Una cárcel de hombres (Oz), la ciudad de Baltimore (The Wire), una funeraria en Los Ángeles regentada por una familia (A dos metros bajo tierra)…
Más allá de premisas de altos vuelos, lo importante era qué les sucedía a unos personajes que, de ser nuestros parientes o vecinos, nos caerían mal. Así que a HBO, originalmente un canal de reposición de cine clásico, le salieron progresivamente competidoras. He ahí Showtime (Dexter), AMC (Breaking Bad, Mad Men), FX (The Shield, Hijos de la anarquía)… Dramas con tintes de thriller creados por hombres (Vince Gilligan, Matthew Weiner, Shawn Ryan, Kurt Sutter) y protagonizadas por hombres.
Antihéroes y antiheroínas, protagonistas de las grandes series de televisión
Pero el fin de la primera década del siglo veintiuno trajo consigo, en la ficción estadounidense, una mayor atención a los personajes femeninos. Si ellos son unos crápulas, ¿por qué ellas no? Y ahí repartió la baraja Showtime, canal de televisión por cable que en sus inicios rompió moldes con series protagonizadas por hombres homosexuales (Queer As Folk) y mujeres lesbianas (The L Word). No pasaron a la Historia por su calidad, sino por su atrevimiento.
A diferencia de HBO, donde cada título que emitía el domingo noche era una obra de orfebrería, digamos que las vibrantes producciones de Showtime (Shameless, Homeland), tarde o temprano, agotaban sus rompedoras premisas. Hubo y hay excepciones. Pero no adelantemos acontecimientos. Showtime, queriéndolo o no, acostumbró al público a esperar series con anti-heroínas.
Netflix reestrena la serie Con C mayúscula
Weeds, Nurse Jackie, United States of Tara y The Big C (Con C mayúscula) tenían como protagonistas a mujeres adultas y 'difíciles': si una madre de familia vendía marihuana; la otra, enfermera, era drogadicta. O tenía personalidad múltiple. O cáncer terminal. El casting estaba a la altura: Mary-Louise Parker, Edie Falco (Carmela Soprano), Toni Collette y Laura Linney (Ozark). Esta última, que interpretó a la esposa de Jim Carrey en el filme El show de Truman (1998), fue la titular durante 4 temporadas de Con C mayúscula, una dramedia sobre una mujer que se pone el mundo por montera tras serle diagnosticado cáncer terminal. Su creadora es Darlene Hunt y Con C mayúscula (2010-2013) fue su primera serie de televisión como creadora.
Si les produce curiosidad cómo salen de tal embrollo los guionistas, Netflix incorpora este viernes 14 de noviembre los 40 episodios de Con C mayúscula. La premisa no invita, sobre todo si el espectador ha convivido o convive con la enfermedad. Si se ven con fuerzas, prueben con la primera e irregular temporada. No esperen personajes agradables. La familia de la protagonista (el marido, el hijo, el hermano) deja mucho que desear, pero así es la vida. La roba-escenas es la vecina gruñona. Si llegan al final de la primera parte, querrán ver entonces la segunda. Sin embargo, hay un bajón de calidad en la tercera temporada.
Así que Showtime puso fin a la 'agonía' con una cuarta y última temporada de menos entregas pero mayor duración. Susan Sarandon, Cynthia Nixon, Idris Elba, Hugh Dancy (marido de Claire Danes) y Alan Alda son algunos de los intérpretes de primer nivel que se dejan ver puntualmente en Con C mayúscula.
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